miércoles, 21 de octubre de 2020

Rainer Maria Rilke; Cartas a un joven poeta

Prólogo
Nuestra alma a la vez niña y anciana, ya antigua y aún por venir.

 

Prólogo

Amada y amante

 

Prólogo

Esta diez cartas que comenzó cuando tenía veintiocho años y en las que nos dejó su retrato, el fruto de su experiencia y la intuición anticipada de su destin

 

Prólogo

En medio del absurdo y de la prueba

 

Prólogo

La existencia de Rilke fue y es algo bello, una obra de arte y, como la obra de arte, en palabras suyas, es un «ser misterioso, cuya vida perdura».

 

Prólogo

Ser valientes ante lo más extraño, prodigioso e inexplicable que nos pueda suceder.

 

Prólogo

La arriesgada aventura del vivir.

 

Carta número 1

La mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado ninguna palabra. Y lo máximamente indecible son las obras de arte, existencias llenas de misterio cuya vida, en contraste con la nuestra, tan efímera, perdura.

 

Carta número 1

Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Sólo hay un medio. Entre en sí mismo. Investigue el fundamento de lo que usted llama escribir; compruebe si está enraizado en lo más profundo de su corazón; confiésese a sí mismo si se moriría irremisiblemente en el caso de que se le impidiera escribir.

 

Carta número 1

Excave en sí mismo en busca de una respuesta que venga de lo profundo.

 

Carta número 1

Preste atención a lo que su propia vida cotidiana le ofrece; describa sus tristezas y anhelos, los pensamientos fugaces y la fe en algo bello; descríbalo todo con sinceridad íntima, callada y humilde y, para expresarse, sírvase de las cosas que le rodean, de las imágenes de sus sueños y de los objetos de sus recuerdos.

 

Carta número 1

Si su vida diaria le parece pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo, dígase que aún no es lo bastante poeta como para convocar su riqueza, pues para el creador no existe pobreza ni lugar pobre o indiferente.

 

Carta número 1

Y si de ese retorno hacia dentro, de esa inmersión en su propio mundo, surgen versos, no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos o no.

 

Carta número 1

Tampoco intentará interesar a las revistas, pues verá en ese trabajo su propiedad amada y natural, un fragmento y una voz de su vida. Una obra de arte es buena cuando surge de la necesidad.

 

Carta número 2

En las cosas más profundas e importantes, estamos indeciblemente solos y, para que uno pueda aconsejar o ayudar a otro, tienen que ocurrir muchas cosas, muchas cosas han de producirse, toda una constelación de acontecimientos ha de suceder para que por una sola vez el consejo llegue a buen puerto.

 

Carta número 3

Ahora se le abrirá Niels Lyhne, un libro de delicias y profundidades; cuanto más se lee.

 

Carta número 3

Resonancia vibrante del recuerdo; ninguna experiencia ha sido demasiado pequeña, y el más diminuto acontecimiento se revela como un destino, y el destino mismo es como un maravilloso y amplio tapiz en el que cada hilo es llevado por una mano cariñosa e infinita, puesto junto a otros y soportado por otros cien.

 

Carta número 3

Las obras de arte son soledades infinitas.

 

Carta número 3

Todo progreso, debe venir, profundo, de dentro, y por nada puede ser presionado ni precipitado.

 

Carta número 3

Todo es gestar y después parir.

 

Carta número 3

Ser artista significa no calcular ni medir; madurar como el árbol que no apremia su savia y se yergue confiado en medio de las tormentas de primavera, sin miedo a que después pueda no llegar el verano.

 

Carta número 4

No busque ahora las respuestas: no le pueden ser dadas, porque no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo. Viva ahora las preguntas. Quizá después, poco a poco, un día lejano, sin advertirlo, se adentrará en la respuesta. Quizá lleve usted en sí mismo la posibilidad de formar y crear como una manera de vivir especialmente feliz y auténtica. Prepárese para ella, pero acepte todo lo que venga con absoluta confianza. Y siempre que algo surja de su propia voluntad, de alguna honda necesidad, acéptelo como tal y no lo odie.

 

Carta número 4

Toda belleza en los animales y en las plantas es una forma perdurable y silenciosa del amor y del deseo y puede ver a los animales, como ve a las plantas, uniéndose paciente y gustosamente, multiplicándose y creciendo no a causa del placer ni del dolor físicos, sino obedeciendo a necesidades mayores que el placer y el dolor y que son más poderosas que la voluntad y la resistencia. ¡Ojalá que el ser humano perciba este secreto que llena el mundo hasta en lo más pequeño, que lo lleve en sí, lo soporte y sienta qué terriblemente difícil es en vez de vivirlo tan a la ligera! ¡Ojalá respete su propia fecundidad, que es sólo una, aunque se presente como espiritual o corporal! Porque también la creación espiritual procede de la física, forma un solo ser con ella, y es como una repetición más tenue, más asombrada y más eterna, de la voluptuosidad corporal.

