martes, 29 de octubre de 2019

Delphine De Vigan; Días sin hambre


- Comida por dentro de tanto no comer.

- La envuelve con palabras

- Su hermana inmensa, inmensamente hermana.

- No quiere curarse porque sólo sabe existir a través de esa enfermedad que la ha elegido

- Un crimen silencioso contra sí mismas.

- Extraer con precaución esos recuerdos

- A menudo revueltos, almacenados como cerdos degollados, colgados de las patas, con la piel manchada de sangre seca, tendrá que luchar para no dar marcha atrás, a causa del olor a podrido que desprenden y que impide pararse mucho tiempo a estudiarlos.

- Luchar consigo mismo para entender algún día que se está luchando por uno mismo.

- A veces las palabras pesan demasiado.

- Paladea el extraño vínculo que el médico ha sabido tejer, entre ella y él.

- Si el cuerpo va más aprisa que la cabeza, la cabeza se niega, se defiende, ordena al cuerpo que pare. Le ordena que se amotine. Durante unos días, el peso se estanca.

- Adioses sin fin.

- El aire de París posee perfumes prohibidos

- Islotes de vida que comienzan poco a poco a latir de nuevo en ella.



Birgit Vanderbeke; Mejillones para cenar


Empezamos a pensar qué haríamos si él no viniera y enseguida descubrimos que para mi hermano y para mí sería mejor que no volviera, que no volviera nunca, porque ya no nos gustaba ser una verdadera familia, como él la llamaba. Nosotros pensábamos que en realidad no éramos una verdadera familia, en esta familia sólo se trataba de que hiciéramos ver que éramos una verdadera familia según el concepto de familia de mi padre, que no la había tenido y que por lo tanto no sabía qué es una verdadera familia, y a pesar de ello había llegado a tener una idea clarísima que nosotros poníamos en práctica mientras él estaba en su despacho, cuando en realidad nos hubiera gustado comportarnos como salvajes en lugar de ser una verdadera familia.

- La peor parte se la llevaba mi madre, porque era la encargada de hacer que fuéramos una verdadera familia, y eso no era nada fácil, porque si bien el concepto que mi padre tenía de una verdadera familia era extraordinariamente preciso, también era perfectamente impenetrable e imprevisible, de manera que ninguno de nosotros, y mucho menos mi madre, lograba comprender su lógica.

- Cierto que ella hacía lo que podía, pero frecuentemente hacía exactamente lo que no debía hacer.

- Con ello se dejaba poco espacio para lo bello

- Es sorprendente lo que hace la gente cuando algo se sale de lo corriente, se produce una pequeña desviación de la normalidad y de pronto todo es distinto, radicalmente distinto.

- Seguramente nos hubiéramos mantenido unidos como una verdadera familia, la que representábamos un día tras otro, si no se hubiera producido aquella desviación de la normalidad.

- Pequeñas desviaciones pueden provocar grandes catástrofes.

- Estábamos reforzando lo no normal.

- Así que de pronto todo el ambiente parecía estropeado y tóxico

- Pero mi padre decía que no eran verdaderas familias, que en ellas había sólo indiferencia y ningún sentido familiar y que por eso los niños bajaban a jugar a la calle. Yo pensaba siempre que habría preferido que en nuestra familia hubiera un poco más de indiferencia, por lo menos la suficiente como para que pudiéramos encerrarnos en nuestras habitaciones mientras mi padre silbaba Rigoletto, eso era imponer más espíritu de familia del que me parecía soportable. Y las tardes de domingo, cuando respirábamos aire puro paseábamos cada uno por nuestra cuenta porque el domingo ya se nos había acabado.

- Mi padre aprovechaba los domingos para desarrollar su concepto de la verdadera familia.

