viernes, 2 de junio de 2017

Para Elisa, Jaime y Darío, mis pequeños dulces.

Para Elisa, Jaime y Darío, mis pequeños dulces.


Bajo sus ojos las cosas se ordenaban, calladamente, ocupando ellas solas su lugar.
V. Vida callada

Y pronto descubrieron que desde el día en que Babette se hiciera cargo de la casa, los gastos se habían reducido milagrosamente, y los cubos de sopa y los cestos de pan adquirieron un nuevo y misterioso poder para estimular y fortalecer a sus pobres y enfermos.
V. Vida callada

Se daban cuenta de que Babette era profunda; y en los sondeos que hacían de su ser notaban pasiones, y que había recuerdos y anhelos de los que no sabían nada en absoluto.
V. Vida callada

Babette dio un paso adelante. Hubo algo formidable en ese movimiento, como el crecimiento de una ola.
VI. La suerte de Babette

Señoras! ¿Les había pedido ella, durante doce años, algún favor? ¡No! ¿Y por qué? Señoras, ¿ustedes, que rezan sus oraciones todos los días, pueden imaginar lo que significa para un corazón humano no tener ninguna petición que hacer?
VI. La suerte de Babette

Su consentimiento, al final, transfiguró completamente a Babette. Vieron que de joven había sido hermosa. Y se preguntaron si en este momento, por primerísima vez, no se habían convertido ellas en la «buena gente» de la carta de Achille Papin.
VI. La suerte de Babette

Entonces, ahora será pobre toda su vida, Babette. —¿Pobre? —dijo Babette. Sonrió como para sí—. No, nunca seré pobre. Ya les he dicho que soy una gran artista. Una gran artista, Mesdames, jamás es pobre. Tenemos algo, Mesdames, sobre lo que los demás no saben nada.
XII. La gran artista

Yo podía hacerles felices. Cuando ponía todo mi empeño, les hacía perfectamente felices.

XII. La gran artista

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