jueves, 5 de octubre de 2017

Jutta Burgggraf; Libertad vivida con la fuerza de la fe


La primera condición para influir positivamente en nuestro mundo, consiste en aceptarnos a nosotros mismos de todo corazón. Somos más fuertes cuanto más somos nosotros mismos, cuando asumimos nuestra realidad. Una llamada original

Hemos olvidado que no somos solamente algo, sino alguien: un ser que es querido tiernamente por Dios y llamado a vivir una vida única y apasionante, a ser libre y creativo, y a superar con la gracia divina hasta los obstáculos más grandes que podamos encontrar en el camino. Una llamada original

¿Qué es la libertad? Es la capacidad radical de ser protagonistas de nuestra vida. Una llamada original

La libertad permite alcanzar la máxima grandeza, pero también incluye la posibilidad de un desvío completo. Tiene que ver con la autorrealización y con la autodestrucción del hombre. Una llamada original

Cada uno de nosotros tiene la misión de alumbrar algo nuevo. Cada hombre es original y único. Con cada nacimiento, algo singularmente nuevo comienza en el mundo. Lo nuevo, dice Hannah Arendt, «siempre aparece en forma de milagro». Una llamada original. Una llamada original

Todo hombre puede ofrecer al mundo muchas sorpresas, aportar pensamientos nuevos, palabras nuevas, soluciones nuevas, actuaciones únicas. Es capaz de vivir su propia vida, y de ser fuente de inspiración y apoyo para otros. A veces, conviene recobrar la mirada del niño, para abrirnos a la propia novedad –y a la de cada persona–, y así descubrir el desafío que encierra cada situación. El mundo será lo que nosotros hagamos de él. Una llamada original

Nadie debe convertirse en un «autómata», sin rostro ni originalidad. Nadie está destinado a ser un «hombre-masa». Justamente hoy es más necesario que nunca que tomemos conciencia de la gran riqueza de la vida humana y busquemos caminos para llegar a ser «más» hombres, y no unas personas renuentes, asustadas y enlutadas. Una llamada original

El Creador tiene una idea maravillosa de cada uno de nosotros; ha confiado a cada uno un proyecto original. Una llamada original

Mientras no descubramos este inmenso amor de Dios hacia nosotros, viviremos vagabundeando, asfixiados, como huérfanos que no tienen ni casa ni padre. Una llamada original

Un cristiano acoge su existencia como don. Sabe que recibe mucho de los hombres, y todo de Dios. No sólo cree en la existencia divina, sino que cree en el amor divino: un amor eternamente nuevo que se halla en el origen de su existencia y llega a lo que hay de más profundo en él. Una llamada original

La primera condición para influir positivamente en nuestro mundo, consiste en aceptarnos a nosotros mismos de todo corazón. Somos más fuertes cuánto más somos nosotros mismos, cuando asumimos nuestra realidad. Una llamada original

Lo importante no es el papel que las personas desempeñan en la sociedad, sino cómo lo interpretan. Una llamada original

Nuestra vida no es algo dado de una vez para siempre. Es más bien un quehacer, un proyecto, que tenemos que realizar. Una llamada original

La cuestión no es: ¿Qué puedo hacer por Dios?, sino ¿Cómo me dejo amar por Él? La libertad interior

La «vida en plenitud» no se refiere a la cantidad de experiencias que acumulamos, no se trata de probarlo todo: uno puede ir a mil congresos científicos y conservar un carácter infantil. Por el contrario, otro puede no haber salido nunca de su aldea y llegar a ser un sabio. No se trata de hacer más, sino de ser más. La libertad interior

Una auténtica revolución interior: no nos apoyamos en nuestras fuerzas, sino exclusivamente en la omnipotencia divina. Entonces, la raíz de nuestra acción será fuerte, y nuestra vida será unitaria. Juan Pablo II nos dio un ejemplo luminoso de ello. En sus últimos tiempos, un periodista entrevistó a un cardenal del Vaticano: «¿Qué piensa usted del Papa?», una pregunta un tanto general. «Es un hombre sumamente peligroso», respondió el cardenal con claridad. «¿Por qué es peligroso?», volvió a preguntar el periodista. «Confía completamente en Dios». La libertad interior

