domingo, 18 de octubre de 2020

Mathias Malzieu; La alargada sombra del amor

I
¿Sabes que hay flores que adornan tu cielo?
I
Todo se parece en la oscuridad.
I
El reloj de tu corazón
I
Tras la muerte uno siempre se espera que algo aún se mueva, aunque sean las perlitas de un cocodrilo roto.
I
Ahora, papá, Lisa y yo somos huesos y músculos, nada más.
I
Los relojes siguen desgranando los segundos como si nada.
I
Fingimos caminar, imitamos a las personas que éramos antes, cuando aún estabas aquí.
I
Pues aquello no era nada en comparación con el vacío que nos estalló silenciosamente delante de las narices con el breve «se acabó» de la enfermera. Todo el mundo tenía miedo. Miedo de que te fueras. Y ahora que te has ido, tenemos más miedo aún.
I
Es espantoso el ruido de un corazón cuando se rompe.
I
Queremos seguir oyendo un poco del tú y del nosotros funcionando con normalidad, con palabras, y sin tubos de plástico. ¡Queremos «antes» y ahora!
I
Hemos recogido los corazones, nos hemos agarrado unos a otros con el mecanismo de los brazos y nos hemos marchado de la habitación.
I
Nos hemos despeñado. Igual que unos alpinistas a los que acabaran de quitar la pared montañosa, el punto de apoyo al que se aferraban para no perder pie. Aunque te hayas hecho a la idea de que va a suceder lo peor, la caída siempre es un brutal golpetazo.
I
Surge la noche en pleno día, en plena cara, y ya nunca nada será como antes.
I
Él también se marchará con su saco de vacío para el resto de su vida.
I
Es el vacío que se hincha y me hincha.
I
Ahí empiezan las caricias cortantes, las que se clavan en los antiguos recuerdos.
I
Cuando tuviste que marcharte de casa para ir al hospital, unas sombras ocuparon tu lugar. Las he visto extenderse, primero por la cocina, por entre las cazuelas inmóviles, luego se enredaron entre tus peinecitos y en el cuarto de la plancha, como unas telas de araña opacas. Al principio, me bastaba con soplarles un poco encima para que desapareciesen. Y mientras, pensaba y decía en voz alta que regresarías.
I
Después transcurrieron los días, tuviste que quedarte en el hospital, y las sombras se solidificaron en casa. Se extendían por debajo de la puerta de tu habitación, parecían auténticas plantas carnívoras. Los últimos días, era imposible tocar, ni siquiera acercarse al pomo de la puerta. Las sombras se aferraban a los cuadros colgados en el pasillo y trepaban por la pintura. Parecía que las paredes se agrietaban.
I
Ni siquiera estoy seguro de saber todavía cómo va eso de sacar notas musicales de mi cuerpo, ahora que tengo un agujero dentro.
I
Si es preciso, trucaré los relojes del mundo entero.
I
El que será el último vestido que te pondrás.
II
el corazón, cuando eres un gigante de ciento treinta años, lo tienes roto en mil pedazos! ¡Has conocido el amor y la muerte, y te han arrancado el corazón en más de una ocasión! Entonces es cuando compensas el dolor con las sombras
II
Tú acabas de sufrir un grave accidente de corazón. Tenderás a encogerte bajo el peso de las cosas; sin embargo, tendrás que crecer de golpe,
II
Al igual que cualquier capullo, las sombras pueden generar metamorfosis.
II
para empezar, debes luchar solo. No mezcles a nadie en esto, ni siquiera a las personas que quieres, principalmente a los que quieres.
II
En segundo lugar, no debes utilizar las puertas que conducen al país de la muerte. Luchar contra la muerte no significa ir a verla de cerca. El único modo de matar a la muerte es seguir vivo. Mantente orientado hacia la vida. La sombra funciona como una especie de vacuna, contiene la muerte, pero tú no debes tocarla. No bromees con eso, es lo que hace que con mayor frecuencia fracase el tratamiento. Eso y las personas que no aceptan la vida. Pero estos morirían de todas maneras.
