jueves, 5 de octubre de 2017

La Analfabeta

No hace nada. Se pasa el día leyendo.» «No sabe hacer nada más.» «Es la tarea más pasiva de todas.» «Perezosa.» Y, sobre todo, «Lee en vez de…». ¿En vez de qué? «Hay miles de cosas más útiles, ¿no?» Incluso ahora, por la mañana, cuando la casa se vacía y todos mis vecinos se van a trabajar, tengo un poco de cargo de conciencia por instalarme en la mesa de la cocina a leer los diarios durante horas en vez de… fregar los platos del día anterior, ir de compras, lavar y planchar la ropa, hacer mermeladas o pasteles… Y, ¡sobre todo!, en vez de escribir. Inicios

Para soportar el dolor sólo me queda una solución: escribir. De la palabra a la escritura

Los deberes te los quitas de encima enseguida, especialmente porque no tienen ningún tipo de interés. Poemas

Cómo explicarle, sin ofenderle, y con las pocas palabras que sé de francés, que su bello país no es más que un desierto para nosotros, los refugiados, un desierto que hemos atravesado para llegar a lo que se llama «integración», «asimilación». En ese momento, todavía no sé que algunos nunca lo lograrán. El desierto

En primer lugar, hay que escribir, naturalmente. Luego, hay que seguir escribiendo. Incluso cuando no le interese a nadie, incluso cuando tenemos la impresión de que nunca interesará a nadie. Incluso cuando los manuscritos se acumulan en los cajones y los olvidamos para escribir otros. Como hacerse escritor

Habla usted muy bien el francés. ¿Por qué está entre los principiantes? Yo le digo: —No sé ni leer ni escribir. Soy una analfabeta. Ríe: —Ya lo veremos. La analfabeta

Sé que nunca escribiré el francés como lo escriben los escritores franceses de nacimiento, pero lo escribiré como pueda, lo mejor que pueda. No he escogido esta lengua. Me ha sido impuesta por el destino, por la suerte, por las circunstancias. Estoy obligada a escribir en francés. Es un desafío. La analfabeta

Cinco años después de haber llegado a Suiza, hablo francés, pero no lo leo. Me he convertido en una analfabeta. Yo, la que sabía leer cuando tenía cuatro años. La analfabeta


Jutta Burgggraf; Libertad vivida con la fuerza de la fe


La primera condición para influir positivamente en nuestro mundo, consiste en aceptarnos a nosotros mismos de todo corazón. Somos más fuertes cuanto más somos nosotros mismos, cuando asumimos nuestra realidad. Una llamada original

Hemos olvidado que no somos solamente algo, sino alguien: un ser que es querido tiernamente por Dios y llamado a vivir una vida única y apasionante, a ser libre y creativo, y a superar con la gracia divina hasta los obstáculos más grandes que podamos encontrar en el camino. Una llamada original

¿Qué es la libertad? Es la capacidad radical de ser protagonistas de nuestra vida. Una llamada original

La libertad permite alcanzar la máxima grandeza, pero también incluye la posibilidad de un desvío completo. Tiene que ver con la autorrealización y con la autodestrucción del hombre. Una llamada original

Cada uno de nosotros tiene la misión de alumbrar algo nuevo. Cada hombre es original y único. Con cada nacimiento, algo singularmente nuevo comienza en el mundo. Lo nuevo, dice Hannah Arendt, «siempre aparece en forma de milagro». Una llamada original. Una llamada original

Todo hombre puede ofrecer al mundo muchas sorpresas, aportar pensamientos nuevos, palabras nuevas, soluciones nuevas, actuaciones únicas. Es capaz de vivir su propia vida, y de ser fuente de inspiración y apoyo para otros. A veces, conviene recobrar la mirada del niño, para abrirnos a la propia novedad –y a la de cada persona–, y así descubrir el desafío que encierra cada situación. El mundo será lo que nosotros hagamos de él. Una llamada original

Nadie debe convertirse en un «autómata», sin rostro ni originalidad. Nadie está destinado a ser un «hombre-masa». Justamente hoy es más necesario que nunca que tomemos conciencia de la gran riqueza de la vida humana y busquemos caminos para llegar a ser «más» hombres, y no unas personas renuentes, asustadas y enlutadas. Una llamada original

El Creador tiene una idea maravillosa de cada uno de nosotros; ha confiado a cada uno un proyecto original. Una llamada original

Mientras no descubramos este inmenso amor de Dios hacia nosotros, viviremos vagabundeando, asfixiados, como huérfanos que no tienen ni casa ni padre. Una llamada original

Un cristiano acoge su existencia como don. Sabe que recibe mucho de los hombres, y todo de Dios. No sólo cree en la existencia divina, sino que cree en el amor divino: un amor eternamente nuevo que se halla en el origen de su existencia y llega a lo que hay de más profundo en él. Una llamada original

La primera condición para influir positivamente en nuestro mundo, consiste en aceptarnos a nosotros mismos de todo corazón. Somos más fuertes cuánto más somos nosotros mismos, cuando asumimos nuestra realidad. Una llamada original

Lo importante no es el papel que las personas desempeñan en la sociedad, sino cómo lo interpretan. Una llamada original

