miércoles, 20 de mayo de 2020

Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida.


Will y Mary Anne comparten sus esperanzas e inquietudes a través de sus libros preferidos. Cuando leen, no son una persona enferma y una persona sana, sino una madre y un hijo que viajan juntos. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida.


No leíamos únicamente «grandes libros», leíamos al azar, con promiscuidad y por capricho. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, En lugar seguro. 

Hablábamos de libros y hablábamos de nuestra vida. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, En lugar seguro. 


Los libros la ayudaban a centrarse, la tranquilizaban. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Cita en Samarra. 

Rebosante de pasión e ingenio. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Setenta estrofas de la vacuidad. 

Tenía tantos amigos de sus muchas vidas distintas. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Setenta estrofas de la vacuidad. Setenta estrofas de la vacuidad. 

Una de las mejores amigas de mi madre desde la escuela preparatoria contrató y pagó a una cocinera para que fuera una vez a la semana a servir la cena, de modo que mi madre pudiera invitar a un pequeño grupo de amigos sin cansarse más de lo debido, o sencillamente compartir una deliciosa comida casera con mi padre si no estaba de ánimo para recibir visitas. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Setenta estrofas de la vacuidad. 

Otros escribieron acerca del efecto que había tenido mi madre en sus vidas. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Setenta estrofas de la vacuidad. 

¿Por qué no disfrutar mientras puedes de la alegría de saber que llegaste a conmover a otras personas durante tu vida? Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Setenta estrofas de la vacuidad. 


El destino y los efectos de las decisiones que toma la gente. Creo que la mayoría de los libros buenos comparten esa temática. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Setenta estrofas de la vacuidad. 

Esa es una de las virtudes de los libros. Nos ayudan a hablar. Pero también nos aportan algo de lo que todos podemos hablar cuando no queremos hablar de nosotros mismos. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Marjorie Morningstar. 

Mi madre me confesó entonces, mientras seguíamos allí sentados, que creía de verdad que la vida íntima era íntima. Los secretos, estaba convencida, rara vez explicaban o disculpaban nada en la vida real, o revestían mucho interés siquiera. La gente contaba más de la cuenta, dijo, no menos de lo debido. Creía que uno tenía que ser capaz de mantener su vida privada en la privacidad por cualquier motivo, o incluso sin motivo alguno. Lo aplicaba igualmente a los políticos -siempre y cuando no fueran unos hipócritas- y mucho se temía que no encontraríamos nunca gente lo bastante buena e interesante para ocupar un cargo si nos dedicáramos a fisgonear en todos los rincones de su pasado. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Marjorie Morningstar. 

En realidad no había dejado tiempo para la tristeza. Me había mantenido ocupado con mi trabajo y también con las facturas, la tintorería y los correos, todas las tareas triviales que colman mi vida. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, El Hobbit. 

La energía y la chispa que poseían, y también su sonrisa. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida,Fuerza diaria para necesidades diarias. 

Estaba, creo yo, orgullosa de su autocontrol, como si fuera una forma de ascetismo moderado. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Fuerza diaria para necesidades diarias. 

No tenía ni la menor idea de cómo vivir su muerte. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Los guardianes del libro.

Celebra algo siempre que surja la oportunidad. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Los guardianes del libro.

Yo estaba aprendiendo que cuando estás con alguien que se está muriendo, tienes la necesidad de celebrar el pasado, vivir el presente y llorar el futuro, todo al mismo tiempo. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Una lectora nada común.

La alegría no se deriva de si los personajes viven o mueren, sino de lo que han comprendido y logrado, o de cómo se les recuerda. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, La elegancia del erizo.


Una clase especial de valentía y determinación. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Los hombres que no amaban a las mujeres. 

Echaría de menos conocerla mejor. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Demasiada felicidad.

Los libros siempre habían sido para nosotros dos una manera de sacar a colación y explorar temas que nos preocupaban pero que nos resultaban incómodos, y también nos habían dado temas de conversación cuando estábamos estresados o ansiosos. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, En lugar seguro.  

Libros que ayudarían a mi madre en su viaje hacia la muerte, y a mí en el mío hacia la vida sin ella. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Epílogo.

Pienso a menudo en las cosas que me enseñó mi madre. Hazte la cama todas las mañanas; da igual que no tengas ganas, tú háztela. Escribe notas de agradecimiento de inmediato. Deshaz la maleta, aunque solo vayas a pasar una noche en ese lugar. Si no llegas con diez minutos de antelación, es que llegas tarde. Muéstrate alegre y escucha a la gente, aunque no estés de ánimo. Dile a tu pareja (tus hijos, nietos, padres) que la quieres todos los días. Usa papel tapiz para forrar las cómodas por dentro. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Epílogo.

