miércoles, 17 de octubre de 2007

En lo Secreto / Georges Chevrot

“Padre, no sé por qué sufro, pero Tú lo sabes, y no permitirías mi pena si hubiera de ser inútil. Padre, yo necesitaba, sin duda, sufrir, pues tengo agravios que reparar, pues en mis días felices era demansiado indiferente a las penas de mis semejantes. Comprendo ahora que debo compadecerme de las desgracias ajenas, y no volveré a hacer mal a uno solo de mis hermanos. Había olvidado que en nuestra condición humana todo es finito y limitado: la vida, la ciencia, los efectos. Es, pues, normal que mis alegrías tengan también un fin. Padre, gracias por las alegrías que me diste, por las que me has dejado y por las compensaciones eternas que me prometes”. Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 178.

No es el trigo lo que le falta al mundo, es el amor.
Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 188.

Si te excusas, Dios te acusa; si te acusas, Dios te excusa.
San Agustín en Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 192.

Creerse justo, es resbalar infaliblemente hacia el mal; saberse pecador, es tomar el camino que aleja de él.
Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 195.

La virtud es un acto de valor.
Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 215.

Sólo quedándose con hambre se corrige la gula.
Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 250.

No busquéis la santidad en acciones brillantes, porque reside en el amor que inspira nuestras más ordinarias acciones.
Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 253.

Del mismo modo que el ojo guía al cuerpo, la conciencia dirige nuestra vida moral y espiritual; ella es la que ilumina y hace resaltar el valor de las cosas, y de las ideas.
Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 255.

Un bloque de cristal al ser herido por un rayo de sol es iluminadao e irradia la luz que recibe; así también la verdad que viene de Cristo ilumina nuestra conciencia y al atravesarla, la vuelve luminosa y capaz de iluminar a los que nos rodean. Pero si en lugar de un cuerpo lúcido, el haz luminoso encuentra un cuerpo opaco, un pedazo de carbón, éste permanece negro. Si en lugar de mantenerse transparente nuestra conciencia llega a aser opaca; si el cristiano en lugar de conservarse como un foco de luz deja, que las tinieblas oscurezcan su espíritu y su corazòn. Georges Chevrot; En lo Secreto, 3ªedición (1966),Rialp, Madrid, 1960, p. 257.

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