Nuestra vida no es algo dado de una vez para siempre. Es más bien un quehacer, un proyecto, que tenemos que realizar. Una llamada original

La cuestión no es: ¿Qué puedo hacer por Dios?, sino ¿Cómo me dejo amar por Él? La libertad interior

La «vida en plenitud» no se refiere a la cantidad de experiencias que acumulamos, no se trata de probarlo todo: uno puede ir a mil congresos científicos y conservar un carácter infantil. Por el contrario, otro puede no haber salido nunca de su aldea y llegar a ser un sabio. No se trata de hacer más, sino de ser más. La libertad interior

Una auténtica revolución interior: no nos apoyamos en nuestras fuerzas, sino exclusivamente en la omnipotencia divina. Entonces, la raíz de nuestra acción será fuerte, y nuestra vida será unitaria. Juan Pablo II nos dio un ejemplo luminoso de ello. En sus últimos tiempos, un periodista entrevistó a un cardenal del Vaticano: «¿Qué piensa usted del Papa?», una pregunta un tanto general. «Es un hombre sumamente peligroso», respondió el cardenal con claridad. «¿Por qué es peligroso?», volvió a preguntar el periodista. «Confía completamente en Dios». La libertad interior

No hay nada más revolucionario que una persona que se deja llevar por el Espíritu Santo. La libertad interior

la libertad interior no es una trinchera, detrás de la cual uno se aísla dando la espalda a los demás, o rechazándolos. Quien actúa así, puede convertirse fácilmente en un introvertido, que sólo es libre «para sí mismo», que busca ante todo su independencia, su inviolabilidad y se separa de los demás. De este modo, se queda solo, sin amigos. Después de haber descubierto la propia interioridad, es preciso pasar al segundo nivel, abrirse, manifestar y ejercer la libertad. La libertad interior

La libertad es la capacidad de conducirse a sí mismo. ¿De qué me sirve esta capacidad, si no me atrevo a tomar decisiones? La libertad de ejercicio

Cuando evito tomar decisiones concretas y comprometedoras, no soy yo quien traza mi historia personal y única, ya que me dejo llevar por las circunstancias. Entonces serán otros los que decidirán en mi lugar, mientras el tiempo sigue pasando inexorablemente... Como dice la sabiduría popular –y también Moltke, uno de los genios militares de Prusia–, no hay peor decisión que la que no se toma. La libertad de ejercicio

Cuanto más grandes son las aspiraciones, más grande es la libertad. La libertad de ejercicio

Es importante apuntar muy alto para engrandecer el corazón y movilizar las energías. Cuando quieres construir una nave y buscas personas para realizar esta tarea –subraya un dicho popular alemán– no les digas que busquen el material y hagan cálculos complicados, sino despierta en ellas las ansias hacia el océano grande y amplio». La libertad de ejercicio

Cuando una persona decide ser médico, en unos años será otra persona distinta que si hubiera decidido ser artista. Muchas circunstancias de nuestra vida dependen, al menos en buena parte, de nuestra voluntad: el estado de vida, la profesión, los amigos, la práctica de la fe... «El destino te lo montas tú», dice con razón una canción hecha por jóvenes. La libertad de ejercicio

los sentimientos pueden oscurecer la verdad. La libertad de ejercicio

Una persona libre vive de acuerdo con lo que es. Vive de acuerdo con su orden interior, sin dejarse dominar por las situaciones que van y vienen, que hoy son, pero mañana ya no serán. La libertad de ejercicio

Si permanecemos en el dolor, bloqueamos el ritmo de la naturaleza; entonces, la relación hacia la persona fallecida no puede considerarse como una relación sana. Algunos se niegan a cambiar los muebles de la habitación de la persona muerta. O bien no desean escuchar una determinada melodía, porque no le gustaba al difunto. La libertad de ejercicio

Muchas veces el comportamiento delata los sentimientos de modo más directo, visible y auténtico que las palabras» . La Libertad de ejercicio

El único modo de experimentar la felicidad es sentirla. La libertad para amar

Si busco continuamente las alegrías que me pueden dar los otros hombres o las cosas, nunca llegaré a ser feliz. La libertad para amar

La amistad puede experimentarse como algo que alienta y sostiene, que fortalece, da seguridad y libera. La libertad para amar

Tratando y queriendo a la gente más variada se ensancha su corazón, se hace más profundo su conocimiento de la condición humana y menos radicales sus juicios sobre situaciones complejas. La libertad para amar

El amor hace a todos primeros. La libertad para amar

Cada persona es importante y sagrada, independiente de sus deficiencias y errores, su fragilidad y su vida pasada. Si los últimos serán los primeros en el reino de Cristo, tenemos que respetar más el tallo de hierba que la orquídea, más la gota de rocío que la catarata, y conviene pedir a Dios que nos quite las anteojeras. La libertad para amar

La «ascética» se prueba en la capacidad de escuchar. Nos mueve a empeñarnos en el difícil arte de ir a fondo con los demás, de no quedarnos en lo que dicen, sino llegar a lo que quieren decir, de no oír solamente palabras, sino mensajes. Escuchar es caridad. A veces consistirá en asumir la vocación de papelera o de saco de basura. Tal vez la escasez de estos oyentes papelera sea la causa de la soledad de tantas personas: están llenas de experiencias que no pueden compartir con otros. La libertad para amar

