sábado, 7 de junio de 2008

La oración es el antídoto perfecto del odio

Para Dios, este es el séptimo día; El está “descansando” y deja que nosotros continuemos (bajo su dirección) la obra de la Creación.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.80.

La oración es el antídoto perfecto del Odio. Si eres capaz de rezar por una persona, no la odiarás. Quizá sientas aún una fuerte aversión por ella, pero tu amor sobrenatural está por encima del sentimiento, como la luz del sol sobre las nubes.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.86.

Nadie tiene derecho a ser él mismo hasta que sea lo que Dios quiere.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.117.

Hay una tremenda fuerza animante en una sonrisa.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.121.
Lo que caracteriza a las células sanas de un cuerpo vivo es la capacidad de reproducirse por sí mismas. En el Cuerpo de Cristo hay muchas, demasiadas, células estériles.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.127.

La vitalidad de nuestra vida interior depende también de una autoevaluación periódica.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.129.

Nuestra fe es un antídoto maravilloso contra esas tentaciones de sentirnos inferiores.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.134.

Un niño debería oir “Dios te quiere” con la misma frecuencia que “Mamá te quiere”.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.157.

Preocuparse no es cristiano.
Leo J. Trese: Puedes Volar como las Aguilas; (1960), Palabra S.A., sexta edición, Madrid, 1998, p.184.

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...