Cada uno de nosotros hemos de procurar llenar de ideales, valores, actividades, entretenimientos y, en definitiva, de amor, la propia familia y el propio hogar.
La vida puede compararse a un juego de naipes, en el que contamos con cartas más o menos buenas y con la posibilidad de aprender a utilizar cada vez mejor unas y otras.
La puerta de la felicidad no se abre hacia adentro, sino hacia fuera, para otorgar el bien a los otros.
Kierkegaard en Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.376.
La atención excesiva a los afectos o emociones – sean estos de naturaleza sensible, psíquica o propiamente espiritual- componen un modo más refinado de optar por el propio yo; y cuando semejante atención se torna exclusiva, lo bueno en sí resulta anulado en aras del bien para cada cual.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.335.
La vida puede compararse a un juego de naipes, en el que contamos con cartas más o menos buenas y con la posibilidad de aprender a utilizar cada vez mejor unas y otras.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.342.
En cada instante, y para cada persona, el “mejor modo de ser” es…el que en ese momento posee. Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.343.
Kierkegaard en Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.376.
La atención excesiva a los afectos o emociones – sean estos de naturaleza sensible, psíquica o propiamente espiritual- componen un modo más refinado de optar por el propio yo; y cuando semejante atención se torna exclusiva, lo bueno en sí resulta anulado en aras del bien para cada cual.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.377.
La máxima falsificación de la libertad humana consiste en rechazar lo bueno en cuanto bueno, para atender tan solo al propio beneficio.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.377.
El hombre que no elige el bien supremo al que su naturaleza le inclina, sino que se prefiere a sí mismo por encima de todo y de todos, ni se perfecciona como persona, ni logra ser feliz.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.379.
El egocentrismo es un proceso que castiga al que lo sufre. Así como la respetuosa preocupación por el objeto de nuestro amor nos da alas y fuerzas, la fijación egocéntrica en nuestro propio beneficio nos despoja de la fuerza y la confianza porque el egocentrismo nos deja a mered de un interminable “temor por nuestro pequeño Yo” que podría sufrir algún perjuicio y, al menos como posibilidad, está en constante riesgo de destrucción. Quien hace de sí el centro de todo no encuentra forma de escapar al temor por sí mismo.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.401.
Lo que importa no es tanto amar, sino, amar bien lo bueno, lo que merece ser bien amado.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.403.
Manejar el arte de poner en primer plano las facetas más alentadoras y alegres de cada momento constituye una garantía de salud mental, de eficacia y en definitiva de felicidad.
Tomás Melendo, Gabriel Martí; Elogio a la Afectividad, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2009, p.407.