Renunciar a ese «orgullo de dar recetas y tener razón» que tan a menudo nos impide sintonizar con los otros. Quien admite su debilidad, puede dar ánimo a otro; le hace crecer. Quien, en cambio, presume de saberlo todo, puede paralizar a las personas a su alrededor. «No abras los labios, si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio», nos aconseja la sabiduría popular. La libertad para amar

Amar no consiste simplemente en hacer algo por alguien, sino en confiar en la vida que hay en él. Consiste en comprender al otro con sus reacciones más o menos oportunas, sus miedos y sus esperanzas. Es hacerle descubrir que es único y es digno de atención, es ayudarle a aceptar su propio valor, su propia belleza, la luz oculta en él, el sentido de su existencia. Y consiste en manifestar al otro la alegría de estar a su lado. La libertad para amar

Cuanto mayores son mis conocimientos sobre mi misión en la tierra, más fuerzas tengo para actuar, porque crece la libertad que me lleva a saltar los obstáculos. Obedecer a Dios: fuente de la libertad

La voz de Dios en nosotros se llama tradicionalmente «conciencia». Obedecer a Dios: fuente de la libertad

¡No estaban solos! Estaban metidos en Dios- Obedecer a Dios: fuente de la libertad

La obediencia se manifiesta, ordinariamente, en aceptar los acontecimientos de cada día, dándonos cuenta de que constituyen el lugar de cita con el Señor en cada momento. Obedecer a Dios: fuente de la libertad

A pesar de exigirnos mucho, el mismo Jesucristo nos asegura que su «carga es leve» [44]. Es leve por el amor que nos da alas y nos hace volar hacia lo alto. ¿Acaso no le pesan al pájaro las alas? Sí, pero sin ellas no se levantaría. Son un peso ligero para él.  Obedecer a Dios: fuente de la libertad

Obediencia inteligente» quiere decir, ante todo, que yo entiendo no sólo el mandato, sino también el sentido del mandato: veo su conexión con un fin digno de alcanzar. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Cuando alguien nos miente y engaña, no considerándonos dignos de la verdad, es difícil considerarle a él digno de nuestra confianza. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Toda crisis de obediencia es precedida por una crisis de autoridad, de auténtica autoridad. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Quien quiere que se le obedezca, debe dar pocos mandatos. En la formación de personas a todos los niveles conviene insistir en algunos puntos claros y esenciales, y dejar luego gran espontaneidad y libertad a la diferente mentalidad, al carácter y a la situación específica de cada uno. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Sería una injusticia juzgar con nuestra mentalidad de hoy los acontecimientos de ayer. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Formar significa liberar en el hombre las fuerzas dadas por Dios, y ayudarle a conseguir su pleno desarrollo natural y sobrenatural. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Un cristiano quiere encontrar a Dios en la época en que vive su generación. «En toda la historia del mundo hay una única hora importante, que es la presente. Quien huye del presente, huye de la hora de Dios». Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Hay personas que ni se dan cuenta de sus cadenas. Se acomodan al espíritu general que les parece obvio. Presiones exteriores

Cuando un cristiano es consciente de que el mismo Dios le apoya desde lo más profundo de su corazón, tiene fuerzas para vivir con serenidad los acontecimientos más dramáticos. Pero en ocasiones olvidamos esta presencia divina y permitimos que nos dominen la precipitación, la intranquilidad o la angustia. Entonces es como si desplazáramos a Jesucristo, como si saliéramos a solas de nuestra «morada» y le dijéramos: «Ahora no puedo contar contigo, tengo que hacerme cargo del asunto personalmente». La hora de la desgracia revela, con frecuencia, cuánta fe y confianza nos faltan todavía. Presiones exteriores

Como dice San Juan de la Cruz, poco importa que un pájaro esté atado con una cuerda gruesa o con un hilo de seda. El resultado final es el mismo: ¡el pájaro no puede volar!. Presiones exteriores

Decidimos «vivir solos»: no en la presencia amorosa de Cristo, sino ante la mirada crítica de los hombres, cuyos juicios no pueden ser sino limitados e incompletos, y muchas veces son injustos y hasta crueles. Esta decisión de «vivir solos» es el comienzo de conflictos sin fin, y en ella se nos revela el núcleo y la tragedia del pecado: no queremos trabar amistad con Dios, y terminamos dependiendo de los hombres. Presiones exteriores

Damos poder sobre nosotros a los demás, cuando nos hacemos dependientes del humor que ellos tengan. Presiones exteriores

El pecado nos hace entrar en el túnel de la insatisfacción, creando una especie de malestar general. Uno ya no se siente a gusto en su propia piel. Pero, si no se encuentra a gusto consigo mismo, entonces no se encuentra a gusto en ningún lugar. Y, en búsqueda de una mejora de la situación personal, puede ocurrir que se vuelva cada vez más egocéntrico. Presiones exteriores

Una lengua que no sabe más que calumniar, manifiesta un corazón destrozado», dice con acierto un proverbio alemán. Presiones exteriores

El que se afirma dominando es porque tiene una gran dificultad de amar. Admitir su amor por el otro sería admitir su necesidad de él, y eso es lo contrario de lo que pretende. Presiones exteriores

El orgullo y la dureza van unidos. El ser humano tiene, efectivamente, una capacidad de hacer el mal que, en ocasiones, nos espanta. Cuando Speer, el lugarteniente de Hitler –ya muy viejo–, salió de la cárcel de Spandau, le preguntaron los periodistas si, a su juicio, Hitler era un loco. «Lo que ocurre –respondió– es que cuando el hombre llega a tales extremos, lo atribuimos a la locura, pero en realidad es que no sabemos hasta dónde llega en el hombre el ansia de poder». Presiones exteriores.

