sábado, 10 de diciembre de 2022

Barbara Vine; Bodas de azufre


 

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Tenía noventa y cuatro inviernos.

 

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Stella sigue siendo una persona que pertenece al país de los vivos.

 

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No sé cómo se llamaba ni a qué se dedicaba ni cuándo murió ni nada acerca de él y esa es la idea que tengo yo de lo misterioso. Stella es un misterio. Nunca habla de su marido, jamás menciona siquiera que lo tuvo alguna vez. Es más, podría añadir que jamás hace referencia al pasado y eso es realmente asombroso en un lugar como este, porque del pasado es de lo único que hablan la mayoría de los huéspedes. Es su único tema de conversación. Y para algunos de ellos, Maud Vernon por ejemplo, es el pasado remoto, como si el mundo permaneciese inmóvil desde 1955. El otro día me preguntó si el chocolate seguía racionado.

 

6

Se sabe cuándo se ha dejado de ser una muchacha, cuándo no nos queda más remedio que reconocer que se es demasiado vieja para algo, que no estamos ya para esos trotes.

 

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Nunca pensé en que me aburría, hasta que conocí a Ned, o, mejor dicho, hasta que identifiqué el aburrimiento con el matrimonio, y entonces me dije que no podía esperar emoción de mi matrimonio.

 

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En el campo, la gente empieza a envejecer mientras es joven.

 

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Se trataba de una casa que no era un hogar, sino un refugio para desconectarse del mundo, un lugar para ocultarse a los ojos del prójimo, un abrigo de la tormenta.

 

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Nunca he sabido hasta qué punto creía realmente en sus elucubraciones, si todo aquello no sería otra escena del guión dramático que preparaba para sí misma. Para vivirlo en lugar de la vida,

 

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Pensaba a veces que Gilda había dividido sus existencia en estas fases: juventud pictórica de encanto y emociones, matrimonio con un hombre locamente enamorado de ella y edad mediana

 

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En la que él se había descarriado y ella luchaba para recuperarlo.

 

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Me adentraba en el país de las últimas veces.

 

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Es un lugar extraño y encontrarse allí otorga peso a todo lo que una hace.

 

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Casi todas las personas que conozco viven así, no como desean vivir sino de la forma mejor y más prudente que consiguen.

 

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Es como si existiesen dos clases de tiempo, uno para la felicidad y otro para el miedo.

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