Las
mujeres que aman demasiado
Robin
Norwood
Nos
atraen los hombres que reproducen la lucha que soportamos con nuestros padres,
cuando tratábamos de ser lo suficientemente dignas, útiles, buenas, cariñosas e
inteligentes para ganarnos su amor, la atención y la aprobación de aquellos que
no podían darnos lo que necesitábamos debido a sus propios problemas y
preocupaciones. Ahora funcionamos como si el amor, la atención y la aprobación
no tuvieran importancia a menos que tratáramos de obtenerlo de un hombre que
también es incapaz de dárnoslo.
A
menudo aquellas que provenimos de hogares disfuncionales tuvimos padres
irresponsables, inmaduros y débiles. Crecimos con rapidez y nos convertimos en
pseudo adultas mucho tiempo antes de estar listas para la carga que suponía ese
papel. Pero también nos complacía el poder que
nos conferían nuestra familia y los demás. Ahora, como adultas, creemos que
depende de nosotras hacer que nuestras relaciones funcionen bien, y a menudo
formamos equipo con hombres irresponsables que nos culpan y contribuyen a
nuestra sensación de que todo realmente depende de nosotras. Somos expertas en
llevar esa carga.
Cuando
amamos demasiado vivimos en un mundo de fantasía, donde el hombre con quien
somos tan infelices o estamos tan insatisfechas, se transforma en lo que
estamos seguras de que puede llegar a ser, y en lo que se convertirá con
nuestra ayuda. Dado que sabemos tan poco cómo es ser feliz en una relación y
tenemos muy poca experiencia en el hecho de que alguien a quien queremos
satisfaga nuestras necesidades emocionales, ese mundo de ensueño es lo máximo
que nos atrevemos a acercarnos para tener lo que queremos. Si ya tuviéramos a
un hombre que fuera todo lo que quisiéramos, ¿para qué nos necesitaría? Y todo ese
talento (y compulsión) para ayudar no tendría dónde operar. Una parte
importante de nuestra identidad estaría desempleada. Por eso elegimos un hombre
que no es lo que queremos…y seguimos soñando.
El
azúcar refinado es casi idéntico en su estructura molecular al alcohol etílico,
muchas hijas de alcohólicos desarrollan una adicción a ella y adquieren una
forma compulsiva de comer. El azúcar refinado no es una comida, sino una droga.
No tiene valor alimenticio; sólo calorías vacías. Puede alterar en forma
dramática la química cerebral y es una sustancia altamente adictiva para mucha
gente.
Es
tan distinto salir con alguien y realmente prestar atención respecto de si me
gusta, si lo estoy pasando bien, si me parece una persona agradable.
Siempre trataba
de agradar a quienquiera que estuviese conmigo, de asegurarme que él lo pasara
bien conmigo y pensara que yo era una persona agradable.
Cuando
los esfuerzos por ayudar provienen de personas con antecedentes desdichados, o
que están atravesando relaciones llenas de tensiones, siempre hay que sospechar
la necesidad de controlar. Cuando hacemos por otro lo que él mismo puede hacer,
cuando planeamos el futuro o las actividades diarias de otro, cuando sugerimos,
aconsejamos, recordamos, advertimos o tratamos de persuadir con halagos a
alguien que no es una criatura, cuando no podemos soportar que
esa persona enfrente las consecuencias de sus actos y por eso tratamos de
cambiar sus actos o prevenir las consecuencias de los mismos: eso es controlar.
Nuestra esperanza es que si podemos controlar a esa persona, entonces podemos
controlar nuestros sentimientos en los aspectos en que nuestra vida se une a la
suya. Y, por supuesto, cuanto más nos esforzamos por controlarlo, menos podemos
hacerlo. Pero no podemos detenernos.