Un rasgo característico de la mentalidad farisaica: los «buenos» exigen castigos para los «malos». Presiones exteriores

Olvidamos que «los tiempos del aplauso», de ordinario, no son tiempos de especial gracia. Saltar los muros

Soy libre cuando vivo en paz conmigo mismo, en paz con Dios. Saltar los muros

Hemos huido de nuestra «morada interior» en la que los problemas del mundo pierden su dureza y se relativizan. Y como no estamos «en casa», no podemos abrir la puerta, cuando Dios nos quiere visitar. Saltar los muros

Una nueva vida, que consiste esencialmente en una nueva amistad con Dios. Saltar los muros. Saltar los muros

La emancipación en sentido de madurez interior se consigue en el trato con Cristo. Saltar los muros

Cada vez me afectan menos las hostilidades o las calumnias que puedan surgir en mi entorno; no pierdo el tiempo acusando a otros, no lucho contra nadie; no quiero mostrar mi «grandeza». Sencillamente, disfruto de la vida. Hay en mí un espacio sobre el que nadie tiene poder, el espacio en el que Dios mora en mí. Allí encuentro un consuelo que el mundo no me puede dar, y mucha tranquilidad. Saltar los muros

Mientras nos perdemos en las comparaciones, son los demás quienes determinan nuestro estado de ánimo, y nos sentimos frecuentemente a disgusto. Si, en cambio, no nos preocupa hasta dónde subiremos en la carrera o cuánto vamos ganar, si no tenemos ni queremos poder, nos situamos fuera de los comunes «combates sociales» o de los llamados «juegos de poder» y de las rivalidades. Entonces podemos experimentar realmente la comunión con los demás. Saltar los muros

Es necesario, en un primer paso, separarse de algún modo del agresor, aunque sea sólo interiormente. Mientras el cuchillo está en la herida, la herida nunca se cerrará. Hace falta retirar el cuchillo, adquirir distancia del otro; sólo entonces podemos ver su rostro. Saltar los muros

Una persona no se define por lo que dicen de ella los demás, sino a partir de Dios. Saltar los muros

La ascética es imprescindible para una persona que no quiere vivir como hombre-masa, que no quiere ser manipulada por los medios. Existe en nosotros una facultad que nos permite mantenernos en pie, superar los golpes del destino y contemplar las estrellas. Saltar los muros

El Señor nos llama a la fe, no al éxito», afirma la Madre Teresa de Calcuta. Saltar los muros

Quien pone su confianza en Dios, recupera, con el tiempo, también su confianza en los hombres. Se vuelve capaz de descubrir lo bueno y bello que está en el fondo de cada persona, aunque esté cubierto por mucha ceniza. Si alguien, en cambio, no puede confiar en nadie, se hace daño, ante
todo, a sí mismo; vive centrado en sí, lleno de miedos y tensiones: «Quien desconfía, es viejo», dice la sabiduría popular. Saltar los muros

Quien se siente amado por Dios, sabe que no tiene que lograrlo todo con sus propias fuerzas. Por tanto, está lejos del peligro de caer en el activismo, y comienza a mirar el mundo con más hondura y serenidad. «El que reduce sus quehaceres, llegará a ser sabio», podemos leer en el Antiguo Testamento. Saltar los muros

Embarcarse en la vida que Dios le da. Saltar los muros

Vive consciente de su destino divino. Saltar los muros

Estamos llamados a confiar en Dios. Pero antes, mucho antes, Dios confía en nosotros. Nos da un sinnúmero de «talentos», de dones, para que hagamos el mundo más bello y habitable, ejerciendo la «fantasía del amor». Saltar los muros

Cada crisis es una fuente de vida. Cada situación es un don de lo alto, especialmente aquellas en las que experimentamos nuestras incapacidades y limitaciones, rechazos y duras críticas. Dios permite el dolor, porque sabe lo que va a hacer al «tercer día». Si nos deprimimos ante la dificultad, enterramos un talento recibido. Saltar los muros

Mucho cuidado de no «echar a perder» ese poco sufrimiento «injusto» que a veces puede aparecer en nuestra vida, pues nos une de manera muy especial a Cristo: humillaciones, envidias, incomprensiones y ofensas de todo tipo forman parte de una vida espiritual seria. Es como si Dios permitiese misteriosamente estas contradicciones para hacernos ver lo que sale de los oscuros fondos de nuestro corazón, y para conducirnos –poco a poco– a una humilde madurez. Saltar los muros

