miércoles, 6 de abril de 2022

La emoción de las cosas; Ángeles Mastretta


La emoción de las cosas; Ángeles Mastretta

 

Hermosas divagaciones

 

En esta novela personal que nace de las entrañas,

 

La emoción de las cosas

Solo recuerdo la emoción de las cosas. ANTONIO MACHADO

 

MIS DOS CENIZAS

El abismo del que nunca hablaba.

 

MIS DOS CENIZAS

Era su fiesta.

 

MIS DOS CENIZAS

La bondad tiene plazo.

 

MIS DOS CENIZAS

Actitud de reina clausurada.

 

MIS DOS CENIZAS

En el ánimo los hijos pesan siempre.

 

MIS DOS CENIZAS

Mujer que sigue viva en cada planta de su jardín.

 

MIS DOS CENIZAS

Mi madre tenía los ojos claros y la vida en paz.

 

MIS DOS CENIZAS

El mundo de la familia era el más público de nuestros mundos. Toda la intensidad era hacia adentro.

 

MIS DOS CENIZAS

Tejer era la paz en sus ratos de ocio que, por lo mismo, nunca fueron tales.

 

EL DEDAL Y LA CRUZ

Anda a jugar, que de la muerte solo sabes lo que inventas, porque la muerte es un invento de los vivos. Anda, ve, di una fábula, revive una quimera, adivina un ensalmo. 

 

EL DEDAL Y LA CRUZ

No sé si ya habré sembrado en ellos el mal gusto de la esperanza a toda costa. Ojalá.

 

EL DEDAL Y LA CRUZ

A veces, cuando estaba durmiendo, imaginé que ya se había ido de su cuerpo el ángel que nos da cuerda por dentro.

 

EL DEDAL Y LA CRUZ

Ella era escritora en un tiempo en que serlo parecía un remilgo a la dorada profesión de esposa.

 

EL DEDAL Y LA CRUZ

Unas cosas se nos quedan en la memoria como fotos, otras como videos, otras como párrafos de un libro, como poemas, como cuentos. Casi ningún recuerdo es del tamaño de una novela.

 

ASÍ ESCRIBO

«¿Qué es aquello que se compra caro, se ofrece por nada y con frecuencia se rechaza?». Y ella misma responde: «La experiencia. La experiencia de los viejos».

 

ASÍ ESCRIBO

No había que ser ningún genio para descubrir en sus gestos y su voz a una mujer extraordinaria.

 

ASÍ ESCRIBO

Tenía unas manos largas y delgadas con las que se ayudaba al hablar, por más que a sus palabras no les hiciera falta ninguna ayuda: era de una elocuencia inaudita, y solo ella podría saber si alguna vez se calló algo.

 

ASÍ ESCRIBO

Tenía siempre una historia entre los labios.

 

ASÍ ESCRIBO

Cuando la conocí, su vida ya había sido el ir y venir de fortunas e infortunios que la enriquecieron y desvalijaron hasta poner en su boca la capacidad para reír de una manera indeleble. No sé de alguien que no se contagiara del empeño que ella dejaba en sus empeños. Si hubo quienes estando cerca de su voz intentaron librarse de su influencia, no conozco a nadie que lo haya logrado.

 

ASÍ ESCRIBO

Eran firmes sus afectos y no había que temer su desapego. Por eso era difícil conquistarla, pero imposible perderla. Por eso es que uno podía ir por la vida permitiéndose malabarismos, porque era una leal red protectora.

 

ASÍ ESCRIBO

Perdí con ella a la tenaz cómplice.

 

ASÍ ESCRIBO

Hay gentes a quienes la vida dota de más. Con la misma arbitrariedad, incomprensible, con que a unos les niega la virtud, a otros los carga de talentos.