- Mi padre le contaba a mi madre cosas de su oficina, pero mi madre nunca le contaba a mi padre cosas de su escuela, porque la oficina era importante, más importante que la escuela

- Cuando mi padre estaba de viaje podía leer todo lo que quería, también podía tocar el piano durante más de una hora, o menos, podía tocar el piano cuando me apetecía, lo que normalmente no era así, y por eso me entristecía cuando él volvía a casa, y mi madre se entristecía porque entonces mi hermano tenía que bajar corriendo la bolsa de la basura con todas las flores y hierbas para que mi padre no la pillara en sus hábitos pueblerinos incorregibles. Incluso mi hermano tenía secretos, todo el cobertizo de las bicicletas estaba lleno de sus secretos, pero cuando mi padre estaba de viaje apenas había secretos entre nosotros. Claro que no lo hacíamos todo juntos, como una verdadera familia, sólo ir a la compra, lavar los platos y limpiar la casa. Esas cosas las hacíamos entre todos, es decir, lo que de costumbre hacía mi madre sola cuando mi padre estaba en casa, porque él

- Pasábamos horas contándonos historias que podían ser inventadas o no, o una mezcla de las dos cosas, algo que en nuestra casa no era frecuente, porque había cosas importantes y cosas insignificantes: mi padre contaba todas las cosas importantes, mi madre se chivaba del resto de las cosas importantes, y las cosas insignificantes eran demasiado insignificantes para contarlas. Por eso casi nunca contábamos nada, a no ser que mi padre estuviera de viaje,

- Pero aquella noche se nos había acabado la capacidad de comprender y no volvimos a recuperarla, siempre nosotros, dijimos, y quién trata de comprendernos a nosotros. Fue una pregunta llena de malicia, porque estábamos enojados con nuestra madre, que nos decía siempre, hay que tratar de comprenderlo. Nosotros habíamos hecho lo que habíamos podido, pero aquella noche se nos había acabado la capacidad de comprensión, y mi hermano dijo, a mí no me vendrían mal unos gramos de comprensión. Pero en nuestra familia no solía suceder que a uno la comprensión le cayera como llovida del cielo, había que ganársela.

- Era nuestra mera existencia la que le amargaba la vida y había acabado por agotarle la capacidad de comprensión, nos decía. Desearía no haberos traído al mundo, nos dijo una vez, y nos explicó que se arrepentía profundamente de habernos engendrado, primero a mí, por un desliz, y más adelante a mi hermano, ya programado. Lo consideraba un error, un error fatal, si miraba los resultados: su hijo, un completo fracasado, lo que atribuía al hecho de que tanto mi madre como el sistema educativo imperante habían malcriado a mi hermano de la manera más irresponsable.

- Mis berridos debían de ser tan infernales que mi madre nos contaba que mi padre decía, esto no es un mono, esto es el mismísimo diablo, y mi madre se pasaba los fines de semana tratando de consolar y tranquilizar a mi padre, pero era imposible consolarlo y tranquilizarlo porque mis berridos no lo dejaban dormir. Su furia contra aquel engendro del diablo llegó tan lejos que una vez me arrojó contra la pared. Y mi padre siempre decía, entonces se calló por primera vez.

- En nuestra casa uno no podía estar sin hacer nada, era absolutamente necesario que todos estuvieran siempre haciendo algo.

- Siempre he pensado que no era una mujer sencilla, sino que fue una mujer extraordinaria, porque era capaz de no hacer nada mientras que los demás estaban siempre haciendo algo.

- Por supuesto, pasó quince días sin dirigirme la palabra. Siempre dejaba de dirigirme la palabra hasta que yo pedía disculpas por mi comportamiento. Mi madre venía cada día a mi habitación y me decía, anda, ve, pídele perdón, porque no soportaba que no nos habláramos. Yo, en cambio, lo soportaba bien, porque así después de cenar podía leer y no estaba obligada a jugar a cartas ya que nadie hablaba conmigo. Cuando mi padre no me hablaba, los otros tampoco podían hacerlo, sólo cuando él salía hablaban conmigo a hurtadillas, mi hermano se disculpaba siempre el mismo día, por eso todos hablábamos con él, en cambio yo no me disculpaba inmediatamente, incluso alguna vez no llegué a disculparme. Otras

- Por ese motivo mis padres salían muy poco, porque mi madre siempre llevaba ropa de saldo mientras que mi padre no sólo era más joven que mi madre sino que además llevaba los trajes hechos a medida. Tan pronto como consiguió su puesto en la empresa se acostumbró a querer lo mejor, la ropa de confección se distingue a la legua, decía mi padre, y efectivamente, cada vez que mi madre llevaba algo nuevo, él se daba cuenta de que era ropa de saldo. Sencillamente, es que no tienes clase, decía mi padre, y mi madre estaba de acuerdo en que no tenía clase, cómo voy a tener clase si tengo que mirar hasta el céntimo mientras que tú tiras el dinero a espuertas, mi padre decía, a espuertas no, y además yo no tengo la culpa de que tu seas una tacaña. Al cabo de un momento se oía un portazo y mi padre salía de casa hecho una furia y no volvía hasta muy tarde y borracho.