No echar a perder el sufrimiento significa, por ejemplo, no hablar de él si no es realmente necesario y de gran utilidad, guardarlo celosamente como un secreto entre nosotros y Dios. Un antiguo Padre del desierto afirma: «Por grandes que sean tus sufrimientos, tu victoria sobre ellos se encuentra en el silencio». En la misma línea advirtió un obispo a un grupo de sacerdotes jóvenes el día de su ordenación: «Recibiremos muchos golpes, pero prometemos desde ahora no devolverlos nunca». Saltar los muros

Precisamente cuando llegamos al punto cero, cuando todo se nos ha ido de las manos, cuando tenemos que confesar con dolor que jamás podremos garantizar nada por nosotros mismos, entonces podemos experimentar el poder divino: nuestra fuerza viene de lo alto, y no de nosotros mismos. Saltar los muros

Una persona que sufre, está llamada a abrirse a la gracia. Quien se abre, es humilde, y no siempre lo es quien se rebaja. Saltar los muros

No es que entienda todo lo que le pasa en el camino, pero confía en la bondad y sabiduría divinas. De este modo, puede afirmar, en los días de lluvia, lo mismo que dijeron algunos judíos durante la persecución nazi: «Creo en el sol, aunque no brille; creo en el amor, aunque no lo sienta; creo en Dios, aunque Él se calle». Saltar los muros

Una única persona que se abandona plenamente en Dios, tiene más poder que todo un ejército. Saltar los muros

¿Cómo habríamos de olvidar los antiguos mitos que están en el comienzo de todos los pueblos, los mitos de los dragones que, en el momento supremo, se transforman en príncipes o en princesas? Quizá todos los dragones de nuestra vida son príncipes o princesas que esperan sólo eso, vernos una vez hermosos y valientes. Saltar los muros

Tácito, el famoso historiador romano: «Cuantas más leyes dé el Estado, peor gobernará». Crear ambientes libres

Schiller: «Ante el hombre libre no tiembles nunca. Pero tiembla ante el esclavo, si es que llega a romper sus cadenas». Crear ambientes libres

En una ocasión, hacia la mitad del siglo XX, los padres de un estudiante buscaban en Madrid un sitio «seguro» para su hijo y llegaron a una residencia del Opus Dei. Cuando invitaron al Fundador a ejercer un poco de control sobre el chico, para que no se «perdiera» en la gran ciudad, recibieron una respuesta muy clara: «Se han confundido ustedes de puerta. Aquí no se vigila a nadie. En esta casa se ama mucho la libertad, y el que no sea capaz de vivirla y de respetar la de los demás, no cabe entre nosotros». Crear ambientes libres

La libertad es un riesgo, como también lo es el amor. Si queremos vivir a la altura del proyecto divino sobre nosotros, que es la altura del ser humano, no debemos renunciar a ninguno de ellos. Crear ambientes libres

La presencia de una persona puede hacernos vivir y crecer; pero también puede hacernos caer enfermos y paralizarnos, puede hacernos buenos o malos, felices o tristes. Todos necesitamos la experiencia de ser amados sin condiciones. Quien no tiene esta experiencia, no ama. Y quien se siente tratado como objeto, del mismo modo trata a los otros: si ha sido explotado, también explota a los demás. Crear ambientes libres

En un ambiente en que experimentamos que los otros nos tratan con sincera confianza, que creen –a pesar de todas las faltas– en algo bueno y bello que hay en nosotros, se despierta una profunda alegría en el corazón. Cuando alguien nos mira con cariño, nos vemos estimulados a emprender grandes cosas, porque queremos merecer esta mirada. Crear ambientes libres

Hay personas que engendran alrededor de sí un ámbito de confianza y de alegría. Es como si dieran alas a los demás. Crean grandes espacios vitales en los que todos pueden desenvolverse con gozo y propias iniciativas. El mundo parece más ancho y amplio, la vida parece más bella: así se conduce a los hombres al pleno despliegue de su libertad personal. Crear ambientes libres

Una prudente orientación de las fuerzas naturales conduce a que el mundo sea más bello y habitable. Educar personas libres

Un buen maestro influye más con su vida que a través de sus lecciones que da. Es «camino» para otros que, mirándole a él, se encuentran a sí mismos. Un antiguo dicho popular reza: «Búscate un maestro al que puedas apreciar más por lo que ves de él que por lo que oyes de él». Educar personas libres

El Papa Juan Pablo II confesó: «Mi padre se exigía tanto a sí mismo que no tenía que exigir nada de mí». Educar personas libres

No tienes que cambiar a tu hijo, sino a ti misma. Los problemas de tu hijo reflejan tus propios problemas. ¡Cámbiate a ti!». Educar personas libres

Todo lo que hacemos influye en el ambiente que nos rodea. Educar personas libres

Mostrar un rostro único y adquirir un estilo propio de vida. Educar personas libres

Nos sentimos felices cuando alguien nos hace entender: «Te quiero por ser el que eres; y no te quiero –ni en primer, ni en segundo lugar– por tu belleza o tu inteligencia, ni por tu riqueza o tu musicalidad. Puedes contar conmigo a través de todos los altibajos de la vida». Educar personas libres