 

DON DE HABLA

Tenía doña Emma, mujer de ojos que hablaban como luces, una sentencia sabia: «No hay mejor cura que un buen rato de conversación». Nadie como ella para detener el mundo y trastocarlo con una remembranza de media tarde, nadie como ella para seguir hasta las dos de la mañana bordando un traje de novia mientras su hermana Luisa cortaba un vestido irrepetible.

 

DON DE HABLA

La suya es una historia bendita y larga sobre la que tienen derecho varios escritores antes que yo. Eso no me quita el derecho a venerar la voz con que mecía las anécdotas más extraordinarias, como quien acude a la mejor de las curas.

 

DON DE HABLA

Los audaces viven más de ochenta años y no le temen al bastón ni a la humildad necesaria para apoyarse en otros. 

 

DON DE HABLA

Los audaces escriben libros como quien cuenta prodigios en un ábaco inmenso y no tiemblan para inventar realidades más atrevidas que la luz cayendo sobre sus escritorios.

 

MÁS BAJO EL CIELO

El pasado se recupera en atisbos, y trastorna el presente con su aire desconocido, a pesar de cuánto nos ha dicho la intuición que pudo ser.

 

ME CAÍ DE LA NUBE

Daré que en algo tengan que ver conmigo para que, poco a poco, se vayan acomodando la pena.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

«¿Te das cuenta de cómo, a veces, la vida nos da propinas?».

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Yo me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contrariada. Me comprometo a recordar, a conocer mis yerros, a bendecir mis arrebatos. Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre. Larga vida prometo, larga paciencia, historias largas. Y nada abreviaré que deba sucederme: ni la pena ni el éxtasis, para que cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mis días.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Esta suerte de naufragio sin réplicas que es quedar huérfano y ser un adulto a punto de empezar a ser viejo.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Debe costar poco, pero vale toda la infancia—,

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Con los años, la fiebre de vivir tiende a volverse apacible, y aunque nos mueva el diario azar, nos emocionen las cosas que parecen triviales y encontremos placer en el coloquio del pan con el desayuno, de repente los días se confunden entre sí y nos confunden; porque muchas veces, a pesar del torbellino, se parecen.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Cuando nos toman los sesenta años, y con ellos la amenaza de una credencial para viejos, el descuento en el transporte, el paso del simple nombre al previo «maestra», que no hizo más examen que el del tiempo, una especie de maldición piadosa se va empeñando en aconsejar la prudencia, la mesura, la serenidad. Contra esta última he decidido no batallar; más aún, todos los días me empeño en buscarla. Incluso a lo que lastima, al dolor y la muerte misma, uno se sabe en el deber de enfrentarlos con serenidad,

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

¿Esto que siento es la heroica serenidad o es simple indiferencia?

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Hay muchas puertas que hemos cruzado por última vez, y eso no queda más remedio que aceptarlo. Pero cuando lo pienso, me toma el cuerpo una furia empeñada en abrir otras. ¿Cuáles? Las que se pueda, aun si para eso hay que correr el riesgo del ridículo, del fracaso, del miedo.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Una invitación a la alegría, ¿por qué le voy a tener miedo? Sobre todo, ¿por qué voy a dejar que pase de largo una llamada a lo insólito?

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Hay amigos en cuya audacia se trama un tesoro.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Anduve unos días sin vivir en mí.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Una desconocida me pasó por el cuerpo desde que medió la semana. Había estado engañándola durante meses. No la dejaba salir, la encerré porque le tenía pavor a la yo que se me escapó entre el martes y el jueves, que me derrotó. Y estuve sin ser yo, siendo yo, perdida, encontrada, insomne, majadera, inconsolable, ruin, carcomida, triste como un zapato colgando de los cables de luz. Pero sobre todo, contra todo, atrapada por una furia que debía ser desolación y que me tuvo inerme, a su merced, avergonzándome con los cambios de la razón a la sinrazón en que viví.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

Por fin no queda nada más que seguir viviendo, y morirnos de pena con el gusto de vernos estar vivos.

 

LAS GRANDES COSAS PEQUEÑAS

El alma prendida con alfileres.


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