- En las celebraciones de la empresa todos los hombres llevaban a sus esposas, sólo mi padre iba sin mi madre por culpa de los saldos con los que se vestía, además tampoco tenía buenas maneras, y una vez que mi padre se decidió a llevarla lo puso en ridículo.

- En casa tampoco recibíamos visitas, eso hubiera estropeado la buena impresión que mi padre había producido en su empresa con su laboriosidad y su simpatía.

- Nos alegramos de que hubiera desaparecido ese afán conciliador suyo que tanto nos había hecho sufrir, pero para mi madre era terrible porque se derrumbaban toda su armonía y la bondad del ser humano.

William Kotzwinkle;



- Diane iba doblada, con los brazos cruzados encima del vientre montañoso, origen de aquel terremoto.

- Su manera de vivir, tan opuesta a los modos del mundo.

- La vida nos esclaviza, nos hace desear descendencia, nos genera mil ilusiones sobre el amor y lo que haga falta, con tal de lograr reproducirse.

- Él sólo reconocía las olas que volvían a llevárselos a un lugar en el que estaban solos en un amor y una tristeza que nadie más podía compartir, solos y cada uno aferrado al otro en aquella realidad para la que tanto se habían preparado y para la que ninguna preparación era suficiente.

- Sintió que estaban juntos, entonces, en un nivel nuevo, más viejo, más sabio, con el dolor como nexo de unión.

- Él recordó de pronto la criatura, el nadador del mar secreto. Él también lucha, lucha por estar con nosotros, lucha igual que nosotros.

- Se adentró en un dormir caleidoscópico, tan plagado de imágenes que no era capaz de clasificarlas en ningún sueño reconocible, de manera que se le derramaron por encima como un caudal de agua.

- Construí nuestra casa, con una habitación para él, y ahora le estoy haciendo su ataúd. En nada difiere el trabajo. Sólo hemos de seguir adelante, con los ojos abiertos, contemplando con atención lo que hacemos, sin pensar en nada ajeno a la tarea. Entonces, fluimos con la noche.

- Este momento muere y lo sigue otro momento que muere también. Voy de un momento al siguiente.

- Quizá nada sea mejor. Pero ha sido una sensación muy fuerte y estoy intentando fluir con ella.

Henry James; El mentiroso


El más feliz de todos los estados para un artista— en el que las cosas en general sirven para enriquecer el proyecto en particular, se fusionan con él, logran que avance y lo justifican.

- Consideraba un auténtico regalo ese interés en contemplar la máscara humana y que ésta no fuera menos vivida de lo que era —en ocasiones, la clave de su éxito dependía de que se ciñera a esa pauta—, ya que debía ganarse la vida reproduciéndola.

- Fue la contemplación de aquel cuadro, el que usted tuvo la generosidad de regalarle, lo que hizo que me enamorara de ella.

- No siempre —dijo el anciano—. Ni por asomo puede usted considerar a este hombre un sinvergüenza. Lo que hace no perjudica a nadie. No tiene mala intención. No roba ni estafa. Tampoco juega ni bebe. Es muy amable. Está apegado a su esposa, y es cariñoso con sus hijos. Simplemente, no es capaz de ofrecer una respuesta sincera.

- Uno no pinta retratos durante tantos años sin llegar a adquirir ciertas aptitudes como psicólogo.

- La sensación de estar casada con un hombre cuya palabra no tenía ningún valor no le causaba, por cuanto él podía adivinar, ninguna desazón.

- Acaso no mentía también ella, después de todo, cuando dejaba pasar sus falsedades sin una sola protesta? ¿No era su vida una constante confabulación, y no se convertía en su cómplice por el mero hecho de no indignarse ante él?

- Es el mentiroso platónico por excelencia», se dijo a sí mismo.

- A la hora de conversar, sus mentiras constituían un estorbo, ocupaban indebidamente un espacio valioso, y lo convertían todo en una especie de brillante nebulosa salpicada de rayos de sol.

- Siempre se le puede hacer un hueco a una mentirijilla hecha bajo presión, como se le haría a alguien que se presentara en una noche de estreno teatral con un pase del propio autor. Pero la mentira superflua es el espectador que se planta con su taburete, sin invitación ni entrada, en medio del pasillo.