La verdad engendra odio cuando se endurece o petrifica. Educar personas libres

Los modos de decir la verdad cuentan tanto como la verdad misma que se dice. Educar personas libres

Conviene transmitir a todos los que han fallado, de un modo u otro, que seguimos confiando plenamente en ellos, tal como otros confían en nosotros a pesar de nuestras miserias. «No, tú no eres así. ¡Sé quien eres! En realidad eres mucho mejor». Educar personas libres

Justamente cuando alguien ha fracasado, necesita experimentar que hay otro que le quiere, y que desea todo el bien posible para él, su pleno desarrollo, su dicha profunda; le quiere desde el fondo del corazón, con gran sinceridad. Educar personas libres

Podemos estar completamente seguros de que, lo que permanece para siempre, no será nuestro dinero, ni el aplauso. Lo único que contará al final de nuestra vida, será el amor que hemos ofrecido y recibido. No tendremos nada más. Educar personas libres




domingo, 1 de octubre de 2017

Los 12 pasos del perdón

Cada acto de aceptación abre nuestro corazón al amor, y el amor cura todas las heridas.
Al pasar por la vida, ocurren muchas situaciones y se nos ofrecen muchas relaciones. Cada una de ellas nos ofrece una oportunidad de elegir el miedo o de elegir el amor. Si elegimos el amor, nos bendecimos a nosotros mismos y bendecimos a los demás. Si elegimos el miedo, estamos pidiendo amor desde la parte de nosotros que está más herida. Introducción

Es importante darse cuenta de que cada sentimiento negativo surge de la percepción de una falta de amor. PRIMER PASO: Reconoce el miedo

Si quiero tu amor, debo dejarte libre. Debo estar dispuesto a prescindir de él. Debo estar dispuesto a buscar el amor dentro, no fuera. TERCER PASO: Retira la proyección

Ahora mismo, mi reto es estar con lo que es. ¿Hay dolor? De acuerdo, entonces debo estar con el dolor. ¿Hay tristeza? De acuerdo, entonces debo estar con la tristeza. CUARTO PASO: Asume la responsabilidad

Sólo hay lo que está ocurriendo. CUARTO PASO: Asume la responsabilidad

Una de las prácticas espirituales más importantes es dejar que las cosas sean tal como son, sin interpretación, sin embellecerlas, sin juzgarlas. Inmediatamente, esto pone al ego del revés. CUARTO PASO: Asume la responsabilidad

Responsabilizarme implica aceptar mi vida tal como es. Eso significa que no desperdicio mi energía intentando cambiar la forma eterna de mi vida. Significa que no intento que los demás me provean la motivación que necesito para cambiar. Si es que se produce algún cambio, es porque viene desde dentro. Viene de estar con lo que hay aquí y ahora, con paciencia e integridad. CUARTO PASO:
Asume la responsabilidad

En este momento, me siento herido por ti, pero me doy cuenta de que tú no eres la causa de mi herida. Mi herida existía antes de que tú me tocaras en ese lugar sensible. O me siento enfadado contigo porque me has decepcionado. Sin embargo, tú no eres la causa de mi decepción. Las expectativas que pongo en ti me programan para el rechazo. Tú simplemente entras en mi programa. Tú apareces como un espejo para mostrarme que mis expectativas son disfuncionales. No puedo cambiar lo que haces o dejas de hacer, pero puedo cambiar mis expectativas con respecto a ti. Yo no puedo cambiarte. Por lo tanto, mi única postura hacia ti debe ser de aceptación. Cuando no te acepto tal como eres, pierdo mi paz. Segunda piedra angular: Encuentra la igualdad con los demás

Si juzgas a los demás, alteras tu paz, porque interiorizas todos los juicios que haces. Si aceptas a los demás, te bendices a ti mismo, porque lo que envías hacia fuera vuelve a ti. SEGUNDA PIEDRA ANGULAR: Encuentra la igualdad con los demás

La culpabilidad dice: «Nada que yo pueda hacer será suficiente para enmendar mis errores». La responsabilidad dice: «Abrí esta herida y puedo cerrarla». QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

Cuanto más nos dedicamos a juzgar a los demás, más nos juzgamos inconscientemente a nosotros mismos. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

La culpa y la responsabilidad se excluyen mutuamente. La culpa se queda pegada a la herida, impidiendo que ésta se cure. El primer paso del proceso de curación es la responsabilidad. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

Toda nuestra ira y dolor son una llamada al amor. Tenemos que reconocer esto, porque de otra manera tomaremos nuestra conciencia y la usaremos para golpearnos a nosotros mismos. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

Yo no soy malvado por haberte atacado, y tú tampoco eres malvado por haberme atacado. Nuestro ataque mutuo viene de que ambos nos sentimos profundamente inadecuados. Viene de un lugar en el que ni tú ni yo nos sentimos amados. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

Mientras yo mismo me crucifique o te crucifique por cometer un error, nuestra curación no puede comenzar. Lo importante no es el error. Es el aprendizaje, el crecimiento, el cambio de percepción que el error trae consigo. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

La responsabilidad no viene del ego. La culpa, sí. La culpa prolonga la sensación de separación. Mantiene la herida abierta. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo.