No hay nada más revolucionario que una persona que se deja llevar por el Espíritu Santo. La libertad interior

la libertad interior no es una trinchera, detrás de la cual uno se aísla dando la espalda a los demás, o rechazándolos. Quien actúa así, puede convertirse fácilmente en un introvertido, que sólo es libre «para sí mismo», que busca ante todo su independencia, su inviolabilidad y se separa de los demás. De este modo, se queda solo, sin amigos. Después de haber descubierto la propia interioridad, es preciso pasar al segundo nivel, abrirse, manifestar y ejercer la libertad. La libertad interior

La libertad es la capacidad de conducirse a sí mismo. ¿De qué me sirve esta capacidad, si no me atrevo a tomar decisiones? La libertad de ejercicio

Cuando evito tomar decisiones concretas y comprometedoras, no soy yo quien traza mi historia personal y única, ya que me dejo llevar por las circunstancias. Entonces serán otros los que decidirán en mi lugar, mientras el tiempo sigue pasando inexorablemente... Como dice la sabiduría popular –y también Moltke, uno de los genios militares de Prusia–, no hay peor decisión que la que no se toma. La libertad de ejercicio

Cuanto más grandes son las aspiraciones, más grande es la libertad. La libertad de ejercicio

Es importante apuntar muy alto para engrandecer el corazón y movilizar las energías. Cuando quieres construir una nave y buscas personas para realizar esta tarea –subraya un dicho popular alemán– no les digas que busquen el material y hagan cálculos complicados, sino despierta en ellas las ansias hacia el océano grande y amplio». La libertad de ejercicio

Cuando una persona decide ser médico, en unos años será otra persona distinta que si hubiera decidido ser artista. Muchas circunstancias de nuestra vida dependen, al menos en buena parte, de nuestra voluntad: el estado de vida, la profesión, los amigos, la práctica de la fe... «El destino te lo montas tú», dice con razón una canción hecha por jóvenes. La libertad de ejercicio

los sentimientos pueden oscurecer la verdad. La libertad de ejercicio

Una persona libre vive de acuerdo con lo que es. Vive de acuerdo con su orden interior, sin dejarse dominar por las situaciones que van y vienen, que hoy son, pero mañana ya no serán. La libertad de ejercicio

Si permanecemos en el dolor, bloqueamos el ritmo de la naturaleza; entonces, la relación hacia la persona fallecida no puede considerarse como una relación sana. Algunos se niegan a cambiar los muebles de la habitación de la persona muerta. O bien no desean escuchar una determinada melodía, porque no le gustaba al difunto. La libertad de ejercicio

Muchas veces el comportamiento delata los sentimientos de modo más directo, visible y auténtico que las palabras» . La Libertad de ejercicio

El único modo de experimentar la felicidad es sentirla. La libertad para amar

Si busco continuamente las alegrías que me pueden dar los otros hombres o las cosas, nunca llegaré a ser feliz. La libertad para amar

La amistad puede experimentarse como algo que alienta y sostiene, que fortalece, da seguridad y libera. La libertad para amar

Tratando y queriendo a la gente más variada se ensancha su corazón, se hace más profundo su conocimiento de la condición humana y menos radicales sus juicios sobre situaciones complejas. La libertad para amar

El amor hace a todos primeros. La libertad para amar

Cada persona es importante y sagrada, independiente de sus deficiencias y errores, su fragilidad y su vida pasada. Si los últimos serán los primeros en el reino de Cristo, tenemos que respetar más el tallo de hierba que la orquídea, más la gota de rocío que la catarata, y conviene pedir a Dios que nos quite las anteojeras. La libertad para amar

La «ascética» se prueba en la capacidad de escuchar. Nos mueve a empeñarnos en el difícil arte de ir a fondo con los demás, de no quedarnos en lo que dicen, sino llegar a lo que quieren decir, de no oír solamente palabras, sino mensajes. Escuchar es caridad. A veces consistirá en asumir la vocación de papelera o de saco de basura. Tal vez la escasez de estos oyentes papelera sea la causa de la soledad de tantas personas: están llenas de experiencias que no pueden compartir con otros. La libertad para amar

