Quien cree ve;
ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros
desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, 1.
El joven
Nietzsche invitaba a su hermana Elisabeth a arriesgarse, a « emprender nuevos
caminos… con la inseguridad de quien procede autónomamente ». Y añadía: « Aquí
se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y
felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga »[3]. Con lo que creer sería lo contrario de buscar. A
partir de aquí, Nietzsche critica al cristianismo por haber rebajado la
existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida. La fe sería entonces
como un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro. ……..De esta manera, la fe ha
acabado por ser asociada a la oscuridad Carta
Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, 2-3.
La fe se ha
visto así como un salto que damos en el vacío, por falta de luz, movidos por un
sentimiento ciego; o como una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el
corazón, de dar consuelo privado, pero que no se puede proponer a los demás
como luz objetiva y común para alumbrar el camino. Poco a poco, sin embargo, se
ha visto que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el
futuro; al final, éste queda en la oscuridad, y deja al hombre con el miedo a
lo desconocido. De este modo, el hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz
grande, de una verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que
alumbran el instante fugaz, pero que son incapaces de abrir el camino. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, 3.
la
característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan
potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más
primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, 4.
La fe nace del
encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos
precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida.
Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él
hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, 4.
La fe no habita
en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, 4.
La fe está
vinculada a la escucha. Carta Encíclica
LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo primero, 8.
La fe « ve » en
la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra
de Dios. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo
primero, 9.
La luz de la fe
está vinculada al relato concreto de la vida, al recuerdo agradecido de los
beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas. La
arquitectura gótica lo ha expresado muy bien: en las grandes catedrales, la luz
llega del cielo a través de las vidrieras en las que está representada la
historia sagrada. La luz de Dios nos llega a través de la narración de su revelación
y, de este modo, puede iluminar nuestro camino en el tiempo, recordando los
beneficios divinos, mostrando cómo se cumplen sus promesas. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo primero, 9.
La idolatría no presenta un
camino, sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman
más bien un laberinto. La idolatría no presenta un camino,
sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien
un laberinto. Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las
voces de tantos ídolos que le gritan: « Fíate de mí ». La fe, en cuanto
asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los
ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. Creer
significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene
y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de
enderezar lo torcido de nuestra historia. La fe consiste en la disponibilidad
para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios. He aquí la
paradoja: en el continuo volverse al Señor, el hombre encuentra un camino
seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo primero, 13.
La fe es un don
gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para
poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la
historia de la salvación. Carta Encíclica
LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo primero, 14
Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aun más
necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la
cultura contemporánea se tiende a menudo a aceptar como verdad sólo la verdad
tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue construir y medir con su
ciencia; es verdad porque funciona y así hace más cómoda y fácil la vida. Hoy
parece que ésta es la única verdad cierta, la única que se puede compartir con
otros, la única sobre la que es posible debatir y comprometerse juntos. Por
otra parte, estarían después las verdades del individuo, que consisten en la
autenticidad con lo que cada uno siente dentro de sí, válidas sólo para uno
mismo, y que no se pueden proponer a los demás con la pretensión de contribuir
al bien común. La verdad grande, la verdad que explica la vida personal y
social en su conjunto, es vista con sospecha. ¿No ha sido esa verdad —se
preguntan— la que han pretendido los grandes totalitarismos del siglo pasado,
una verdad que imponía su propia concepción global para aplastar la historia
concreta del individuo? Así, queda sólo un relativismo en el que la cuestión de
la verdad completa, que es en el fondo la cuestión de Dios, ya no interesa. En
esta perspectiva, es lógico que se pretenda deshacer la conexión de la religión
con la verdad, porque este nexo estaría en la raíz del fanatismo, que intenta
arrollar a quien no comparte las propias creencias. A este respecto, podemos
hablar de un gran olvido en nuestro mundo contemporáneo. En efecto, la pregunta
por la verdad es una cuestión de memoria, de memoria profunda, pues se dirige a
algo que nos precede y, de este modo, puede conseguir unirnos más allá de
nuestro « yo » pequeño y limitado. Es la pregunta sobre el origen de todo, a
cuya luz se puede ver la meta y, con eso, también el sentido del camino común. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo segundo, 25.