La culpabilidad dice: “Nada que yo pueda hacer será suficiente para enmendar mis errores.” La responsabilidad dice: “Abrí esta herida y puedo cerrarla”. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo.

Cuando hablamos de curación, hablamos de abandonar los juicios sobre nosotros mismos y la culpabilidad por los errores del pasado. Esto exige responsabilidad y delicadeza. Se trata de soltar lo que no nos pertenece. Se trata de lavar esa sustancia pegajosa que aparece sobre nuestra piel cuando nos dedicamos a justificar nuestros juicios sobre los demás. Se trata de bañar la totalidad del alma en amor y aceptación. QUINTO PASO: Abandona la culpa y deja de juzgarte a ti mismo

Cada gesto de autoaceptación desvela la luz interna y ayuda a aligerar mi camino. Es posible que la ligereza sólo me dure un minuto más, pero eso está bien. Cuando me acepto, el paso siguiente viene por sí mismo.
El amor de Dios, la gracia, la guía, viene a través del canal de tu amor hacia ti mismo. Cuando te aceptas tal cual como eres, abres ese canal. Y lo mismo ocurre cuando aceptas a los demás tal cual como son.
El camino de la paz es simple si estás dispuesto a practicarlo:
1. Acéptate tal como eres. Estás bien con todos tus problemas, dolores y preocupaciones. No tienes que cambiar nada. No tienes que conseguir nada ni tienes que librarte de nada. Eres perfecto aquí y ahora. Deja que ese conocimiento cale dentro de ti. Conforme lo haga, los juicios se irán cayendo por sí mismos.
2. Acepta a los demás tal como son. Ellos están bien con todos sus aparentes aspectos positivos y negativos. No tienes que cambiarlos. Ellos no tienen que mejorarse a sí mismos para merecer tu aceptación. Ellos no necesitan tu aprobación y tú no necesitas la suya. Ellos están bien y tú estás bien. Nadie tiene razón. Nadie está equivocado. Existís el uno al lado del otro. A medida que aceptas a los demás, tu corazón se abre. A medida que aceptas a los demás, te haces más delicado contigo mismo.
3. Acepta tu vida tal como es ahora mismo. No tienes que cambiar nada al respecto. Cada situación es perfecta tal como es. Cada relación es perfecta tal como es. Cada lección te permite crecer. Cada obstáculo externo te ayuda a profundizar más, hasta la fuente misma del amor. No interpretes tu vida, pues si lo haces encontrarás que le falta algo. No le falta nada. Tus interpretaciones a favor o en contra son la ilusión que has de deshacer. Acepta tu vida tal como es. Entonces, todas las creencias que no te honran o que no honrarán a los demás se caerán, porque no habrá nada que las sustente. Hacia el espacio vacío que creas en tu corazón al negarte a juzgar, fluye la presencia del amor. SEXTO PASO: Acéptate como eres y acepta a los demás como son.

Te opondrás a aquello que no puedas aceptar, y en esa oposición estará tu atadura. Lo que aceptas atraviesa delicadamente tu corazón. Nada te empuja. Nada te retiene. Vas donde quiera que te lleve el amor. SEXTO PASO: Acéptate como eres y acepta a los demás como son.

La mayor ayuda que puedes dar o recibir de los demás son las palabras de ánimo. OCTAVO PASO: Sé tu propia autoridad

Mi propósito aquí no es intentar controlar mi vida. Mi propósito es trabajar con ella. TERCERA PIEDRA ANGULAR: Confía en tu vida

Habito simplemente en la comprensión de que estoy bien tal como soy, de que tú estás bien tal como eres, y de que la vida está bien tal como es. Ésta es mi dicha. Ésta es mi sustancia. TERCERA PIEDRA ANGULAR: Confía en tu vida.

Cada lección que me llega trata de hacerme despertar, no de castigarme. NOVENO PASO: Acepta la lección.

Aprender mi lección me exige tener mucha compasión por mí mismo. Tengo que darme cuenta de que no me resulta fácil cambiar mi manera de percibir la realidad. Si lo fuera, no necesitaría una lección que practicar. NOVENO PASO: Acepta la lección

Entiendo mal mi lección si creo que me pide que sea algo que no soy, o que dé algo que no tengo. Si surge el miedo, la enseñanza me impulsa a atravesarlo. Si hay algo que representa una carga para mí, se me pide que no cargue con ello. NOVENO PASO: Acepta la lección

En lugar de sospechar de lo desconocido, le doy la bienvenida NOVENO PASO: Acepta la lección

Cuando siento dolor en mi vida, me tenso automáticamente. Me resisto al dolor. Lucho con él. Me quejo. Raras veces soy capaz de aceptar el dolor y de preguntar cuál es su mensaje. Mi tendencia a resistirme viene de la creencia de que el dolor es un ataque contra mí. De modo que trato de exorcizarlo. Pero eso sólo ahonda el dolor. Por experiencia, aprendo que no puedo salir del dolor a través de la resistencia, sino de la aceptación. NOVENO PASO: Acepta la lección

