martes, 5 de diciembre de 2006

Romain Rolland

Cuando se cree, se obra, sin preocuparse del resultado.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.12.
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No estoy escribiendo una obra de literatura. Estoy escribiendo una obra de fe.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.12.
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¡Hay tanta necesidad de admiración en un niño!
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.57.
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La música comunicaba al alma una necesidad desatinada de amar; y al mismo tiempo le ofrecía por todas partes fantasmas de amor, con qué llenar el vacío que ella misma había abierto.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.83.
*Todo es música para un corazón de músico.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.90.
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El artista de experiencia sabe muy bien que la inspiración es rara, y que corresponde a la inteligencia acabar la obra de la intuición; pone sus ideas bajo la prensa, y les hace dar hasta la última gota del jugo divino que las llena.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.358.
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No se puede escribir nada grande sin arriesgarse al ridículo.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.377.
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Un alma grande jamás está sola; que, por desprovista que esté de amigos, por la fortuna, siempre acaba por crearlos; que irradia en torno suyo el amor de que está henchida, y que en el momento mismo en que se cree aislada para siempre, es la más rica en amor que los más dichosos del mundo.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.I, p.711.
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Hay hombres que irradian en torno suyo una atmósfera apaciguadora, con sus miradas, sus gestos, con el contacto silencioso de su alma serena.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.II, p.204.
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No se equivocan al decir que la mujer es la mitad del hombre. Porque un hombre casado no es más que una mitad de hombre.
Romain Rolland; Juan Cristóbal, Compañía General de Ediciones, México, 1996, T.II, p.289.

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