domingo, 6 de enero de 2019

Fabio Volo; El tiempo que querría

El tiempo que querría; Fabio Volo


¿Cómo puede un hijo vivir su vida si el padre no ha vivido la suya? Aunque algunos lo consiguen, resulta siempre complicado. Es un taller de sentimientos de culpa que trabaja a todo ritmo.

Cambiaría todos mis mañanas por un solo ayer, como canta Janis Joplin.

Dar con las palabras adecuadas para aplacar el dolor.

Estas relaciones siguen adelante por mucho que quien va a ser abandonado ya lo sepa. Porque prefiere hacerse el tonto. Cuando ninguno de los dos es capaz de afrontar la situación, el mecanismo se traba. A ambos los supera su propia incapacidad y la del otro. Entonces, se toman un tiempo. Pierden tiempo. Agotan el tiempo.

Casi siempre, la persona que va a ser abandonada se vuelve más afectuosa, más amable, más condescendiente; no se da cuenta de que de esta manera empeora la situación, pues toda persona muy condescendiente pierde atractivo. Cuanto más tiempo se deja pasar, más débil se vuelve la víctima.

Confundía el amor con la adaptación.

Humillándome, me enseñó el odio.

Como vampiros, los creativos chupan la sangre de cualquier forma de vida. Oyen casualmente una palabra, una frase o un concepto y, como una bombilla que se enciende, caen en la cuenta de que se trata justo de lo que estaban buscando

¿Cómo podía desear un hijo si seguía deseando un padre?

A esa edad, el corazón sigue siendo tierno y hace falta poco para destrozarlo.

Cuando estaba con ella, muchas veces decía que necesitaba mi espacio. Después he comprendido que el único espacio que necesitaba era ella.

Como si fueras el único que trabaja en el mundo. Estás tan metido en ti mismo que no reparas en todo cuanto se tiene que aguantar para estar contigo.

Hay personas que, aun sin conocerlas, enseguida te transmiten un halo de interés y cercanía

—¿Leer me haría feliz? No lo creo, los problemas de la vida no los arreglo leyendo, sino trabajando. 
—Tienes razón; sin embargo, muchas veces la felicidad y la infelicidad son fruto de las armas que uno posee para enfrentarse a las cosas.


Leer pone en movimiento todo tu interior: la fantasía, las emociones, los sentimientos. Es una apertura de los sentidos hacia el mundo, es un ver y reconocer cosas que te pertenecen y que si no lees, corres el riesgo de perderte. Nos ayuda a redescubrir el alma de las cosas. Leer sirve para dar con las palabras adecuadas, aquellas que precisamos para expresar debidamente algo. Sirve para describir bien eso que antes se nos resistía.

En los libros, las palabras de los demás resuenan como un eco dentro de nosotros, porque existen desde antes. Es el conocimiento del que hablaba Platón, el conocimiento que ya nos pertenece, que está en nuestro interior. Da lo mismo que el lector sea joven o mayor, que viva en una metrópoli o en una aldea perdida en el campo. Como también es indiferente que leas de un tema que atañe al pasado, al presente o a un futuro imaginario; el tiempo es relativo, y cada época tiene su modernidad. Además, leer es simplemente hermoso.

Nos acercamos a su estantería de libros. Tras repasar los títulos, decidí empezar por Viaje al fin de la noche

Y también te regalo un lápiz, para que subrayes lo que te guste.

Oye, que esto no es un libro, sino vida.

Después de Kerouac y Chatwin pasé a Huxley. Aún recuerdo mis primeras lecturas: Pregúntale al polvo, de John Fante; todos los libros de Charles Bukowski; Moby Dick, de Hermán Melville; Ivanhoe, de Walter Scott; La luna y las hogueras, de Cesare Pavese; El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati; Fiesta, de Ernest Hemingway; La educación sentimental, de Gustave Flaubert; El proceso, de Franz Kafka; Las afinidades electivas y Las desventuras del joven Werther, de Goethe; La isla del tesoro, de Stevenson; A sangre fría, de Truman Capote; El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde; Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll; Las ciudades invisibles, de Italo Calvino; Cartas luteranas, de Pasolini. Los libros de Dostoievski me impactaron. Tenían un aroma a realidad que me sobrecogía. Las escaleras de aquellas casas, las tabernas, las cocinas: sentía los olores, sentía frío cuando leía sobre paseos en la nieve y calor cuando los personajes acercaban las manos a una estufa.

Leyendo sentía que crecía.

Leer sobre gente que vivía situaciones difíciles, duras, incluso peores que la mía, me aligeraba y me hacía sentirme menos solo gracias a una especie de humillación colectiva.