- Su técnica solía consistir en afirmar lo falso más que en negar lo verdadero. Sin embargo, dicha proporción a veces se invertía llamativamente.

- Había soñado durante años con pintar algo que llevara implícita la impronta de su habilidad como pintor y como psicólogo, y aquí, por fin, encontraba su modelo.

—¿Cómo va a irte muy bien pintar a mi marido? —preguntó la señora Capadose. —Bueno… Es un modelo tan infrecuente Un tema muy interesante. Posee una cara tan expresiva… Aprenderé infinidad de cosas. —¿Expresiva? ¿Expresiva de qué? —preguntó la señora Capadose. —¿De qué? De su carácter. —¿Y deseas representar su carácter? —Por supuesto. Eso es lo que puede aportar realmente un gran retrato, y yo haré uno excelente del coronel. Un retrato que me llevará a la cumbre.

- El pintor puso en práctica aquella idea, acariciada durante tantas semanas, de lograr que se revelara en el cuadro tal como era, y posiblemente no habría podido estar en mejor tesitura en relación con él para semejante propósito. Lo animaba, lo seducía, lo provocaba,

Heinrich Böll; El tren llegó puntual




Hay palabras que, aunque pronunciadas con aparente indiferencia, cobran de pronto un significado mágico. Extrañamente duras y precisas, se abren camino por delante de quien las emite, adelantándose por regiones desconocidas del futuro, para volver más tarde al punto de partida, con la terrible precisión de un boomerang. Son como un chapoteo de conceptos difusos y vagos que adquieren repentina solidez en el momento del adiós que conduce a la muerte, para luego abatirse como una ola de plomo sobre el que las pronuncia, haciéndole descubrir el terrible y a la vez seductor poderío del destino. Los enamorados y los combatientes, los que van a morir y los que todavía gozan del cósmico vigor de la existencia, sienten cómo tal fuerza, al caer sobre ellos de improviso, los ilumina con una luz que será gracia y servidumbre al propio tiempo, mientras las palabras se van hundiendo más y más en su interior.

- La palabra «pronto» expresa una idea atroz que estrangula el futuro, lo empequeñece y acaba por sumirlo en una incertidumbre aniquiladora.

- El silencio de los que nada dicen resulta aterrador. Es el silencio de quienes saben que todo está perdido.

- La desgracia se alberga en la propia vida, y el dolor es vida.

- Atmósfera opresiva.

Nathaniel Hawthorne; Wakefield


El ha dejado de percibir su conducta como algo peculiar.

- Ejemplo de fechoría marital más insólito que se conozca. Y, por otra parte, nos hallamos ante una monstruosidad tan digna de mención como cualquiera de las que aparecen en el catálogo de rarezas humanas.

- Este matrimonio residía en Londres. Fingiendo marcharse de viaje, el marido se fue a vivir justo a la calle contigua a su propio domicilio y permaneció allí más de veinte años, sin que ni su mujer ni sus amigos supiesen nada de él, y sin que pueda hallarse asomo de razón a su decisión de autodesterrarse.

- Y a pesar de que la creencia colectiva sea que cualquiera podría hacer algo similar, cada uno en su fuero interno sabe que no sería capaz de perpetrar una locura de tal calibre.

- Cuando un asunto inquieta la mente de una manera tan contundente, el tiempo que se invierte en pensar en él está bien empleado.

- La reflexión siempre termina siendo eficaz y cualquier acontecimiento sorprendente encierra invariablemente una moraleja.

- De todos los maridos, posiblemente este fuera el más constante, pues sufría una especie de aletargamiento que mantenía su corazón en reposo independientemente del asunto que tuviera entre manos. Era un intelectual, pero no de manera activa. Sus pensamientos se mantenían continuamente ocupados con largas y aburridas cavilaciones que carecían de objetivo o sencillamente de energía para alcanzar alguno. Sus pensamientos rara vez eran tan intensos como para transformarse en palabras.

Poseía un corazón frío, aunque no envilecido ni errante, y su mente nunca se dejaba provocar por pensamientos extravagantes u originalidad alguna que pudieran desconcertarlo. Así que, ¿quién podría haber imaginado que entre todos los autores de excentricidades nuestro amigo iba a acceder al puesto más alto?