Es una paradoja abrumadora. El dolor sólo se disuelve cuando dejo de invertir en que se vaya. En cuanto trato de librarme de él, el dolor se resiste. NOVENO PASO: Acepta la lección

El dolor no es un castigo, sino una comunicación. Me dice que algo se ha torcido. Me pide que realice algún tipo de ajuste. Me pide que venga a una nueva conciencia. NOVENO PASO: Acepta la lección

Asimismo, cada lección me pide que abra mi corazón y mi mente de una manera nueva. NOVENO PASO: Acepta la lección

Debo renunciar a los viejos mecanismos de defensa que ya no necesito para sobrevivir. Centímetro a centímetro, el territorio cedido al miedo debe abrirse al abrazo del amor. NOVENO PASO: Acepta la lección

Cada vez más me doy cuenta de que lo importante no es lo que ocurre en mi vida, sino cómo reacciono ante ello. Al poner el énfasis en mis reacciones, sobre las que puedo influir, me fortalezco a mí mismo para abordar creativamente las abundantes situaciones difíciles que la vida me presenta. NOVENO PASO: Acepta la lección

Ya no soy una víctima de fuerzas desagradables y externas a mi, sino el protagonista que influye positivamente en el resultado de los sucesos al mantener una actitud de confianza, esperanza y fe. Ciertamente, cuando ocurre algo que altera mi paz, me doy cuenta que mi actitud hacia la vida se ha desplomado. Cuando me permito mirar con tranquilidad dentro de mí y elevar mi corazón, veo a mi alrededor un mundo más grácil y cooperativo. NOVENO PASO: Acepta la lección

Cuando lucho contra la lección que me toca aprender, ella es mi enemiga. Cuando la acepto, es mi amiga. Siempre establezco algún tipo de relación con mi lección, y la relación que establezco determina si me resisto a ella o si la aprendo y paso a otra cosa. NOVENO PASO: Acepta la lección

Date cuenta de que todo está bien como está. DÉCIMO PASO: Date cuenta de que todo está bien como está.

Siempre hay algo que aprender, algo que soltar, algo que agradecer. DÉCIMO PASO: Date cuenta de que todo está bien como está

Cada momento de nuestra vida es un momento que nos pide algún gesto de perdón. DÉCIMO PASO: Date cuenta de que todo está bien como está

La manera más fácil de abrir tu corazón es pedir ayuda u ofrecerla. Si estás teniendo dificultades, pide ayuda. Pídesela a un amigo. Pídesela a un extraño. Pídesela a Dios. Pide. DUODÉCIMO PASO: Abre tu corazón.

Si quieres abrir tu corazón, ofrece ayuda a alguien. Acércate a un amigo o a un extraño; no importa. Deja que tu intuición te guíe. Allí fuera, en alguna parte, alguien está pidiendo amor. No, no de manera evidente, sino silenciosa. Y tú sabrás quien es. DUODÉCIMO PASO: Abre tu corazón

El corazón es un músculo espiritual. Se abre y se cierra. Cuanto más trabaja, más se fortalece. DUODÉCIMO PASO: Abre tu corazón

Por más que lo intentes no vas a cambiar el flujo de la vida, sus vaivenes. La vida sigue tanto si te aferras como si sueltas. DUODÉCIMO PASO: Abre tu corazón

Las acciones hablan más alto y claro que las palabras. DUODÉCIMO PASO: Abre tu corazón

Cada suceso aparentemente negativo que nos ocurre en la vida toca en primer lugar nuestra culpabilidad. Y antes de que nos demos cuenta, nos hemos hundido en un agujero negro emocional. En ese agujero nos sentimos indignos. Dios no nos ama. No les importamos a los demás. Y nuestras vidas están vacías y no tienen significado. CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

Vivir en la conciencia del amor de Dios significa llegar a entender y aceptar nuestra completa incapacidad de entender cualquier cosa por nosotros mismos. Significa renunciar a nuestra necesidad de conocer o controlar. CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

Significa aprender a confiar en que todo lo que nos ocurre tiene una razón, aunque no podamos verla. Todo lo que entra en mi vida trae una bendición silenciosa, aunque yo no pueda sentirla. CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

En lugar de juegos de poder, déjame rendirme a esta simple verdad. Dios nos ama igualmente a ti y a mí. Entonces, ¿cómo podría haber victoria o derrota para cualquiera de nosotros? CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

Vivir en la conciencia del amor de Dios es entender que nunca te ha ocurrido nada malo, porque, ¿cómo le podría ocurrir algo malo al hijo o a la hija de Dios? En verdad, eso no es posible. CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

Ocurren cosas que parecen malas, pero yo no sé qué significan. No soy capaz de juzgarlas. Soy inocente y libre. Porque el que sabe me guía a lo largo de este día, de esta hora, de este momento de lágrimas o de pena silenciosa. CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

Mi vida es una oración que pide paz. Mi vida es una oración que pide verdad. En la aparente ausencia de amor, pido amor sin avergonzarme. Porque amor es lo que quiero y amor es lo que necesito. CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios

«Muéstrame el camino de vuelta a casa. He perdido la paz». CUARTA PIEDRA ANGULAR: Recuerda el amor de Dios
acto de acep

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...