Renunciar a ese «orgullo de dar recetas y tener razón» que tan a menudo nos impide sintonizar con los otros. Quien admite su debilidad, puede dar ánimo a otro; le hace crecer. Quien, en cambio, presume de saberlo todo, puede paralizar a las personas a su alrededor. «No abras los labios, si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio», nos aconseja la sabiduría popular. La libertad para amar

Amar no consiste simplemente en hacer algo por alguien, sino en confiar en la vida que hay en él. Consiste en comprender al otro con sus reacciones más o menos oportunas, sus miedos y sus esperanzas. Es hacerle descubrir que es único y es digno de atención, es ayudarle a aceptar su propio valor, su propia belleza, la luz oculta en él, el sentido de su existencia. Y consiste en manifestar al otro la alegría de estar a su lado. La libertad para amar

Cuanto mayores son mis conocimientos sobre mi misión en la tierra, más fuerzas tengo para actuar, porque crece la libertad que me lleva a saltar los obstáculos. Obedecer a Dios: fuente de la libertad

La voz de Dios en nosotros se llama tradicionalmente «conciencia». Obedecer a Dios: fuente de la libertad

¡No estaban solos! Estaban metidos en Dios- Obedecer a Dios: fuente de la libertad

La obediencia se manifiesta, ordinariamente, en aceptar los acontecimientos de cada día, dándonos cuenta de que constituyen el lugar de cita con el Señor en cada momento. Obedecer a Dios: fuente de la libertad

A pesar de exigirnos mucho, el mismo Jesucristo nos asegura que su «carga es leve» [44]. Es leve por el amor que nos da alas y nos hace volar hacia lo alto. ¿Acaso no le pesan al pájaro las alas? Sí, pero sin ellas no se levantaría. Son un peso ligero para él.  Obedecer a Dios: fuente de la libertad

Obediencia inteligente» quiere decir, ante todo, que yo entiendo no sólo el mandato, sino también el sentido del mandato: veo su conexión con un fin digno de alcanzar. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Cuando alguien nos miente y engaña, no considerándonos dignos de la verdad, es difícil considerarle a él digno de nuestra confianza. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Toda crisis de obediencia es precedida por una crisis de autoridad, de auténtica autoridad. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Quien quiere que se le obedezca, debe dar pocos mandatos. En la formación de personas a todos los niveles conviene insistir en algunos puntos claros y esenciales, y dejar luego gran espontaneidad y libertad a la diferente mentalidad, al carácter y a la situación específica de cada uno. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Sería una injusticia juzgar con nuestra mentalidad de hoy los acontecimientos de ayer. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Formar significa liberar en el hombre las fuerzas dadas por Dios, y ayudarle a conseguir su pleno desarrollo natural y sobrenatural. Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Un cristiano quiere encontrar a Dios en la época en que vive su generación. «En toda la historia del mundo hay una única hora importante, que es la presente. Quien huye del presente, huye de la hora de Dios». Obedecer a autoridades humanas: expresión de la libertad

Hay personas que ni se dan cuenta de sus cadenas. Se acomodan al espíritu general que les parece obvio. Presiones exteriores

Cuando un cristiano es consciente de que el mismo Dios le apoya desde lo más profundo de su corazón, tiene fuerzas para vivir con serenidad los acontecimientos más dramáticos. Pero en ocasiones olvidamos esta presencia divina y permitimos que nos dominen la precipitación, la intranquilidad o la angustia. Entonces es como si desplazáramos a Jesucristo, como si saliéramos a solas de nuestra «morada» y le dijéramos: «Ahora no puedo contar contigo, tengo que hacerme cargo del asunto personalmente». La hora de la desgracia revela, con frecuencia, cuánta fe y confianza nos faltan todavía. Presiones exteriores

Como dice San Juan de la Cruz, poco importa que un pájaro esté atado con una cuerda gruesa o con un hilo de seda. El resultado final es el mismo: ¡el pájaro no puede volar!. Presiones exteriores

