Las principales causas perturbadoras de la paz del alma son ocho: Cuatro de ellas son de orden corporal: el dolor, la enfermedad, la muerte y la soledad de corazón. Las otras cuatro son de naturaleza espiritual y se relacionan directamente con el orden sobrenatural: las tentaciones, el pecado, los escrúpulos de conciencia y el misterio de la divina predestinación. Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.13-14.
Dios permite el dolor en vista de un bien.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.17.
El mundo de hoy no aprecia como es debido los bienes espirituales.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.21.
La virtud no tiene más que un solo enemigo: el pecado, y este depende enteramente de nosotros. Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.22.
A veces, aquella desgracia que atribuímos a la casualidad o a la mala suerte, no es sino, una forma inesperada de expiación.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.23.
Es un hecho que, cuando el mundo nos sonríe, nos olvidamos del cielo.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.26.
Santa Teresa exortaba a sus monjas diciéndoles cariñosamente: “Sabed sufrir un poquito por amor a Dios, sin que lo sepan todos”.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.38.
Todo verdadero amor va acompañado de la necesidad de manifestarse, y se manifiesta por los beneficios que reparte.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.53.
No sólo sobrevivirán a la muerte los sentimientos, sino también los lazos que existieron acá en la tierra. Entre esos lazos los hay que fueron establecidos por el mismo Dios, otros fueron santificados y consagrados por la religión, otros finalmente, fueron creados por la amistad y la gratitud... la muerte no los rompe, sino que los fija más aún, haciéndoles más estrechos y más indisolubles.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.54.
La tentación es una solicitación al mal. Procede casi siempre de uno de los tres grandes enemigos de nuestra alma: el mundo, el demonio y la propia carne.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.62.
El oficio propio del demonio es tentar.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.62.
La concupiscencia “viene del pecado y al pecado inclina”.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.63.
Movimientos de cólera, malhumor y desazón contra sí mismo, son causa de orgullo y tienen su origen en el amor propio, que nos turba e inquieta al vernos tan imperfectos.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.74.
Debemos aprovecharnos de nuestras propias faltas y pecados para nuestro adelantaminto en la vida espiritual.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.75.
Tal vez sería más propio decir que los tiempos son tres: presente de las cosas pasadas (memoria), presente de las cosas presentes (visión) y presente de las futuras (espectación). Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.95.
El sol que ayer iluminaba nuestra juventud, bañará muy pronto con su luz rojiza las hierbas de nuestra tumba.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.99.
Esta vida es más importante que la otra, pues la otra depende de ésta y no al revés.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.180.
Dios permite el dolor en vista de un bien.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.17.
El mundo de hoy no aprecia como es debido los bienes espirituales.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.21.
La virtud no tiene más que un solo enemigo: el pecado, y este depende enteramente de nosotros. Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.22.
A veces, aquella desgracia que atribuímos a la casualidad o a la mala suerte, no es sino, una forma inesperada de expiación.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.23.
Es un hecho que, cuando el mundo nos sonríe, nos olvidamos del cielo.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.26.
Santa Teresa exortaba a sus monjas diciéndoles cariñosamente: “Sabed sufrir un poquito por amor a Dios, sin que lo sepan todos”.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.38.
Todo verdadero amor va acompañado de la necesidad de manifestarse, y se manifiesta por los beneficios que reparte.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.53.
No sólo sobrevivirán a la muerte los sentimientos, sino también los lazos que existieron acá en la tierra. Entre esos lazos los hay que fueron establecidos por el mismo Dios, otros fueron santificados y consagrados por la religión, otros finalmente, fueron creados por la amistad y la gratitud... la muerte no los rompe, sino que los fija más aún, haciéndoles más estrechos y más indisolubles.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.54.
La tentación es una solicitación al mal. Procede casi siempre de uno de los tres grandes enemigos de nuestra alma: el mundo, el demonio y la propia carne.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.62.
El oficio propio del demonio es tentar.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.62.
La concupiscencia “viene del pecado y al pecado inclina”.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.63.
Movimientos de cólera, malhumor y desazón contra sí mismo, son causa de orgullo y tienen su origen en el amor propio, que nos turba e inquieta al vernos tan imperfectos.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.74.
Debemos aprovecharnos de nuestras propias faltas y pecados para nuestro adelantaminto en la vida espiritual.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.75.
Tal vez sería más propio decir que los tiempos son tres: presente de las cosas pasadas (memoria), presente de las cosas presentes (visión) y presente de las futuras (espectación). Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.95.
El sol que ayer iluminaba nuestra juventud, bañará muy pronto con su luz rojiza las hierbas de nuestra tumba.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.99.
Esta vida es más importante que la otra, pues la otra depende de ésta y no al revés.
Antonio Royo Marín; Nada te Turbe, Nada Te Espante (1982), Ediciones Palabra, Madrid, décima edición, 2003, p.180.
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