 

Carta número 4

Conjuran el futuro; y aunque se equivoquen y se abracen a ciegas, el futuro acude, un ser nuevo se levanta, y en lo hondo del azar, que aquí parece consumarse, se despierta la ley por la que una semilla más fuerte y resistente se abre paso hacia el óvulo que, abierto, sale a su encuentro. No se deje engañar por la superficie. En lo profundo todo es ley.

 

Carta número 4

Quizá por encima de todo haya una gran maternidad como un anhelo común.

 

Carta número 4

La belleza de la virgen, un ser (que como usted tan hermosamente dice) «aún no ha realizado nada», es maternidad que presiente y se prepara, que teme y ansia. Y la belleza de la madre es maternidad entregada.

 

Carta número 4

Evite incrementar el drama siempre tenso entre padres e hijos. Les roba mucha fuerza a los hijos y agota el amor de los padres, que es eficaz y cálido, aunque no comprenda. No les exija ningún consejo y no cuente con ninguna comprensión de su parte, pero crea en su amor que le ha sido reservado como una herencia: en ese amor hay una fuerza

 

Carta número 4

Su soledad, en medio de relaciones muy extrañas, le será también apoyo y hogar.

 

Carta número 5

Disfrutaré del gran silencio, del que espero el regalo de buenas y laboriosas horas…

 

Carta número 6

Y si un día uno se da cuenta de que sus ocupaciones son infelices, que la profesión se ha petrificado sin relación con la vida, ¿por qué no continuar mirando como un niño lo extraño, desde lo profundo del mundo propio, desde la amplitud de la propia soledad, que en sí misma es trabajo, jerarquía y profesión?

 

Carta número 6

Las cosas grandes que trenzan la verdadera vida.

 

Carta número 6

Si siente que no hay nada en común entre los demás y usted, intente aproximarse a las cosas, que nunca lo desampararán; todavía existen noches y vientos que van a través de los bosques y recorren muchos países; aún hay acontecimientos entre cosas y animales, en los cuales le está permitido participar, y los niños son así, como usted cuando era niño, tristes y felices.

 

Carta número 7

Es bueno estar solo, pues la soledad es difícil; que algo sea difícil ha de ser para nosotros una razón de más para hacerlo.

 

Carta número 7

También amar es bueno, pues el amor es difícil. Amarse de persona a persona es quizá lo más difícil de todo lo que nos ha sido encomendado, lo más avanzado, la última prueba y examen, el trabajo por excelencia, para el que todo otro trabajo es sólo preparación. Por eso los jóvenes, que son principiantes en todo, todavía no conocen el amor: tienen que aprenderlo.

 

Carta número 7

Sin fuerza ni fruto.

 

Carta número 7

Aquel amor que consiste en que dos soledades se protejan, delimiten y respeten mutuamente.

 

Carta número 8

Vida no vivida, vida rechazada y perdida, por la que se puede morir.

 

Carta número 8

Quizá llegaríamos a soportar nuestras tristezas con mayor confianza que nuestras alegrías. Pues son momentos en los que algo nuevo se ha introducido en nosotros, algo desconocido. Nuestros sentidos enmudecen con tímido encogimiento, todo en nosotros se retrae, nace un silencio y lo nuevo, lo que nadie conoce, se yergue en el centro y calla.


Carta número 8

Yo creo que casi todas nuestras tristezas son momentos de tensión que nosotros percibimos como parálisis, porque ya no sentimos la vida de nuestros sentidos alienados. Porque estamos solos con el extraño que se nos ha introducido.

 

Carta número 8

Porque, por un momento, se nos arrebata todo lo habitual y lo que nos inspiraba confianza; porque nos encontramos en una encrucijada donde no podemos permanecer.

 

Carta número 8

Por eso es tan importante estar solo y atento cuando se está triste; porque el instante aparentemente perplejo y vacío de acontecimientos en el que nuestro futuro nos alcanza, está mucho más próximo a la vida que aquel otro, ruidoso y fortuito, en que se nos presenta como venido de fuera.

 

Carta número 8

La soledad no es algo que se pueda dejar o tomar. Somos soledad.

 

Carta número 8

Hemos de aceptar nuestra existencia tan ampliamente como nos sea posible. Todo, incluso lo inaudito, ha de ser posible. Esto es lo fundamental, el único valor que se nos exige: ser valientes ante lo más extraño, maravilloso e inexplicable que nos pueda acontecer.

