domingo, 11 de diciembre de 2022

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores


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Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella nada que me estaba aguardando, me hubiesen augurado lo que iba a ocurrir. De pronto fue el silencio. Un silencio drástico que, al principio, todavía me resistía a aceptar como algo real. Después surgió el bloqueo. Fin de la confianza mutua, fin de la comunicación constante, fin de su voz (siempre cálida y confidencial) y, por supuesto, fin de aquella compañía entrañable que durante siete años jamás se había interrumpido aunque tuviese que atravesar el espacio burlando mares, ríos, ciudades y dudas.

 

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La vida está llena de falsas verdades.

 

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Fue entonces cuando más cerca estuve de ella. De hecho nada nos cautiva tanto ni nos mantiene tan próximos a los seres queridos como esa lucha forzosa contra los elementos que amenazan con destruir nuestras esperanzas.

 

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Un discurrir sin relieves.

 

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Su fanatismo floral.

 

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La vida está plagada de escondites.

 

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Todos escondemos algo —me dijo en cierta ocasión Rodolfo Liaño—. Probablemente ésa es la razón por la que, a veces, los humanos nos sentimos tan distanciados los unos de los otros».

 

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Hablar no suponía para ellos ningún esfuerzo, antes al contrario, las palabras surgían desnudas de ficciones, y acaso enriquecidas por los acontecimientos que se habían producido tras el nacimiento del niño.

 

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Uno sólo se divierte cuando la vida nos presenta una novedad. Sin embargo, en el instante en que esa novedad se convierte en rutina el aburrimiento reaparece.

 

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Discutir es siempre un desvío del amor propio

 

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En aquellos momentos las aguas eran tranquilas y nada hacía prever que la vida iba a torcerse del modo que se torció, ni que los destinos, tan claramente definidos, podían truncarse de la noche a la mañana. Tampoco era posible imaginar que la juventud de Dula iba a troncharse un año más tarde cuando diera a luz aquel hijo que tanto deseaba.

 

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Entonces todo eso era pura lejanía, pura nada. Nadie estaba facultado para pensar que el tiempo iba a echarse encima para aplastarnos del modo que lo ha hecho. Y que el futuro que nos esperaba iba a confabularse para separarme de mi hijo de una forma tan drástica. Lo cierto es que aquella noche transcurrió sin que surgiera nada especial que dejara al desnudo la trampa que el destino nos estaba tendiendo.

 

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Las complicidades, incluso cuando no se planean ni se prevén racionalmente, acaban siempre por descubrirse y en algunos casos lesionan al cómplice inocente.

 

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Silencios chirriantes.

 

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«Debo vigilar un poco más mis franquezas».

 

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La franqueza no hiere cuando no intenta herir.

 

4

Mil veces he pensado que son precisamente las frases que jamás suenan y las aclaraciones que nunca aclararon nada, lo que más recordamos a lo largo de nuestra vida. Incluso ahora, después de seis años, podría repetir al pie de la letra todo lo que quisimos decir pero que no dijimos.

 

4

Así es el tiempo: implacable. No tiene topes, ni detentaciones, ni se rige por los deseos o las aspiraciones. El tiempo únicamente sabe amenazar y fingir que alienta la esperanza. Sin embargo, mientras la alienta, la va devorando.

 

5

Cuando los acontecimientos que espero alcanzan cierta envergadura, generalmente acumulo reservas para que, cuando lleguen, no pulsen demasiado las cuerdas de mi emotividad. No importa que eso que va a ocurrir todavía no haya ocurrido. Lo esencial es estar preparado para cuando ocurra.

 

5

Nadie cree de verdad que nuestras flaquezas nos van a inducir a caer en las trampas que podamos encontrar en el camino. Todo el mundo piensa que, por encima de las atracciones humanas, campea nuestro sentido del deber.

 

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La ausencia viene a ser una muerte pequeña.

 

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Había tantas muertes a lo largo de la vida. Envejecer, cambiar los hábitos, dejar de soñar, renunciar, perder contactos que consideramos esenciales; el secreto consistía en no dejarse vencer, en mantener la lucha. Y callar. Eso era quizá lo esencial. No caer en la tentación de «explicar a nadie» esas muertes miniatura que se cruzaban en el camino.

 

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Así era la muerte. Un cerrojo bloqueado por una llave extraviada. Un lugar infranqueable que yo nunca podría traspasar.

 

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Insultos dictatoriales.

Theodor Kallifatides; Otra vida por vivir

  


I

Finalmente había hecho caso al consejo de mi hija, que desde muy pequeña montaba a caballo: «Papá, si el caballo te tira, lo que tienes que hacer es montarte en él de nuevo tan rápido como puedas».

 

I

Esa vulgaridad no me representaba.

 

I

Como artista eres lo que eres mientras eres. Luego no eres nada.

 

I

Como artista tienes el deber, tú más que cualquier otra persona, de dar hoy lo que diste ayer.