Mi vida se había llenado de personas nuevas, que tenían el poder de cambiar mi estado de ánimo, de sugerirme pensamientos nuevos y nuevos modos de ser y de sentir.

Sam Cook, Chet Baker, Nancy Wilson, Sarah Vaughan, Muddy Waters, Bill Withers, Creedence Clearwater Revival, The Who, Janis Joplin, The Clash, AC/DC, Crosby-Nash, Dire Sraits, The Doobie Brothers, Eric Clapton, Grand Funk Railroad, Iggy Pop, Led Zeppelin.

En las páginas de esos libros encontraba a mi padre. Sabía que él había pasado antes que yo por ellos y buscaba todas sus huellas, hasta la más pequeña.

Quererla a ella, cambiar o solo intentarlo significaba destruir tus equilibrios.

Still Loving You, de los Scorpions, Mandy, de Barry Manilow, Up Where We Belong, de Joe Cocker y Jennifer Warnes, y Every Time You Go Away, de Paul Young.

Si quieres hacer gozar a tu mujer, has de saber que es más importante conseguir que se sienta relajada que follarla durante horas. Para lograr que se activen los centros del placer de una mujer, es necesario que se desactive una estructura del cerebro que se llama amígdala. Para que eso ocurra, la mujer debe estar relajada y no sentirse inquieta por nada.

Sentía que debía actuar, que las lecturas debían transformarse en acciones, en actos intrépidos.

Pensaba en el capitán Ahab de Moby Dick, que con su ejemplo me animaba a llegar hasta el final y a no renunciar jamás. Ese hombre me enseñó una de las cosas más importantes de la vida: la nobleza del intento, el valor de correr siempre el riesgo, sin miedo. Recordaba asimismo una decisión extrema como la del Barón rampante, perfecta para quien, como yo, ya no se reconoce en la vida que hace. Releía algunos de esos libros buscando respuestas a todos mis interrogantes.

Leer es hermoso y fascinante, pero para mí es aún más enriquecedor releer. Cuando releo, el interés radica menos en la historia, que ya conozco, que en los mundos que me había imaginado. Quiero saber si esas imágenes resurgen y se manifiestan en mí de la misma manera, y, sobre todo, si aún pueden cobijarme y dejarse habitar por mí. Cuando lees un libro que te gusta, sus páginas te cambian un poco; cuando relees, eres tú quien las cambia.

Los personajes, las frases y las palabras que se encuentran en los libros son como puentes que te permiten ir del sitio en el que estás hacia donde quieres ir, y casi siempre se trata de un puente que une a tu viejo yo con el nuevo, que te está esperando.

A veces la vida es realmente irónica.

Entre él y yo comenzaron a faltar los temas, luego las frases, después las palabras y al final también las explicaciones, las aclaraciones. A veces decía una frase y me daba cuenta de que podía ser mal interpretada, pero si la explicaba habría parecido aún más desafortunada. Así, nuestras vidas se distanciaban cada vez más por culpa de ideas y certezas preconcebidas. Para recuperar cierta proximidad seguramente hubiera bastado un «no es lo que crees, puede que me haya explicado mal…», pero lo dejábamos todo como estaba.

Yo aún no era capaz de dominar mi emotividad. Mi vínculo con el mundo se circunscribía a las relaciones profesionales. No había dejado mucho margen para las relaciones humanas reales, por ello, las situaciones de este tipo me pillaban desprevenido, sin defensas, frágil. Me encontraba mal. Salí de aquel sótano con ganas de vomitar. Entré en el coche y me puse a llorar, era incapaz de parar. Temblaba y sollozaba.

Nadie puede entrar en la soledad de otro.

El amor es como la muerte: no se sabe cuándo nos llegará.

Vivimos sin poder saber cuándo la mujer o el hombre que nos turbará va a entrar en nuestra vida. Podría llegar, como desgraciadamente me pasó a mí, cuando ya no se es capaz de amar.Hay épocas en las que nos gustaría que alguien nos turbara, pero la simple fuerza de nuestro deseo no basta para que vayamos a encontrar a ese alguien.

El embrujo de la novedad había sido para mí durante años como una droga que no podía dejar.

Mientras intentaba averiguar si aún podía amar, empecé a simular el amor. La capacidad de fingir ya la había experimentado y entonces era un hábito para mí. Me salía bien, llevaba fingiendo toda la vida. Creía que resultaría fácil también con ella. Normalmente, las personas que fingimos amar aprendemos a conformarnos, quizá porque, aunque el amor que se recibe no sea verdadero, es sin embargo verdadero el ofrecimiento, la intención. La voluntad, el deseo de darlo.