Mientras
usted se concentre en cambiar a alguien sobre quien no tiene poder (y nadie
tiene poder para cambiar a nadie más que a si mismo), no puede emplear sus energías
para ayudarse a si misma. Lamentablemente el hecho de cambiar a alguien nos
resulta mucho más atractivo que trabajar sobre nosotras mismas, de modo que
hasta que abandonemos la noción anterior nunca podremos ponernos a trabajar en
la segunda. La mayor parte de la locura y la desesperación que usted experimenta
proviene directamente de sus intentos de dirigir y controlar lo
que no puede. Piense en todos los intentos que ha hecho: los interminables
sermones, los ruegos, las amenazas, extorsiones, tal vez incluso violencia,
todos los caminos que se ha probado y que no han dado resultado. Y recuerde
como se sintió después de cada intento fallido. Su autoestima se redujo aún más,
y se volvió más ansiosa, más impotente, más furiosa. La única manera de salir
de toso esto es abandonar los intentos de controlar lo que no puede: a él y su
vida. Finalmente, es necesario dejar de hacerlo porque casi nunca cambiara ante
esa presión por parte de usted. Lo que debiera ser problema de él empieza a
parecer de usted, y, de alguna manera, usted termina atascada en ese problema a
menos que deje de intentarlo. Aún cuando él trate de apaciguarla con alguna
promesa de cambiar sus costumbres, es probable que vuelva a su viejo comportamiento,
a menudo con mucho resentimiento hacia usted. Recuerde: si usted es la razón
por la cual el abandona una conducta, también será la razón por la cual la
reanude.
La
mayoría de quienes amamos demasiado estamos atrapadas en el hábito de culpar a
los otros por la infelicidad de nuestra vida, mientras negamos nuestras propias
decisiones. Este es un enfoque canceroso de la vida, que debe extirparse de
raíz y eliminarse, y la forma de hacerlo es examinarnos a fondo y con
honestidad. Solo al ver nuestros problemas y fallas (también nuestros aspectos
buenos y éxitos) como nuestros, en lugar de verlos como de alguna manera
relacionada
con
él, podemos tomar las medidas necesarias para cambiar aquello que hay que
cambiar.
No
esperar a que el cambie antes de seguir con la vida. Esto también significa no
esperar el apoyo de él- en cuestiones financieras, emocionales o prácticas para
iniciar o cambiar de carrera, retomar sus estudios o lo que usted desee hacer.
En lugar de subordinar sus planes a la cooperación de él, actúe como si no
tuviese en que quien más que apoyarse que usted misma. Cubra todas las contingencias
– el cuidado de los hijos, dinero, tiempo, transporte – sin usarlo a él como recurso
(ni como excusa!). Si, mientras lee esto usted está protestando que sin la
colaboración de él son imposibles sus planes, considere sola o con una amiga,
como lo haría si no lo conociera. Descubrirá que es muy posible hacer que la
vida funcione bien para usted cuando deje de depender de la de él y haga uso de
todas sus otras alternativas.
Cultivarse
significa actuar en pro de sus intereses. Si usted ha estado demasiado ocupada
con él por demasiado tiempo y no tiene vida propia, entonces comience por tomar
muchos caminos distintos para averiguar que le atrae. Esto no es fácil para la
mayoría de las mujeres que aman demasiado. Dado que ese hombre fue su proyecto durante
tanto tiempo, se sienten incómodas al pasar a concentrarse en si mismas y
analizar lo que es bueno para su crecimiento personal. Esté dispuesta a probar
por lo menos una actividad nueva por semana. Vea la vida como si fuera una mesa
de platos variados, y sírvase muchas experiencias distintas para poder
descubrir que la atrae.
Cultivarse
significa correr riesgos, conocer gente nueva, entrar a un aula por primera vez
en años, hacer un viaje sola, buscar empleo...cualquier cosa que sepa Ud. que
necesita hacer, pero no ha podido
reunir el coraje suficiente para emprenderla. Este es el momento de
zambullirse. En la vida no hay errores, sin solo lecciones, de modo que salga y
permítase aprender algo de lo que la vida quiere enseñarle. Utilice su grupo de
apoyo como fuente de aliento y retroalimentación. (No recurra a su relación ni a aquella familia disfuncional de origen
en busca de aliento. Ellos necesitan que usted siga siendo la misma, para poder seguir siendo los mismos. No se sabotee usted misma ni a su crecimiento
apoyándose en ellos.)
Cada
día haga cosas que no desee hacer, a fin de flexibilizarse y expandir su idea
de quien es usted y de que es capaz de hacer. Defiéndase cuando preferiría
fingir que no le importa, o vuélvase sobre un punto insatisfactorio aunque
prefiera hacerlo a un lado. Haga esa llamada telefónica que preferiría evitar. Aprenda
a cuidarse mejor y a preocuparse menos por los demás en sus interacciones.
