En los árboles se estaba tranquilo, le
dejaban a uno en paz. Hasta allí no llegaban ni las llamadas de la madre ni las
órdenes del hermano mayor, sólo el viento, el murmullo de las hojas y el ligero
crujido de las ramas… y qué panorama, tan amplio y maravilloso: yo podía ver no
sólo nuestra casa y el jardín, sino las otras casas y los otros jardines, el
lago y los campos del otro lado, y las montañas; y, al atardecer, yo, desde lo
Alto de mi árbol, todavía podía ver el
sol al otro lado de las montañas cuando para los que vivían a ras del suelo ya
hacía rato que se había puesto. Era casi como volar. Quizá no tan emocionante,
ni tan elegante, pero era un buen sustitutivo de volar, especialmente
Son frases que no salen de la vida sino
de las novelas malas y de las películas americanas
No era sólo que yo no me hubiera
preocupado por el tiempo sino que ¡el tiempo se había preocupado por mí!
Mis escapadas televisivas provocaban el
clásico conflicto entre obligación y devoción.