Todos los acoplamientos entre brazos y piernas por la mañana brindan dosis de tranquilidad.

El elixir de amor, de Donizetti.

Como decía Bill Bernbach: el artista rompe con las normas; nada memorable ha salido jamás de una fórmula.

Coincidía plenamente con las palabras de Camus: «Si siempre estamos dando vueltas sobre nosotros mismos, si siempre estamos viendo y haciendo las mismas cosas, perdemos el hábito y la posibilidad de ejercitar nuestra inteligencia, y poco a poco todo se cierra, se endurece, se atrofia como un músculo».

Tu fuerza es la autenticidad. No te esfuerces en ser lo que no eres, lucha por seguir siendo quien eres. No tienes que buscar nada, ya lo tienes todo; confía en mí, solo tienes que cobrar conciencia de ti mismo. Cree más en ti, trata de tener un poco más de autoestima. No debes buscar un lenguaje nuevo, sino aprender a escuchar el que posees. Defiende tu espontaneidad, y así irás ganando la naturalidad que da el tiempo si se tiene confianza en uno mismo. Recuerda que vivir es el arte de convertirse en lo que uno ya es.

Si criticas continuamente a los demás, acabas creando una gran expectativa sobre ti, tú solito te construyes tu propia trampa. Cuanto más criticas, más expectativas despiertas, y, cuantas más expectativas despiertas, más temes fracasar. Y muchas veces, en vez de dar el paso para hacer algo, lo postergas con una infinidad de excusas. Quien critica suele tener miedo.

Como escribió Paul Valéry: «El futuro ya no es lo que era».

Entré en el mundo del trabajo con la cabeza gacha. Yo no tenía ningún reparo en llevarle café a Enrico. Y puede que a esta humildad sea a lo que más le debo en mi profesión.

Las empresas han aprendido a dictar las reglas eliminando la fantasía: yo pago, yo tengo razón.

La gran conquista de la sociedad moderna es la aniquilación de la cultura del ahorro.

El trabajo solo tiene sentido si es un juego, manifestar la creatividad es una necesidad para no enloquecer.

Yo ya tengo un montón de problemas, no quiero que el trabajo sea un problema más.

Mantenía con mi padre una relación hecha de pocas palabras y de temas eludidos.

El silencio lo había ocultado todo.

—¿Sabes lo que pasa, papá? Pasa que estoy hasta los cojones. Pero esta vez de verdad. No aguanto más, llevamos así años y ahora estoy hasta los mismísimos. ¿Tú sabes por qué discutimos? Porque no tenemos nada que contarnos. No hablamos de nada por miedo a hablar de algo, a sacar cosas de las que podríamos arrepentirnos. ¿Por qué no me dices claramente que he sido un gilipollas por marcharme y que te he traicionado? Que te he dado la espalda, que he sido un egoísta… Anda, saca todo lo que guardas dentro, de una vez por todas.
»Estamos días sin vernos, a veces semanas, y para una vez que vengo a cenar con vosotros, tú te pasas todo el rato callado en la mesa, luego te levantas, vas al salón y pones la televisión. ¿Qué soy yo para ti? ¿Es que te molesto? 
»No nos conocemos, aunque somos padre e hijo. No sabes nada de mí, no sabes cómo me siento ni cómo me sentí cuando me marché. Lo único que me dices es que no quieres mi dinero y que en cuanto puedas me lo devolverás. Me has hartado con eso, los dos sabemos que es una frase de mierda. Ya no soporto que te sigas refiriendo a la vida en términos de buena y mala suerte. Todavía hoy, después de todos estos años, me tratas como a un extraño, como a un traidor. ¿Qué tengo que hacer para que me perdones? ¡Dímelo! 
»De niño procuraba no crear problemas, y cuando empecé a trabajar en el bar hice todo lo que podía, trabajaba y también me comía un poco de la mierda que había en tu plato. Me fui con un peso en el estómago del que no conseguía desprenderme ni cuando vomitaba. Porque puede que tú no lo sepas, pero yo muchas noches vomitaba. 
»He renunciado a todo en la vida, sobre todo a la felicidad, y me entregué al trabajo para intentar resolver nuestros problemas, para buscar una solución. Tenía que conseguirlo, no había alternativa. Y lo he conseguido. Pero el dinero me importa un carajo. En lugar de decirme que me lo devolverás, pregúntame cómo estoy, pregúntame qué puedes hacer por mí como padre, no como deudor. Porque lo único que yo deseo es vivir bien, y para eso necesito a un padre.
"He conocido a muchos otros padres, que han estado a mi lado, que me han enseñado mucho, y sin los cuales jamás habría llegado donde estoy. Y todos ellos siguen ahí, dispuestos a ayudarme y a estar a mi lado. Para mi son personas importantes, sin embargo, como padre te he seguido eligiendo a ti. Si sigo aquí después de todos estos años, es porque tú eres el padre que quiero.
"pero lo que quiero saber ahora es si tú me quieres como hijo. No quiero serlo porque te haya tocado, sino porque tú me has elegido. Elígeme papá o déjame marchar.
- Y si te pregunto si quieres que te lleve al hospital, no me contestes en el acto que no lo necesitas, sino que trata de entender, que a lo mejor quién necesita llevarte soy yo.