 

Carta número 8

Pues no sólo la indolencia hace que las relaciones humanas se repitan en cada caso de forma tan indeciblemente monótona y repetitiva, sino que existe también otra causa: el temor a cualquier acontecimiento nuevo, imprevisible, ante el que no se cree estar a su altura. Pero sólo quien está dispuesto a todo, quien no cierra la puerta a nada, ni siquiera a lo más enigmático, vivirá la relación con el otro como algo vivo y ahondará en sí mismo. Pues si concebimos la naturaleza del ser individual como una habitación más o menos grande, veremos que la mayoría sólo conoce una esquina, una ventana, una franja por la que repetidamente va y viene.

 

Carta número 8

No hay nada que deba asustarnos o torturarnos. Estamos puestos en la vida como en el elemento más afín y hemos llegado a hacernos tan similares a ella a través de siglos de adaptación que, si nos mantenemos en calma y en silencio, gracias a un feliz mimetismo, casi no se nos puede diferenciar de ella. No tenemos ningún fundamento para desconfiar de nuestro mundo, ya que no está contra nosotros. Si tiene miedos, son sólo nuestros miedos; si tiene abismos, esos abismos nos pertenecen; si hay peligros, debemos intentar amarlos. Y si disponemos nuestra vida según el principio que nos aconseja mantenernos siempre en lo difícil, lo que nos parecía extraño, se nos transformará en algo infinitamente fiel y digno de toda confianza.

 

Carta número 8

Quizá todos los dragones de nuestra vida sean princesas que sólo esperan vernos una vez hermosos y valientes. Quizá todo lo horrible, en el fondo, sea sólo una forma de desamparo que solicita nuestra ayuda.

 

Carta número 8

No se observe demasiado. No saque conclusiones precipitadas acerca de lo que le está ocurriendo; deje simplemente que las cosas le sucedan. De lo contrario, llegará con demasiada facilidad a mirar su pasado con reproches (es decir, como un moralista); un pasado que, como es natural, forma parte de lo que ahora le está sucediendo.

 

Carta número 8

Anhela desde lo grande lo máximo.

 

Carta número 9

Deje que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre, siempre tiene razón.

 

 