Decidimos «vivir solos»: no en la presencia amorosa de Cristo, sino ante la mirada crítica de los hombres, cuyos juicios no pueden ser sino limitados e incompletos, y muchas veces son injustos y hasta crueles. Esta decisión de «vivir solos» es el comienzo de conflictos sin fin, y en ella se nos revela el núcleo y la tragedia del pecado: no queremos trabar amistad con Dios, y terminamos dependiendo de los hombres. Presiones exteriores

Damos poder sobre nosotros a los demás, cuando nos hacemos dependientes del humor que ellos tengan. Presiones exteriores

El pecado nos hace entrar en el túnel de la insatisfacción, creando una especie de malestar general. Uno ya no se siente a gusto en su propia piel. Pero, si no se encuentra a gusto consigo mismo, entonces no se encuentra a gusto en ningún lugar. Y, en búsqueda de una mejora de la situación personal, puede ocurrir que se vuelva cada vez más egocéntrico. Presiones exteriores

Una lengua que no sabe más que calumniar, manifiesta un corazón destrozado», dice con acierto un proverbio alemán. Presiones exteriores

El que se afirma dominando es porque tiene una gran dificultad de amar. Admitir su amor por el otro sería admitir su necesidad de él, y eso es lo contrario de lo que pretende. Presiones exteriores

El orgullo y la dureza van unidos. El ser humano tiene, efectivamente, una capacidad de hacer el mal que, en ocasiones, nos espanta. Cuando Speer, el lugarteniente de Hitler –ya muy viejo–, salió de la cárcel de Spandau, le preguntaron los periodistas si, a su juicio, Hitler era un loco. «Lo que ocurre –respondió– es que cuando el hombre llega a tales extremos, lo atribuimos a la locura, pero en realidad es que no sabemos hasta dónde llega en el hombre el ansia de poder». Presiones exteriores.

Un rasgo característico de la mentalidad farisaica: los «buenos» exigen castigos para los «malos». Presiones exteriores

Olvidamos que «los tiempos del aplauso», de ordinario, no son tiempos de especial gracia. Saltar los muros

Soy libre cuando vivo en paz conmigo mismo, en paz con Dios. Saltar los muros

Hemos huido de nuestra «morada interior» en la que los problemas del mundo pierden su dureza y se relativizan. Y como no estamos «en casa», no podemos abrir la puerta, cuando Dios nos quiere visitar. Saltar los muros

Una nueva vida, que consiste esencialmente en una nueva amistad con Dios. Saltar los muros. Saltar los muros

La emancipación en sentido de madurez interior se consigue en el trato con Cristo. Saltar los muros

Cada vez me afectan menos las hostilidades o las calumnias que puedan surgir en mi entorno; no pierdo el tiempo acusando a otros, no lucho contra nadie; no quiero mostrar mi «grandeza». Sencillamente, disfruto de la vida. Hay en mí un espacio sobre el que nadie tiene poder, el espacio en el que Dios mora en mí. Allí encuentro un consuelo que el mundo no me puede dar, y mucha tranquilidad. Saltar los muros

Mientras nos perdemos en las comparaciones, son los demás quienes determinan nuestro estado de ánimo, y nos sentimos frecuentemente a disgusto. Si, en cambio, no nos preocupa hasta dónde subiremos en la carrera o cuánto vamos ganar, si no tenemos ni queremos poder, nos situamos fuera de los comunes «combates sociales» o de los llamados «juegos de poder» y de las rivalidades. Entonces podemos experimentar realmente la comunión con los demás. Saltar los muros

Es necesario, en un primer paso, separarse de algún modo del agresor, aunque sea sólo interiormente. Mientras el cuchillo está en la herida, la herida nunca se cerrará. Hace falta retirar el cuchillo, adquirir distancia del otro; sólo entonces podemos ver su rostro. Saltar los muros

Una persona no se define por lo que dicen de ella los demás, sino a partir de Dios. Saltar los muros

La ascética es imprescindible para una persona que no quiere vivir como hombre-masa, que no quiere ser manipulada por los medios. Existe en nosotros una facultad que nos permite mantenernos en pie, superar los golpes del destino y contemplar las estrellas. Saltar los muros

