Rainer Maria Rilke; Cartas a un joven poeta.
La mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado ninguna palabra. Y lo máximamente indecible son las obras de arte, existencias llenas de misterio cuya vida, en contraste con la nuestra, tan efímera, perdura. Carta número 1
La mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado ninguna palabra. Y lo máximamente indecible son las obras de arte, existencias llenas de misterio cuya vida, en contraste con la nuestra, tan efímera, perdura. Carta número 1
Nadie puede aconsejarle ni
ayudarle, nadie. Sólo hay un medio. Entre en sí mismo. Investigue el fundamento
de lo que usted llama escribir; compruebe si está enraizado en lo más profundo
de su corazón; confiésese a sí mismo si se moriría irremisiblemente en el caso
de que se le impidiera escribir. Carta número 1
Excave en sí mismo en busca
de una respuesta que venga de lo profundo. Carta número 1
Preste atención a lo que su
propia vida cotidiana le ofrece; describa sus tristezas y anhelos, los
pensamientos fugaces y la fe en algo bello; descríbalo todo con sinceridad
íntima, callada y humilde y, para expresarse, sírvase de las cosas que le
rodean, de las imágenes de sus sueños y de los objetos de sus recuerdos. Carta
número 1
Si su vida diaria le parece
pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo, dígase que aún no es lo
bastante poeta como para convocar su riqueza, pues para el creador no existe
pobreza ni lugar pobre o indiferente. Carta número 1
Y si de ese retorno hacia
dentro, de esa inmersión en su propio mundo, surgen versos, no se le ocurrirá
preguntar a nadie si son buenos o no. Tampoco intentará interesar a las
revistas, pues verá en ese trabajo su propiedad amada y natural, un fragmento y
una voz de su vida. Una obra de arte es buena cuando surge de la necesidad. Carta
número 1
En las cosas más profundas e
importantes, estamos indeciblemente solos y, para que uno pueda aconsejar o
ayudar a otro, tienen que ocurrir muchas cosas, muchas cosas han de producirse,
toda una constelación de acontecimientos ha de suceder para que por una sola
vez el consejo llegue a buen puerto. Carta número 2
Resonancia vibrante del
recuerdo; ninguna experiencia ha sido demasiado pequeña, y el más diminuto
acontecimiento se revela como un destino, y el destino mismo es como un
maravilloso y amplio tapiz en el que cada hilo es llevado por una mano cariñosa
e infinita, puesto junto a otros y soportado por otros cien. Carta número 3
Las obras de arte son
soledades infinitas. Carta número 3
Todo progreso, debe venir,
profundo, de dentro, y por nada puede ser presionado ni precipitado.
Todo es gestar y después
parir. Carta número 3
No se deje engañar por la
superficie. En lo profundo todo es ley. Carta número 4
La belleza de la madre es
maternidad entregada. Carta número 4
Evite incrementar el drama
siempre tenso entre padres e hijos. Les roba mucha fuerza a los hijos y agota
el amor de los padres, que es eficaz y cálido, aunque no comprenda. No les
exija ningún consejo y no cuente con ninguna comprensión de su parte, pero crea
en su amor que le ha sido reservado como una herencia: en ese amor hay una
fuerza y una bendición, de las que no tendrá necesidad de salirse para ir muy
lejos. Carta número 4
Disfrutaré del gran silencio,
del que espero el regalo de buenas y laboriosas horas… Carta número 5
Quizá llegaríamos a soportar
nuestras tristezas con mayor confianza que nuestras alegrías. Pues son momentos
en los que algo nuevo se ha introducido en nosotros, algo desconocido. Nuestros
sentidos enmudecen con tímido encogimiento, todo en nosotros se retrae, nace un
silencio y lo nuevo, lo que nadie conoce, se yergue en el centro y calla. Yo
creo que casi todas nuestras tristezas son momentos de tensión que nosotros
percibimos como parálisis, porque ya no sentimos la vida de nuestros sentidos
alienados. Porque estamos solos con el extraño que se nos ha introducido; porque,
por un momento, se nos arrebata todo lo habitual y lo que nos inspiraba
confianza; porque nos encontramos en una encrucijada donde no podemos
permanecer. Carta número 8
La soledad no es algo que se
pueda dejar o tomar. Somos soledad. Carta número 8
Hemos de aceptar nuestra
existencia tan ampliamente como nos sea posible. Todo, incluso lo inaudito, ha
de ser posible. Esto es lo fundamental, el único valor que se nos exige: ser
valientes ante lo más extraño, maravilloso e inexplicable que nos pueda
acontecer. Carta número 8
No hay nada que deba
asustarnos o torturarnos. Estamos puestos en la vida como en el elemento más
afín y hemos llegado a hacernos tan similares a ella a través de siglos de
adaptación que, si nos mantenemos en calma y en silencio, gracias a un feliz
mimetismo, casi no se nos puede diferenciar de ella. No tenemos ningún
fundamento para desconfiar de nuestro mundo, ya que no está contra nosotros. Si
tiene miedos, son sólo nuestros miedos; si tiene abismos, esos abismos nos
pertenecen; si hay peligros, debemos intentar amarlos. Y si disponemos nuestra
vida según el principio que nos aconseja mantenernos siempre en lo difícil, lo
que nos parecía extraño, se nos transformará en algo infinitamente fiel y digno
de toda confianza. Carta número 8
Quizá todos los dragones de
nuestra vida sean princesas que sólo esperan vernos una vez hermosos y
valientes. Quizá todo lo horrible, en el fondo, sea sólo una forma de desamparo
que solicita nuestra ayuda. Carta número 8
Deje que la vida vaya
sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre, siempre
tiene razón. Carta número 9