jueves, 10 de junio de 2010

La impureza provoca insensibilidad del corazón

La pureza de corazón agranda la capacidad de amar del corazón humano.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.77.

Es la impureza la que provoca la insensibilidad del corazón.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.77.

Es deber nuestro hacer que quienes nos rodan se acerquen más a Dios.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.83.

La templanza del cristiano es también uno de los ejemplos más convincentes y atractivos de la vida cristiana.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.84.

El Señor nos pide conservar nuestra interioridad para El.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.90.

Ante Dios sólo tienen valor las buenas obras.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.113.

El día de hoy es lo que tenemos para amar a Dios.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.119.

Una manifestación de humildad es evitar el juicio negativo sobre los demás. No es posible afrontar ese juicio sobre los demás cuando se conocen las propias miserias.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.120.

lunes, 7 de junio de 2010

Toda tentación vencida robustece el alma

Cada propósito que hacemos de seguir a Cristo es como una luz pequeña que se enciende.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.37.

Nuestro camino hacia la santidad es largo; y en un camino largo se pasa por diversos paisajes.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.41.
Dios nos ha encomendado preparar a los que nos rodean para que encuentren más fácilmente a cristo.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.50.

Nuestra vida de relación con Dios está hecha de muchas conversiones, que requieren un examen atento de nuestro actuar.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.51.

En el apostolado no se va a cosechar triunfos personales, ni a ser la figura principal: Cristo es la única figura.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.53.

Toda tentación vencida robustece el alma.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.57.

Los bienes materiales dejan de ser bienes si nos separan de Dios.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.61.

Uno de los grandes auxilios que el hombre tiene en la tentación es la ayuda poderosa de los ángeles.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.61.

Es necesaria la penitencia porque existe el pecado.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.65.
La penitencia mantiene despierta el alma ante Dios que llega sin cesar a nosotros.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.65.

Tiene espíritu de penitencia el que todos los días se sabe vencer ofreciendo una y otra vez, con sentido de reparación, contrariedades, trabajos, sufrimientos, esfuerzos, etc.
Francisco Fernández Carvajal; El Evangelio de San Mateo (1974), Quinta edición, Ediciones Palabra, 1980, p.65.

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...