Diga que no para complacerse, en lugar de decir sí para complacer a otro. Pida
con claridad algo que desee, y arriésguese a que se lo nieguen.
Al
comenzar a ponerse en primer lugar, usted debe aprender a tolerar la ira y la
desaprobación de los demás. Son reacciones inevitables de aquellos cuyo
bienestar usted había puesto hasta ahora antes
que el propio. No discuta, no se disculpe ni trate de justificarse. Manténgase
lo más serena y alegre que le sea posible y siga con sus actividades. Los
cambios que usted está haciendo en su vida requieren que los que la rodean
también cambien, y es natural que se resistan. Pero a menos que usted dé
crédito a esa indignación, durará bastante poco.
No es más que un intento por
llevarla a su viejo comportamiento abnegado, a hacer por ellos lo que ellos
pueden y deberían hacer solos. Usted debe escuchar con atención a su voz
interior en cuanto a lo que es bueno o correcto para usted, luego hacerle caso.
Así desarrolla un sano interés por usted misma: escuchando sus propios
indicios. Es probable que, hasta ahora, usted ha tenido una capacidad casi psíquica
para captar los indicios de los demás sobre la forma en que querían que usted
se comportara. "Desconecte" esos indicios, o continuarán sofocando
los suyos.
Finalmente
volverse egoísta requiere que usted reconozca que su valor es grande, que sus
talentos son dignos de expresión, que su realización personal es tan importante
como la de cualquier persona, y que su mejor identidad personal es el mejor
regalo que tiene usted para el mundo en general y, más especialmente, para
quienes están más cerca de usted.
Permitir
que te amen es mucho más difícil porque debe venir de un sitio muy privado, el sitio
donde tú ya te amas.
Éstas
son las características de una mujer que se ha recuperado de amar demasiado.
1.
Se acepta por completo, aún cuando desea cambiar partes de sí misma. Hay un
amor propio y una autoconsideración básicos, que ella alimenta con cuidado y
expande con decisión.
2.
Acepta a los demás tal como son, sin tratar de cambiarlos para satisfacer sus
propias necesidades.
3.
Está en contacto con sus sentimientos y actitudes en todos los aspectos de su
vida, inclusive la sexualidad.
4.
Atesora cada aspecto de sí misma: su personalidad, su apariencia, sus creencias
y principios, su cuerpo, sus intereses y logros. Se auto aprueba, en lugar de
buscar una relación que le otorgue una sensación de valor propio.
5.
Su autoestima es lo suficientemente grande para que pueda disfrutar de la
compañía de los demás, especialmente de los hombres, que le parecen bien tal
como son. No necesita que la necesiten para sentirse digna.
6.
Se permite ser abierta y confiada con la gente apropiada. No teme que la
conozcan en un nivel personal profundo, pero tampoco se expone a la explotación
de quienes no se interesan por su bienestar.
7.
Se pregunta: “¿Esta relación es buena para mí? ¿Me permite llegar a ser todo lo
que soy capaz de ser?”
8.
Cuando una relación es destructiva, es capaz de renunciar a ella sin
experimentar una depresión incapacitante. Tiene un círculo de amigos que la
apoyan e intereses sanos que la ayudan a superar la crisis.
9.
Valora su propia serenidad por sobre todas las cosas. Todas las luchas, el
drama y el caso del pasado han perdido su atracción. Se protege a sí misma, su
salud y su bienestar.
10.
Sabe que una relación, para que funcione, debe darse entre dos personas que
compartan objetivos, intereses y valores similares, y que tengan capacidad para
la intimidad. Sabe también que ella es digna de lo mejor que le pueda ofrecer
la vida.
A
menos que tengamos autoaceptación y amor propio, no podemos tolerar que nos
“conozcan”, porque sin esos sentimientos no podemos creer que somos dignas de
ser amadas tal como somos. En cambio, tratamos de ganar amor dándolo a otra
persona, siendo maternales y pacientes, sufriendo y sacrificándonos,
proporcionando una vida sexual excitante o cocinando de maravillas, o lo que
sea.