jueves, 23 de abril de 2020

Susanna Tamaro; Luisito



Capítulo 1
¿Qué es la vida sin misterio —o sin voluntad de afrontarlo—, sino un ininterrumpido páramo de bostezos?

Capítulo 3
Gracias, la palabra mágica —como les decía a sus alumnos: mágica porque abría todas las puertas y cerraba con delicadeza las que debían cerrarse.

Capítulo 4
La mañana tiene oro en la boca, era la frase que le gustaba repetir a sus alumnos cuando aún enseñaba.

Capítulo 4
El que se despierta temprano logra hacer muchas cosas y quien logra hacer muchas cosas tiene más probabilidades de tener una vida más rica y bella que el que duerme hasta tarde.

Capítulo 4
Tenemos que imaginarnos nuestra vida como una casita que construimos lentamente, ladrillo a ladrillo. El lugar donde se hallará no es físico sino que está hecho de tiempo. Ahora estáis aquí, después pasaréis a la enseñanza superior, más tarde haréis el servicio militar. Algunos empezaréis a trabajar, otros iréis a la universidad. Pues bien, todas esas etapas serán los ladrillos que, año tras año, construirán vuestra casa.

Capítulo 5
Los castillos hechizados.

Capítulo 5
Durante esos años, los años de la primera juventud, el futuro era todavía algo misterioso que se iba abriendo delante de ellas. Lo cubría un velo, cierto, pero ese no saber no las asustaba ni les producía ansiedad. Estaban seguras de que su mañana sería luminoso.

Capítulo 5
Hacer las cosas con pasión, se decía, era como vivir la propia vida con música de vals, siguiendo la gracia del ritmo. Todo era más fácil.

Capítulo 5
Desde entonces sus vidas empezaron a separase, como continentes empujados a la deriva por la placa tectónica.

Capítulo 5
Las llamadas de rigor, las visitas de rigor, las frases de rigor, las fiestas de rigor; todas aquellas Navidades, una peor que la otra, una más triste que la otra.

Capítulo 5
También esto le helaba el corazón, la idea de haber procreado hijos y de arrepentirse por haberlo hecho.

Capítulo 6
Recordaba cada instante a la perfección: la alegría, el entusiasmo, la espléndida sensación de ser la elegida. El peluquero, el vestirse con aquel hábito suntuoso y cándido, la lista de regalos, las bomboneras —que habían escogido juntos—, el sentimiento de gratitud hacia el Cielo por haberla hecho conocer al hombre más maravilloso del mundo. Entonces aún se llevaba bien con el Habitante del Mundo Superior y así, todas las mañanas, con las manos juntas, repetía: «Gracias, Señor, te doy las gracias por haberme hecho conocer a Giancarlo».

Capítulo 7
Los años siguientes literalmente volaron. Los pañales, los biberones, el despertarse por la noche, la cada vez más frecuente indelicadeza del marido —los cambios de tiempo afectaban a su herida y lo hacían sufrir—, las cargantes intrusiones de su suegra, el reemprender la enseñanza —cuando Massimiliano empezó a ir a la guardería—, y después, apenas recobradas las fuerzas, otro embarazo, el nacimiento Giulia, no sin complicaciones. No fueron años fáciles, pero estaba preparada para las dificultades que tuvo que afrontar, sabía —su madre se lo repetía siempre— que el matrimonio no todo eran días de vino y rosas, y era consciente de que eran precisamente los momentos difíciles —en los que uno se preocupaba por el otro— los que cimentarían su amor por la eternidad. Le quedaba todavía energía, capacidad de lucha. Cuando se levantaba por las mañanas sabía qué dirección tomar.

Capítulo 7
Anselma era consciente de su sensibilidad y sabía que esa forma de aguda percepción de las cosas que tienen los poetas, antes de ser un don, era una increíble fuente de sufrimientos.

Capítulo 7
Una frase de Luisita: «Pon cuidado, durante el noviazgo nadie se muestra tal como es. La verdad aparece más tarde».

Capítulo 8
No se había dado cuenta de la sarta de mentiras con que él la había rodeado.

Capítulo 8
Contigo es como encontrarse ante un cuadro con perspectivas múltiples: yo solo consigo ver las figuras del primer plano, mientras que tú me haces descubrir también una pequeña flor azul en el monte más lejano.

Capítulo 8
Ahora que lo pensaba, todas las cosas bonitas que habían acontecido en su vida, y que seguía conservando, las debía a su amistad con Luisita. La música, el amor por la poesía, por las novelas, la enseñanza vivida como una misión.

Capítulo 8
No temáis, la sombra es solo otra forma de la Luz.

Capítulo 10
Un pequeño rayo de luz que me templaba el corazón.

Capítulo 10
¿De verdad era un acto de locura? Sí, lo era, pero más demencial sería vivir con una cuidadora. Y además, ¿qué era de verdad la locura? ¿Quién puede juzgar lo que tenemos en nuestro corazón? Padecía de depresión, escribirían seguramente los periódicos, puede que incluso sacaran la historia de la expulsión del colegio. Entonces le gustaría bajar del cielo con un gran lápiz rojo y corregir: «La señora Scattolin no estaba en absoluto deprimida. Es más, hacía poco que había vuelto a amar la vida con la misma intensidad con la que la amaba durante su juventud».

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...