domingo, 18 de octubre de 2020

Mathias Malzieu; La alargada sombra del amor

I
¿Sabes que hay flores que adornan tu cielo?
I
Todo se parece en la oscuridad.
I
El reloj de tu corazón
I
Tras la muerte uno siempre se espera que algo aún se mueva, aunque sean las perlitas de un cocodrilo roto.
I
Ahora, papá, Lisa y yo somos huesos y músculos, nada más.
I
Los relojes siguen desgranando los segundos como si nada.
I
Fingimos caminar, imitamos a las personas que éramos antes, cuando aún estabas aquí.
I
Pues aquello no era nada en comparación con el vacío que nos estalló silenciosamente delante de las narices con el breve «se acabó» de la enfermera. Todo el mundo tenía miedo. Miedo de que te fueras. Y ahora que te has ido, tenemos más miedo aún.
I
Es espantoso el ruido de un corazón cuando se rompe.
I
Queremos seguir oyendo un poco del tú y del nosotros funcionando con normalidad, con palabras, y sin tubos de plástico. ¡Queremos «antes» y ahora!
I
Hemos recogido los corazones, nos hemos agarrado unos a otros con el mecanismo de los brazos y nos hemos marchado de la habitación.
I
Nos hemos despeñado. Igual que unos alpinistas a los que acabaran de quitar la pared montañosa, el punto de apoyo al que se aferraban para no perder pie. Aunque te hayas hecho a la idea de que va a suceder lo peor, la caída siempre es un brutal golpetazo.
I
Surge la noche en pleno día, en plena cara, y ya nunca nada será como antes.
I
Él también se marchará con su saco de vacío para el resto de su vida.
I
Es el vacío que se hincha y me hincha.
I
Ahí empiezan las caricias cortantes, las que se clavan en los antiguos recuerdos.
I
Cuando tuviste que marcharte de casa para ir al hospital, unas sombras ocuparon tu lugar. Las he visto extenderse, primero por la cocina, por entre las cazuelas inmóviles, luego se enredaron entre tus peinecitos y en el cuarto de la plancha, como unas telas de araña opacas. Al principio, me bastaba con soplarles un poco encima para que desapareciesen. Y mientras, pensaba y decía en voz alta que regresarías.
I
Después transcurrieron los días, tuviste que quedarte en el hospital, y las sombras se solidificaron en casa. Se extendían por debajo de la puerta de tu habitación, parecían auténticas plantas carnívoras. Los últimos días, era imposible tocar, ni siquiera acercarse al pomo de la puerta. Las sombras se aferraban a los cuadros colgados en el pasillo y trepaban por la pintura. Parecía que las paredes se agrietaban.
I
Ni siquiera estoy seguro de saber todavía cómo va eso de sacar notas musicales de mi cuerpo, ahora que tengo un agujero dentro.
I
Si es preciso, trucaré los relojes del mundo entero.
I
El que será el último vestido que te pondrás.
II
el corazón, cuando eres un gigante de ciento treinta años, lo tienes roto en mil pedazos! ¡Has conocido el amor y la muerte, y te han arrancado el corazón en más de una ocasión! Entonces es cuando compensas el dolor con las sombras
II
Tú acabas de sufrir un grave accidente de corazón. Tenderás a encogerte bajo el peso de las cosas; sin embargo, tendrás que crecer de golpe,
II
Al igual que cualquier capullo, las sombras pueden generar metamorfosis.
II
para empezar, debes luchar solo. No mezcles a nadie en esto, ni siquiera a las personas que quieres, principalmente a los que quieres.
II
En segundo lugar, no debes utilizar las puertas que conducen al país de la muerte. Luchar contra la muerte no significa ir a verla de cerca. El único modo de matar a la muerte es seguir vivo. Mantente orientado hacia la vida. La sombra funciona como una especie de vacuna, contiene la muerte, pero tú no debes tocarla. No bromees con eso, es lo que hace que con mayor frecuencia fracase el tratamiento. Eso y las personas que no aceptan la vida. Pero estos morirían de todas maneras.
II
Leo un fragmento, saborear las palabras igual que si metieras el dedo en una salsa, y respirar el olor del papel totalmente nuevo o completamente viejo, y oler la cola que une las páginas.
II
¿Y este libro tendrá magia dentro? El gigante me dijo que los libros eran instrumentos para luchar contra la noche.
II
Empezó a escribir relatos cortos, historias que ocultaba dentro de ella desde hacía demasiado tiempo.
II
Creo que, durante una época, los «libros» que escribía en su habitación le procuraron bienestar y le resultaron saludables.
II
Había santificado el acto de la escritura sin darse demasiada cuenta de ello.
II
Para mí se había convertido en una escritora-gran chef, sus creaciones siempre resultaban originales y ceremoniosas.
II
Ya hemos compartido la complicidad de la risa.
II
Solo con notar que mi hermana tenía ganas de soltar una carcajada, yo ya sentía el cosquilleo.
II
Me pesa todo el cuerpo, creo que es porque un corazón roto se diluye por todas partes a través de las venas, se extiende y se infla.
III
No sabemos qué hacer con todo ese amor en los ojos de la gente, con las flores y con la beatería que parece impregnarlo todo.
III
La gente nos mira como si tuviéramos la cara llena de sangre; sin duda debe de ser así.
III
Vivo en tu sueño, nadie puede ver tus sueños
III
Tienes que volver a aprender a reír, a comer con gusto, ¡debes reeducar tu gusto! Utiliza la sombra, lee, sueña, descansa, diviértete, aunque eso te parezca tan imposible como el día en que trataste de hacer el primer acorde de guitarra. Todo te parecerá ridículo, pero no abandones nada. ¡No cedas nada a la desesperación! Usa tus sueños. ¡Y si están rotos, pégalos! ¡Frótalos con tu sombra mágica, ya verás, amigo! Un sueño roto bien pegado puede volverse aún más bello y sólido. Hasta el punto de hacer añicos los límites de lo real. —Lo dice con una sonrisa acuchillada en su rostro tan viejo, tan viejo, que uno pensaría que es más viejo que los muertos—. ¡Ama las cosas! ¡Estás vivo! Y si te sientes muerto de tristeza, es normal, asúmelo. Sin embargo, no te dejes llevar, vamos… ¡Reivindícame un poco ese corazón!
III
Los cataclismos son pesados de digerir. Pero métete bien la idea de vida en la cabeza. Aunque te parezca algo lejano, inaccesible, esfuérzate y ve a tu ritmo. Además yo estoy aquí para engrasar los mecanismos. Puedo tratar de aterrorizarte, jovencito; y también de hacerte reír. Necesitas historias, no solo para divertirte. Has de reaprender tus recuerdos sin permitir que el miedo te bloquee. Ahora esto es lo más importante.
III
Los niños, más o menos afectados por la tristeza, según la edad, juegan en el columpio. El vaivén me reconforta.
III
Fragancias de verano.
III
Nos besamos, y puesto que ella era muy pequeña, cayó enamorada dentro de mí.
IV
Su cocina era su taller, su antro de perfumes y ahumados. Montaba las claras a punto de nieve con un golpe de puño ligero como un redoble de tambores.
IV
Para mí, el objetivo de este «juego» consiste en seguir vivo pese a la muerte.
IV
Pequeñas victorias sobre lo cotidiano.
IV
Huele a homenaje.
VI
Cuando era aún más pequeño que hoy, papá era el gigante que me llevaba a mi cama. Yo me dormía delante de la tele. Pero ahora que soy un gran pequeño grande, necesito un gigante para que me transporte a mi habitación.
IV
Te gustaba mucho poner mesas tan bonitas para comer como para mirar.
VII
Amor a montones
 

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...