En esta
situación, ¿puede la fe cristiana ofrecer un servicio al bien común indicando
el modo justo de entender la verdad? Para responder, es necesario reflexionar
sobre el tipo de conocimiento propio de la fe. Puede ayudarnos una expresión de
san Pablo, cuando afirma: « Con el corazón se cree » (Rm 10,10). En la Biblia el corazón es el centro
del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu,
la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, el
entendimiento, la voluntad, la afectividad. Pues bien, si el corazón es capaz
de mantener unidas estas dimensiones es porque en él es donde nos abrimos a la
verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo.
La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor.
Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de
conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar
nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo
amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el
gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para
ver la realidad. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo segundo, 26.
Esta descripción del amor ¿es verdaderamente adecuada?
En realidad, el amor no se puede reducir a un sentimiento que va y viene. Tiene
que ver ciertamente con nuestra afectividad, pero para abrirla a la persona
amada e iniciar un camino, que consiste en salir del aislamiento del propio yo
para encaminarse hacia la otra persona, para construir una relación duradera;
el amor tiende a la unión con la persona amada. Y así se puede ver en qué
sentido el amor tiene necesidad de verdad. Sólo en cuanto está fundado en la
verdad, el amor puede perdurar en el tiempo, superar la fugacidad del instante
y permanecer firme para dar consistencia a un camino en común. Si el amor no
tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no
supera la prueba del tiempo. El amor verdadero, en cambio, unifica todos los
elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y
plena. Sin verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, no consigue
llevar al « yo » más allá de su aislamiento, ni librarlo de la fugacidad del
instante para edificar la vida y dar fruto. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo segundo,
27.
Si el amor
necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad
no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva
para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido
a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que
el amor es experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda
la realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo segundo,
27.
Cuando estamos
configurados con Jesús, recibimos ojos adecuados para verlo. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo segundo, 31
Una verdad común
nos da miedo, porque la identificamos con la imposición intransigente de los
totalitarismos. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo segundo, 34.
La verdad de un
amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo del amor
puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre. Se ve claro así que
la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro.
El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde, sabiendo
que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le posee. En lugar de
hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible
el testimonio y el diálogo con todos.
Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo segundo,
34.
El hombre
religioso intenta reconocer los signos de Dios en las experiencias cotidianas
de su vida, en el ciclo de las estaciones, en la fecundidad de la tierra y en
todo el movimiento del cosmos. Dios es luminoso, y se deja encontrar por aquellos
que lo buscan con sincero corazón.
Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo segundo,
35.
Quien se pone en
camino para practicar el bien se acerca a Dios, y ya es sostenido por él,
porque es propio de la dinámica de la luz divina iluminar nuestros ojos cuando
caminamos hacia la plenitud del amor.
Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo segundo,
35.
La fe recta orienta la razón
a abrirse a la luz que viene de Dios, para que, guiada por el amor a la verdad,
pueda conocer a Dios más profundamente. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo segundo,
36
La fe se
transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama
enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan
fecunda, que se convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de
frutos.. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo tercero,
37.
Es imposible
creer cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que
se hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el «
yo » del fiel y el « Tú » divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma
naturaleza, se abre al « nosotros », se da siempre dentro de la comunión de la
Iglesia. Nos lo recuerda la forma dialogada del Credo, usada en la liturgia bautismal. El creer se
expresa como respuesta a una invitación, a una palabra que ha de ser escuchada
y que no procede de mí, y por eso forma parte de un diálogo; no puede ser una
mera confesión que nace del individuo. Es posible responder en primera persona,
« creo », sólo porque se forma parte de una gran comunión, porque también se
dice « creemos ». Esta apertura al « nosotros » eclesial refleja la apertura
propia del amor de Dios, que no es sólo relación entre el Padre y el Hijo,
entre el « yo » y el « tú », sino que en el Espíritu, es también un « nosotros
», una comunión de personas. Por eso, quien cree nunca está solo, porque la fe
tiende a difundirse, a compartir su alegría con otros. Quien recibe la fe
descubre que las dimensiones de su « yo » se ensanchan, y entabla nuevas
relaciones que enriquecen la vida.
Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo tercero,
39
El cristiano
sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, puede
convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no
nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la
fe y en el amor.. Carta Encíclica LUMEN FIDEI , del sumo
pontífice francisco, Roma,
29 de junio de 2013, capítulo cuarto, 56.
La luz de la fe
no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros
pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le
da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia
que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de
sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. Carta Encíclica LUMEN
FIDEI , del sumo pontífice francisco, Roma, 29 de junio de 2013, capítulo cuarto,
57.