viernes, 19 de junio de 2015

Leo Buscaglia; Vivir, amar y aprender

La persona que ama se desprende de los rótulos para siempre.

Rosten afirma: «Los crueles son solamente los débiles. La bondad sólo puede esperarse de los fuertes.

Silberman afirma: «Lo que necesitamos es afecto. Los colegios son sitios tristes que asfixian a los niños, destruyendo su alegría y creatividad». Deberían ser los lugares más felices del mundo porque, como ustedes saben, el mayor placer es aprender. Es algo fantástico porque cada vez que se aprende algo nos convertimos en una persona nueva.

Él no lamentaba morir puesto que había vivido

Lean el trabajo Pigmalión en el aula, otro libro muy interesante. Todos los educadores deberían conocerlo.

Cada libro nos conduce a nuevos libros.

Lo más importante del mundo es convertirse uno en el ser más maravilloso, más grandioso y lleno de amor porque eso será lo que entregaremos a nuestros hijos… y a todas las personas que conozcamos.

Invertir en la vida es invertir en el cambio ¡Y a mí no me preocupa la muerte porque estoy demasiado ocupado viviendo! Que la muerte se ocupe de sí misma.

A mí me gusta que me llamen educador. Detesto que me digan profesor. Un profesor profesa, y hoy en día se profesa demasiado.

Las cosas más bellas podrían ocurrir si nos quedáramos callados. Si alguna vez quieren que la gente hable, no abran la boca. Al cabo de un minuto ellos habrán dicho algo.

Encontraremos un modo fácil de vivir. Lo más fácil del mundo es ser uno mismo. Lo más complicado, ser lo que los demás pretenden que uno sea. No permitamos que nos pongan en esa situación. Entonces viviremos con sencillez.

Para mí, la vida es el regalo que Dios nos hace. El modo en que la vivimos es nuestro regalo a Dios. Haga con ella un fantástico regalo para Él.

Si uno deja de esperar lo tendrá todo. Hay que aceptar lo que la gente da, valorado, abrazar, besar tomarlo con alegría, pero no esperarlo. Si queremos sufrir sigamos con nuestras expectativas. La gente no está en este mundo para cumplir con nuestras expectativas.

Si yo crezco, puedo dar más de mí.

El noventa por ciento de las cosas que nos preocupan jamás suceden, y sin embargo seguimos afligiéndonos por todo. Por eso las compañías de seguro son las empresas más rentables de los Estados Unidos. Nos aseguran contra todo. «Yo fui una de esas personas que vivió sensata

Cometamos alguna locura de tanto en tanto, al menos una vez. Y veamos qué pasa. Iluminará nuestro día.

Son los rasgos comunes lo que nos acerca, pero es la novedad lo que nos mantiene juntos. Debemos ser estimulantes, emocionantes, intercambiar nuevas ideas, crecer, desarrollamos. ¡Nunca volvernos predecibles!”

Es preciso ser espontáneo en el modo de encarar las relaciones. Ver qué ocurre. Reírse alegremente ante aquello que nos fastidiaría. Si queremos ser fascinantes y no aburridos seamos imprevisibles. En lo que a mí respecta, mis amigos sólo pueden contar con mi modalidad impredecible. Nunca sabrán lo que estoy por hacer o decir puesto que cambio constantemente, y eso me gusta.

Al llegar a casa encontré un enorme ramo de flores y una gigantesca torta de chocolate con una notita de un amigo que decía: «Leo, te mando esto para recordarte que aún existen cosas bellas y sabrosas para comer».

Los únicos que se hacen ricos preocupándose por el futuro son los de las compañías de seguros. Pero si hay alguien que no nos asegura de nada, son las compañías de seguros. Nos meten todo tipo de ideas extrañas en la cabeza respecto de la necesidad de protegemos, que terminamos preocupándonos por la preocupación.

Van Gogh declaraba: «El mejor modo de amar la vida es amar muchas cosas». Si quieren saber qué clase de personas amantes son, presten atención a los comentarios que hacen durante el día, Podrán declararse personas que aman, cuando sepan cuántas veces por día dicen «me encantan las flores o amo a los niños».

Las lágrimas aclaran la mirada.

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...