jueves, 6 de mayo de 2010

Hacer el bien más que estar bien

Dios cuenta con nosotros. Aunque nos equivoquemos, Dios quiere aprovechar nuestro error y vuelve a disponer todo teniendo en cuenta nuestra equivocación.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p.38.

Hacer el bien más que estar bien.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 40.

No se han marcado un camino con meta, sino una vía de escape. José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 41.
La santidad es el amor de Dios informando toda nuestra vida, todas nuestras acciones.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 42.

Hay olvidos por falta de memoria, pero hay otros olvidos por falta de amor.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 44.

Las vacaciones son formidables para cuidar los amores.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 45.
Convertirse es dejar de vivir como viven todos, dejar de obrar como obran todos, dejar de sentirse justificados en actos dudosos, ambiguos, malos, por el hecho de que los demás hacen lo mismo; comenzar a ver la propia con los ojos de Dios; por tanto tratar de hacer el bien aunque sea incómodo; no estarpendiente del juicio de la mayoría, de los demás, sino del juicio de Dios. En otras palabras, buscar un nuevo estilo de vida.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 47-48.

Sin pastor la oveja es presa del lobo, el hombre sin esfuerzo es presa del desaliento.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 53.

Al hombre le gusta ser rey. Todos buscamos ser reyes en nuestro ámbito, en nuestras posesiones, aunque éstas sean pequeñas o de poco valor, ahí somos los únicos dueños y señores, en ese lugar no tenemos que dar cuenta a nadie. Es la tentación del paraíso.
José Pedro Manglano; Cuidar los amores. El tiempo. La fe (2008), 4ª edicción, Cobel, Madrid, 2009, p. 76.

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