«Mary Anne Schwalbe, que ha fallecido a los 75 años, fue una de mis amigas más íntimas durante más de cincuenta años.Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Epílogo.Su convicción de que los libros son la herramienta más poderosa en el arsenal humano, que leer toda suerte de libros, en el formato que uno elija -electrónico (aunque no era para ella), impreso o audiolibro- es el mejor entretenimiento, y también es la manera en que uno toma parte en la conversación de la humanidad. Mi madre me enseñó que se pueden cambiar las cosas en este mundo y que los libros tienen importancia: son la manera de averiguar lo que tenemos que hacer en esta vida, y el modo de decírselo a los demás. Mi madre también me enseñó, en el transcurso de dos años, docenas de libros y cientos de horas en hospitales, que los libros pueden ser el modo de intimar, y de seguir cerca, incluso en el caso de una madre y un hijo que ya estaban muy cerca de entrada, y siguen estándolo incluso después de la muerte de uno de ellos. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Epílogo.

Unos cuantos regalos (mi madre tenía un «cajón de los regalos») para que siempre puedas dar algo a la gente. Celebra los acontecimientos. Sé amable. Will Schwalbe; El club de lectura del final de tu vida, Epílogo.   

lunes, 18 de mayo de 2020

Franz Werfel; Una letra femenina azul pálido

I. Abril en octubre
Mundo mágico

III. El tribunal supremo
Presa del más horrible de los sentimentalismos.

III. El tribunal supremo
Mi único triunfo era no dejar traslucir nada.

III. El tribunal supremo
Las seis impenetrables semanas que pasé con Vera constituyeron el verdadero matrimonio de mi vida.

III. El tribunal supremo
Todo empezó muy discretamente y con el más trivial de los gestos: oculté mi alianza matrimonial. La primera mentira arrastró necesariamente tras de sí a la segunda y a las cien siguientes.

III. El tribunal supremo
Pero ¿podía él decirle la verdad a Amelie? Esa verdad destrozaría su matrimonio para siempre. Pese a los dieciocho años transcurridos, un ser como Amelie no podría perdonar ni superar aquel engaño ni, menos aún, una mentira que ya duraba toda la vida. En esos minutos se aferró más que nunca a su mujer. Se sintió débil. ¿Por qué no habría hecho trizas la maldita carta de Vera?

III. El tribunal supremo
La mentira en todas sus versiones.

III. El tribunal supremo
Sólo a través de un hijo queda el ser humano irremediablemente imbricado en el mundo, en la despiadada cadena de las causas y los efectos. Todos debemos responder por lo que hacemos.

IV. Leónidas interviene en favor de su hijo
Si no te importa, cariño, quedémonos un rato más hablando. No te asustes, pero hay algo que desde hace muchos, muchos años me oprime el corazón. Sólo que hasta hoy no he tenido valor para contártelo. Tú me conoces, Amelie, yo aguanto todo, menos las catástrofes, las tormentas sentimentales y las escenas; no soporto verte sufrir… Hoy te amo como te he amado siempre, y siempre te he amado como te amo hoy. Nuestro matrimonio es lo más sagrado que hay en mi vida, y tú sabes lo poco que me gusta el patetismo. Espero no tener mucho que reprocharme sobre mi amor. Debo decirte, eso sí, que hay una única y gravísima culpa. Eres libre de castigarme, sí, de castigarme con la máxima dureza. Estoy dispuesto a todo, mi querida Amelie, acataré incondicionalmente tu veredicto y, si me lo ordenas, abandonaré incluso nuestra casa, o, mejor dicho, la tuya, y me buscaré un apartamentito no muy lejos de ti. Pero, antes de juzgar, ten en cuenta que mi culpa tiene ya dieciocho años como mínimo y que no hay célula de nuestro cuerpo ni impulso de nuestro espíritu que sean los mismos de entonces.

IV. Leónidas interviene en favor de su hijo
¿No reside acaso la verdadera vida en lo imprevisto, en la inspiración del instante?

V. Una confesión, aunque no la debida
Tú no eras tú, sino un perfecto desconocido, el hombre de la doble vida, el marido de la otra, el gentleman embustero cuando nadie lo observaba.

VII. En sueños
Y mientras duerme bajo la opresiva cúpula de esa música siempre agitada, Leónidas sabe con una claridad meridiana que ese día le llegó una oferta de salvación, oscura, imprecisa, articulada a media voz como todas las ofertas de este tipo. Sabe que no se mostró digno de ella. Y sabe también que jamás le será presentada una nueva.

VI. Vera aparece y desaparece
Lo que es preciso lamentar sólo puede perdonárselo uno mismo…

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...