El Señor nos llama a la fe, no al éxito», afirma la Madre Teresa de Calcuta. Saltar los muros

Quien pone su confianza en Dios, recupera, con el tiempo, también su confianza en los hombres. Se vuelve capaz de descubrir lo bueno y bello que está en el fondo de cada persona, aunque esté cubierto por mucha ceniza. Si alguien, en cambio, no puede confiar en nadie, se hace daño, ante
todo, a sí mismo; vive centrado en sí, lleno de miedos y tensiones: «Quien desconfía, es viejo», dice la sabiduría popular. Saltar los muros

Quien se siente amado por Dios, sabe que no tiene que lograrlo todo con sus propias fuerzas. Por tanto, está lejos del peligro de caer en el activismo, y comienza a mirar el mundo con más hondura y serenidad. «El que reduce sus quehaceres, llegará a ser sabio», podemos leer en el Antiguo Testamento. Saltar los muros

Embarcarse en la vida que Dios le da. Saltar los muros

Vive consciente de su destino divino. Saltar los muros

Estamos llamados a confiar en Dios. Pero antes, mucho antes, Dios confía en nosotros. Nos da un sinnúmero de «talentos», de dones, para que hagamos el mundo más bello y habitable, ejerciendo la «fantasía del amor». Saltar los muros

Cada crisis es una fuente de vida. Cada situación es un don de lo alto, especialmente aquellas en las que experimentamos nuestras incapacidades y limitaciones, rechazos y duras críticas. Dios permite el dolor, porque sabe lo que va a hacer al «tercer día». Si nos deprimimos ante la dificultad, enterramos un talento recibido. Saltar los muros

Mucho cuidado de no «echar a perder» ese poco sufrimiento «injusto» que a veces puede aparecer en nuestra vida, pues nos une de manera muy especial a Cristo: humillaciones, envidias, incomprensiones y ofensas de todo tipo forman parte de una vida espiritual seria. Es como si Dios permitiese misteriosamente estas contradicciones para hacernos ver lo que sale de los oscuros fondos de nuestro corazón, y para conducirnos –poco a poco– a una humilde madurez. Saltar los muros

No echar a perder el sufrimiento significa, por ejemplo, no hablar de él si no es realmente necesario y de gran utilidad, guardarlo celosamente como un secreto entre nosotros y Dios. Un antiguo Padre del desierto afirma: «Por grandes que sean tus sufrimientos, tu victoria sobre ellos se encuentra en el silencio». En la misma línea advirtió un obispo a un grupo de sacerdotes jóvenes el día de su ordenación: «Recibiremos muchos golpes, pero prometemos desde ahora no devolverlos nunca». Saltar los muros

Precisamente cuando llegamos al punto cero, cuando todo se nos ha ido de las manos, cuando tenemos que confesar con dolor que jamás podremos garantizar nada por nosotros mismos, entonces podemos experimentar el poder divino: nuestra fuerza viene de lo alto, y no de nosotros mismos. Saltar los muros

Una persona que sufre, está llamada a abrirse a la gracia. Quien se abre, es humilde, y no siempre lo es quien se rebaja. Saltar los muros

No es que entienda todo lo que le pasa en el camino, pero confía en la bondad y sabiduría divinas. De este modo, puede afirmar, en los días de lluvia, lo mismo que dijeron algunos judíos durante la persecución nazi: «Creo en el sol, aunque no brille; creo en el amor, aunque no lo sienta; creo en Dios, aunque Él se calle». Saltar los muros

Una única persona que se abandona plenamente en Dios, tiene más poder que todo un ejército. Saltar los muros

¿Cómo habríamos de olvidar los antiguos mitos que están en el comienzo de todos los pueblos, los mitos de los dragones que, en el momento supremo, se transforman en príncipes o en princesas? Quizá todos los dragones de nuestra vida son príncipes o princesas que esperan sólo eso, vernos una vez hermosos y valientes. Saltar los muros

Tácito, el famoso historiador romano: «Cuantas más leyes dé el Estado, peor gobernará». Crear ambientes libres

Schiller: «Ante el hombre libre no tiembles nunca. Pero tiembla ante el esclavo, si es que llega a romper sus cadenas». Crear ambientes libres