Tenerte a ti como hijo significa no pedirle nada más a la vida.

Paciencia para esperar el tiempo de paz.

James Taylor, Niele Drake, Cat Stevens, Bob Dylan, Eric Clapton, Carole King, Joni Mitchell, Cat Power, Norah Jones, Cesária Évora, Ibrahim Ferrer, Lucio Battisti.

No quería ir conociéndola poco a poco, sino que deseaba que nos lanzáramos juntos y que nos conociéramos durante el salto. Con los pies suspendidos en el vacío. Quería buscar una intimidad antes de saberlo todo sobre ella: la intimidad antes del conocimiento.

De niño lo esperaba detrás de la puerta de casa, luego, cuando llegaba, me abalanzaba sobre él, y me sentía feliz. Después dejé de hacerlo, porque tenía la sensación de que siempre estaba pendiente de otras cosas. Tal vez me equivoqué yo, tendría que haber seguido buscándolo. Pero resultó que, a partir de un momento, ninguno de los dos dio un paso hacia el otro. Desde entonces mi padre y yo estuvimos separados por un muro de lluvia, hecho de gotas de ausencia.

De chiquillo tuve que enfrentarme al mundo de los mayores y conocí enseguida la ferocidad de los adultos. Tuve asimismo que aprender a afrontar las dificultades económicas y emocionales de mi familia. Conseguí liberarme huyendo, alejándome de aquella situación; salí de aquello recibiendo palos en todos los frentes y esa trayectoria vital me cambió para siempre. Hizo de mí un hombre casi sin afectos, no por índole ni por elección, sino por instinto de supervivencia.

He comprendido algo importante de mi padre, quizá lo más importante para mí. Llevo años esperando que me diga «te quiero», y no me he dado cuenta de que me lo dijo cuando vino a mi casa a arreglar las plantas, o al prestarme su coche o al llevar el mío a lavar, o cuando me preguntó si quería que viniese a mi casa a montarme la repisa nueva, o cuando me reparó la bicicleta.


Su amor es práctico, es acción. Su palabra es acto.

Los ojos de mi madre tienen la luz del ángel de la anunciación.

Si yo intentase cambiar sus hábitos, no los haría más felices, al revés. Hay que respetar la dignidad ajena y comprender que cada cual se acostumbra a su propia medida. Están juntos desde hace cuarenta años y tienen equilibrios y mecanismos muy consolidados, pero también muy delicados. Tras todos estos años, se han creado entre ellos dinámicas que yo debo cuidarme mucho de no alterar.

No tengo hijos, de modo que no sé lo que se siente cuando se enseña algo a un hijo, pero puedo asegurar que enseñar algo a un padre es una emoción inexplicable. Incluso cosas tontas, como hacer un Sudoku. En cualquier caso, es emocionante. Sentirse útil, saber que le estás devolviendo algo, constituye una satisfacción tremenda y enternecedora.

He comprendido que estar con muchas mujeres al final no es más que un buen método de estar solo. La sexualidad desenfrenada y continuada conduce al sinsentido del mundo.

No sabes el placer que me produce recomendarle un libro o una película que no conoce.

La vida ante sí, de Romain Gary, Pobres gentes, de Fiodor Dostoievski, o Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald. 

Soy, como todo el mundo, la suma de un número infinito de personas, las que han sido en el transcurso de mi vida.

Unicamente los que al principio se enmascaran bien te embaucan.

Siempre me ha costado levantarme temprano, pero cuando lo consigo, la luz, el silencio y el aire me hechizan. Hay una paz que me cautiva. Siempre me emociona ver aparecer el sol.

Mis ojos eran un dique que contenía un mar de lágrimas

Se impone el silencio entre nosotros, un silencio que nos separa.

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...