martes, 20 de noviembre de 2007

El Encuentro / Miguel Angel Martí

Pero cuando llega la palabra con calor y luz se produce el mismo efecto que si una estrella hubiera caído del cielo: nuestros ojos se iluminan, el corazón se enciende y la inteligencia descubre una clave más del misterio de la existencia. Y eses palabras se guardan con todo su aroma en el recuerdo para traerlas una y otra vez a la memoria.
Miguel-Angel Martí García; El Encuentro, Ediciones Internacionales Universitarias, 2004, Madrid, p.23.

Quien no tiene el hábito de escuchar con atención, demuestra poco aprecio a los demás.
Miguel-Angel Martí García; El Encuentro. Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.26.

En un silencio compartido también se habla.
Miguel-Angel Martí García; El Encuentro Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.27.

Pudiéramos pensar quizá que nuestro curriculum es nuestra carta de presentación, cuando en realidad, día a día, son nuestras conversaciones las que van diciendo a los demás quines somos: inteligentes, simpáticos, cariñosos, educados, etc.
Miguel-Angel Martí García; El Encuentro Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.36.

Poder hablar es quererse….
C. Martín Gaite, Retahílas en Miguel-Angel Martí García; El Encuentro Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.37.

Tratarnos unos a otros con el mayor calado humano posible.
Miguel-Angel Martí García; El Encuentro Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.51.

Acudir a la palabra para llevar el bien y la alegría a los demás.
Miguel-Angel Martí García; El Encuentro Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.57.

La palabra tiene muchas tareas,pero sin duda alguna la mejor es la de ser instrumento de paz. Miguel-Angel Martí García; El Encuentro Ediciones Internacionales Universitarias, 1993, Madrid, .p.57.

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...