En una ocasión, hacia la mitad del siglo XX, los padres de un estudiante buscaban en Madrid un sitio «seguro» para su hijo y llegaron a una residencia del Opus Dei. Cuando invitaron al Fundador a ejercer un poco de control sobre el chico, para que no se «perdiera» en la gran ciudad, recibieron una respuesta muy clara: «Se han confundido ustedes de puerta. Aquí no se vigila a nadie. En esta casa se ama mucho la libertad, y el que no sea capaz de vivirla y de respetar la de los demás, no cabe entre nosotros». Crear ambientes libres

La libertad es un riesgo, como también lo es el amor. Si queremos vivir a la altura del proyecto divino sobre nosotros, que es la altura del ser humano, no debemos renunciar a ninguno de ellos. Crear ambientes libres

La presencia de una persona puede hacernos vivir y crecer; pero también puede hacernos caer enfermos y paralizarnos, puede hacernos buenos o malos, felices o tristes. Todos necesitamos la experiencia de ser amados sin condiciones. Quien no tiene esta experiencia, no ama. Y quien se siente tratado como objeto, del mismo modo trata a los otros: si ha sido explotado, también explota a los demás. Crear ambientes libres

En un ambiente en que experimentamos que los otros nos tratan con sincera confianza, que creen –a pesar de todas las faltas– en algo bueno y bello que hay en nosotros, se despierta una profunda alegría en el corazón. Cuando alguien nos mira con cariño, nos vemos estimulados a emprender grandes cosas, porque queremos merecer esta mirada. Crear ambientes libres

Hay personas que engendran alrededor de sí un ámbito de confianza y de alegría. Es como si dieran alas a los demás. Crean grandes espacios vitales en los que todos pueden desenvolverse con gozo y propias iniciativas. El mundo parece más ancho y amplio, la vida parece más bella: así se conduce a los hombres al pleno despliegue de su libertad personal. Crear ambientes libres

Una prudente orientación de las fuerzas naturales conduce a que el mundo sea más bello y habitable. Educar personas libres

Un buen maestro influye más con su vida que a través de sus lecciones que da. Es «camino» para otros que, mirándole a él, se encuentran a sí mismos. Un antiguo dicho popular reza: «Búscate un maestro al que puedas apreciar más por lo que ves de él que por lo que oyes de él». Educar personas libres

El Papa Juan Pablo II confesó: «Mi padre se exigía tanto a sí mismo que no tenía que exigir nada de mí». Educar personas libres

No tienes que cambiar a tu hijo, sino a ti misma. Los problemas de tu hijo reflejan tus propios problemas. ¡Cámbiate a ti!». Educar personas libres

Todo lo que hacemos influye en el ambiente que nos rodea. Educar personas libres

Mostrar un rostro único y adquirir un estilo propio de vida. Educar personas libres

Nos sentimos felices cuando alguien nos hace entender: «Te quiero por ser el que eres; y no te quiero –ni en primer, ni en segundo lugar– por tu belleza o tu inteligencia, ni por tu riqueza o tu musicalidad. Puedes contar conmigo a través de todos los altibajos de la vida». Educar personas libres

La verdad engendra odio cuando se endurece o petrifica. Educar personas libres

Los modos de decir la verdad cuentan tanto como la verdad misma que se dice. Educar personas libres

Conviene transmitir a todos los que han fallado, de un modo u otro, que seguimos confiando plenamente en ellos, tal como otros confían en nosotros a pesar de nuestras miserias. «No, tú no eres así. ¡Sé quien eres! En realidad eres mucho mejor». Educar personas libres

Justamente cuando alguien ha fracasado, necesita experimentar que hay otro que le quiere, y que desea todo el bien posible para él, su pleno desarrollo, su dicha profunda; le quiere desde el fondo del corazón, con gran sinceridad. Educar personas libres

Podemos estar completamente seguros de que, lo que permanece para siempre, no será nuestro dinero, ni el aplauso. Lo único que contará al final de nuestra vida, será el amor que hemos ofrecido y recibido. No tendremos nada más. Educar personas libres




No hay comentarios.:

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...