Ella, sin haber analizado su personalidad, era consciente en parte de un sosegado egoísmo que se había quedado anquilosado dentro de su inactiva mente, de una especie de vanidad —su atributo más molesto— un tanto peculiar, de una disposición a la astucia que rara vez había producido resultado positivo alguno, excepto el simple mantenimiento de secretos insignificantes que casi no merecía la pena desvelar, y complaciente con el inofensivo apego al misterio de su marido, tan solo lo interroga con la mirada. Él le dice con decisión que no lo espere en el coche de vuelta y que no se alarme si se demora tres o cuatro días, mas le confirma que volverá definitivamente el viernes por la noche a la hora de la cena.

Un beso de despedida; uno de esos que se daría cualquier matrimonio que acumula ya diez años de convivencia.

A pesar de todo, cuando todos lo dan por muerto, ella duda algunas veces de su viudedad debido a aquella sonrisa.

Es peligroso abrir un cisma en los afectos humanos; no tanto porque se produzca un desarraigo profundo y prolongado, sino porque vuelva a cerrarse demasiado rápido.

Siente curiosidad por saber cómo habrán evolucionado las cosas en casa, cómo soportará su ejemplar esposa la viudedad de una semana; en resumen, cómo se verá afectada por su desaparición la pequeña esfera de criaturas y de circunstancias en la que él era el objeto central.

En definitiva, lo que yace en el fondo del asunto es una morbosa vanidad.

Es lo mismo que nos pasa a todos cuando, después de estar ausentes durante varios meses o años, volvemos a ver una colina, un lago o una obra de arte que conocemos bien desde hace tiempo. Generalmente, esta impresión indescriptible está ocasionada por la comparación y por el contraste entre nuestros recuerdos imperfectos y la realidad.

En Wakefield, la magia de una única noche ha forjado un cambio similar, porque en ese breve período se ha producido una gran transformación moral. Wakefield es otro hombre.

- Una vez establecido el nuevo rumbo, cualquier movimiento regresivo hacia su vida anterior resultaría casi tan difícil de realizar como el paso que lo llevó a esta inusitada situación.

Había postergado su vuelta un día tras otro; y a partir de ahora no encontrará nunca el momento oportuno. Mañana no; probablemente la semana próxima; muy pronto. ¡Pobre! Los muertos tienen casi las mismas posibilidades que Wakefield, que se ha desterrado a sí mismo, de volver a pisar la casa que abandonó en el mundo de los vivos.

- Ojalá tuviera que escribir un libro en vez de un artículo de una docena de páginas! Así podría ilustrar cómo cualquier influencia fuera de nuestro control deposita su fuerte mano sobre cada uno de nuestros actos y teje sus consecuencias en un férreo lienzo de necesidad.

- Tiene el apacible porte de la estable viudedad. Sus penas, o bien han ido desapareciendo o se han convertido en algo tan esencial para su corazón que dificilmente podrían tornarse en alegría.

Los sentimientos latentes durante años explotan y su débil mente obtiene algo de energía de la fuerza de estos; toda la miserable extravagancia de su vida se le revela en una imagen, y entonces emite un grito intenso: «¡Wakefield! ¡Wakefield! ¡Estás loco!».

- Se las había ingeniado para apartarse del mundo —o más bien lo había conseguido casualmente—, para desaparecer, para abandonar su lugar y sus privilegios con los vivos, y todo sin ser admitido entre los muertos. La vida de un ermitaño no es comparable a la suya de ninguna de las maneras.

- Podemos decir, de manera figurada, que estuvo todo el tiempo junto a su mujer y a su chimenea y, no obstante, no llegó a sentir nunca el afecto de la una ni la calidez de la otra.

- Si el tiempo aguardase a que consumáramos nuestras locuras favoritas, nos mantendríamos jóvenes hasta el día del juicio final.

En medio de la aparente confusión de nuestro misterioso mundo, las personas están tan pulcramente adaptadas a un sistema, y los sistemas engarzados entre sí y a un todo, que si una persona se ausenta por un momento, se expone al aterrador riesgo de perder su puesto por siempre, pudiendo llegar a convertirse, como le sucedió a Wakefield, en el Desterrado del Universo.

Mercedes Salisachs; El secreto de las flores

1 Y lo que es peor, el desmoronamiento se produjo de repente, sin que hubiera intervenido antes un signo de alerta, ni los ecos de aquella n...