 

I

Se tiene que ser en extremo insensible para no emocionarse. Aquellas personas eran nuestros mejores amigos. Se entregaban a nuestras palabras, abrían su corazón y su mente a cualquier cosa que tuviéramos que decir, la absorbían como la tierra seca absorbe la lluvia.

 

I

Habría escrito por la sencilla razón de que no tenía otra forma de existir a los ojos de los demás, ni a los míos.

 

I

La literatura había dado forma a mi vida casi tanto como las condiciones políticas y económicas de mi época.

 

I

Nos gusta presumir de que nuestros sentimientos son auténticos. Con frecuencia lo son. Pero con la misma frecuencia son una puesta en escena de un gran director: el arte que nos rodea, los libros que hemos leído, los cuentos que nos contaban cuando éramos niños. La mitología sobre el primer amor, el primer beso o el primer gol permean a nuestros sueños y a nuestras esperanzas y finalmente dan forma a nuestras reacciones.

 

I

Y sabes que quizá hayas vivido una vida equivocada. Pero nada puedes hacer. Solo esperar el momento en que la vida que vives cobre más presencia que la vida que no viviste.

 

I

Me acercaba para darle las buenas noches y ella me miraba distraída, como si no se acordara de mí.

 

I

A veces la vida no toma en cuenta nuestros quereres.

I

Mi esposa va por ese mismo camino. Ahora, a sus setenta años, vive con mayor despreocupación y disfruta de la vida diez veces más que cuando era joven.

 

I

La tristeza necesita compañía, la alegría es más bien autosuficiente.

 

I

En días benditos todo es escritura, y en días malditos nada lo es.

 

I

Luego el texto moría de una especie de asfixia.

 

I

La pobreza no solo se veía. Se olía.

 

I

«Hedor a humanidad», habría dicho Kostakis si viviera.

 

II

Hemos estado casados durante cuarenta y seis años, pero no somos una pareja simbiótica. Ambos hemos querido siempre nuestra independencia. Y la hemos tenido. Mientras los dos trabajábamos, no hubo problema. Tampoco lo hubo cuando Gunilla se jubiló antes de cumplir los sesenta. Yo continué yendo a mi guarida de lobo todas las mañanas. A lo largo de diecisiete años hizo con su día lo que quiso, tenía la casa y el periódico matutino en exclusiva para ella. De ahora en adelante, sin embargo, estaríamos el día entero juntos en casa. Vi que le había dado un poco de miedo, iba y venía a la cocina, y fingía no verme. Yo tampoco me sentía cómodo. A esas horas estaba siempre en el trabajo, escribiendo.

 

II

Las acciones son visibles. Mueves una silla de lugar en una habitación, y la habitación cambia. Mi abuela no era periodista, ni filósofa, pero solía decir que «las palabras no tienen huesos, pero los rompen». Sabía lo que casi todo el mundo sabe: que una palabra puede hacer más daño que el cuchillo más filoso. Decir algo es hacer algo.

 

II

Comprobé que Gunilla todavía era bella, pese a haber cumplido los setenta años.

 

II

Acaso existe un misterio mayor en este mundo que el de sentirte atraído por una única cara toda la vida?

 

II

La casa se había puesto en venta y por qué razón. Con frecuencia la razón era el divorcio o la vejez.

 

II

Con procesos democráticos puede imponerse tanto la dictadura como la tiranía.

 

II

Siempre una frontera natural: el Otro. En todo lo que digas, en todo lo que hagas, has de tener en cuenta al Otro.Naturalmente que puedes ignorarlo, pero eso tiene sus consecuencias. Una de las más comunes es la hostilidad, el odio y, en algún momento, incluso la guerra. 

 

II

El Otro ha de ser el límite natural y el lindero de nuestros actos y nuestras palabras. No haces cambiar a un cristiano presentándole a un Cristo homosexual. Ni un musulmán deja de creer en Mahoma porque tú se lo presentes como un diablo enloquecido. Más bien, al contrario. El cristiano se vuelve más cristiano, y el musulmán más musulmán.

 

II

La muerte no te privará de nada, has probado ya todos los placeres. Has visto a tu mujer parir a tus hijos. A tu hijo convertirse en un hombre y a tu hija en una mujer. Has visto al cerezo de tu jardín crecer, a las olas del mar pulir los cantos, a las serpientes enredarse una al lado de la otra. ¿Qué más puede ofrecerte ya este mundo? Bebe tu vino, date la bendición y cierra los ojos. Y si mueres esta noche, nada cambiará ni nada perderás».

 

II

Ya había en mi corazón un pequeño cementerio de seres queridos ahora ausentes.

 

II

La emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti. Entre otras, tu lengua.

 

II

«Vuelve, tenemos todavía muchos paseos por dar», me dijo en una ocasión, cuando ya no éramos amantes sino algo más valioso. Simplemente buenos amigos.

 

II

La conclusión es que las personas envejecemos y que es mejor envejecer trabajando.

 

III

Le gustaba salir al balcón y ver y oír el despertar de la ciudad. Esa era la hora de la poesía. El alba. El amanecer. El resto del día era para los prosistas.

 

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...