I. Los juegos de Lilus
Lilus nunca juega en su cuarto, ese cuarto que el orden ha echado a perder.
I. Los juegos de Lilus
Gentes que caminan muy apuradas, con cara de que van a salvar al mundo…
II. El concierto.
A Lilus no le vigilaban las lecturas, y un día cayó en este párrafo: «Nada expresa mejor los sentimientos del hombre, sus pasiones, cólera, dulzura, ingenuidad, tristeza, que la música. Usted encontrará en ella el conflicto que tiene en su propio corazón. Es como un choque entre deseos y necesidades; el deseo de pureza y la necesidad de saber».
II. El concierto
Es horrible dormirse entre despiertos.
II. El concierto
Muchas veces las gentes lloran porque encuentran las cosas demasiado bellas. Lo que les hace llorar, no es el deseo de poseerlas, sino esa profunda melancolía que sentimos por todo lo que no es, por todo lo que no alcanza su plenitud. Es la tristeza del arroyo seco, ese caminito que se retuerce sin agua… del túnel en construcción y nunca terminado, de las caras bonitas con dientes manchados… Es la tristeza de todo lo que no está completo.
II. El concierto
Hay unos que concentran su atención inquieta en la orquesta, y que sufren como si los músicos estuvieran a punto de equivocarse. Ponen cara de grandes conocedores, y con un gesto de la mano, o tarareando en voz bajísima algún pasaje conocido, inculcan en los vecinos su gran conocimiento musical. Hay otros que oyen con humildad. Avergonzados, no saben qué hacer con sus manos. Están muy pendientes de la hora del aplauso, vigilan su respiración, y se mortifican cada vez que a un desconocido se
VIII. La Borrega
Son amores que no se tocan pero que se evocan mucho.
XI. La amiga de Lilus
Pero un día que Chiruelita se acercó a su marido con una corona de flores en la cabeza, con prendedores de mariposas y de cerezas en las orejas, para decirle con su voz melodiosa: «Mi chivito, yo soy la Plimavela de Boticheli. ¡Hoy no hice comilita pala ti!», con gesto lánguido el artista de las manías le retorció el pescuezo.
XI. La amiga de Lilus
Lilus sabe cuántos peligros aguardan a quien trata de hablar bien, y prefiere callarse. Es mejor sentir que saber. Que lo bello y lo grande vengan a nosotros de incógnito, sin las credenciales que sabemos de memoria…
XI. La amiga de Lilus
Las mujeres que escuchan y reciben son como los arroyos crecidos como el agua de las lluvias, que se entregan en una gran corriente de felicidad.
XI. La amiga de Lilus
Esto puede parecer una apología de las burras. Pero ahora que hay tantas mujeres intelectuales, que enseñan, dirigen y gobiernan, es de lo más sano y refrescante encontrarse de pronto como una Chiruelita que habla de flores, de sustos, de perfumes y de tartaletitas de fresa
XII. El convento
Sus ojos recordaban a los ojos de las estatuas, que nunca se posan en las cosas feas.
XII. El convento
Que no juzgara… que no juzgara el adulterio, porque es lo que más se juzga y menos se entiende…