II
Leo un fragmento, saborear las palabras igual que si metieras el dedo en una salsa, y respirar el olor del papel totalmente nuevo o completamente viejo, y oler la cola que une las páginas.
II
¿Y este libro tendrá magia dentro? El gigante me dijo que los libros eran instrumentos para luchar contra la noche.
II
Empezó a escribir relatos cortos, historias que ocultaba dentro de ella desde hacía demasiado tiempo.
II
Creo que, durante una época, los «libros» que escribía en su habitación le procuraron bienestar y le resultaron saludables.
II
Había santificado el acto de la escritura sin darse demasiada cuenta de ello.
II
Para mí se había convertido en una escritora-gran chef, sus creaciones siempre resultaban originales y ceremoniosas.
II
Ya hemos compartido la complicidad de la risa.
II
Solo con notar que mi hermana tenía ganas de soltar una carcajada, yo ya sentía el cosquilleo.
II
Me pesa todo el cuerpo, creo que es porque un corazón roto se diluye por todas partes a través de las venas, se extiende y se infla.
III
No sabemos qué hacer con todo ese amor en los ojos de la gente, con las flores y con la beatería que parece impregnarlo todo.
III
La gente nos mira como si tuviéramos la cara llena de sangre; sin duda debe de ser así.
III
Vivo en tu sueño, nadie puede ver tus sueños
III
Tienes que volver a aprender a reír, a comer con gusto, ¡debes reeducar tu gusto! Utiliza la sombra, lee, sueña, descansa, diviértete, aunque eso te parezca tan imposible como el día en que trataste de hacer el primer acorde de guitarra. Todo te parecerá ridículo, pero no abandones nada. ¡No cedas nada a la desesperación! Usa tus sueños. ¡Y si están rotos, pégalos! ¡Frótalos con tu sombra mágica, ya verás, amigo! Un sueño roto bien pegado puede volverse aún más bello y sólido. Hasta el punto de hacer añicos los límites de lo real. —Lo dice con una sonrisa acuchillada en su rostro tan viejo, tan viejo, que uno pensaría que es más viejo que los muertos—. ¡Ama las cosas! ¡Estás vivo! Y si te sientes muerto de tristeza, es normal, asúmelo. Sin embargo, no te dejes llevar, vamos… ¡Reivindícame un poco ese corazón!
III
Los cataclismos son pesados de digerir. Pero métete bien la idea de vida en la cabeza. Aunque te parezca algo lejano, inaccesible, esfuérzate y ve a tu ritmo. Además yo estoy aquí para engrasar los mecanismos. Puedo tratar de aterrorizarte, jovencito; y también de hacerte reír. Necesitas historias, no solo para divertirte. Has de reaprender tus recuerdos sin permitir que el miedo te bloquee. Ahora esto es lo más importante.
III
Los niños, más o menos afectados por la tristeza, según la edad, juegan en el columpio. El vaivén me reconforta.
III
Fragancias de verano.
III
Nos besamos, y puesto que ella era muy pequeña, cayó enamorada dentro de mí.
IV
Su cocina era su taller, su antro de perfumes y ahumados. Montaba las claras a punto de nieve con un golpe de puño ligero como un redoble de tambores.
IV
Para mí, el objetivo de este «juego» consiste en seguir vivo pese a la muerte.
IV
Pequeñas victorias sobre lo cotidiano.
IV
Huele a homenaje.
VI
Cuando era aún más pequeño que hoy, papá era el gigante que me llevaba a mi cama. Yo me dormía delante de la tele. Pero ahora que soy un gran pequeño grande, necesito un gigante para que me transporte a mi habitación.
IV
Te gustaba mucho poner mesas tan bonitas para comer como para mirar.
VII
Amor a montones
 

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