Concretar propósitos sinceros de más generosidad.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 110.
Acordaos de que hay un sumando —Dios— del que nadie puede prescindir. San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 113.
Convenceos de que si de veras deseamos seguir de cerca al Señor y prestar un servicio auténtico a Dios y a la humanidad entera, hemos de estar seriamente desprendidos de nosotros mismos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de la honra, de las ambiciones nobles, de los triunfos, de los éxitos.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 114.
Corazones generosos, con desprendimiento verdadero, pide el Señor. Lo conseguiremos, si soltamos con entereza las amarras o los hilos sutiles que nos atan a nuestro yo. No os oculto que esta determinación exige una lucha constante, un saltar por encima del propio entendimiento y de la propia voluntad, una renuncia —en pocas palabras— más ardua que el abandono de los bienes materiales más codiciados.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 115.
Si viviéramos más confiados en la Providencia divina, seguros —¡con fe recia!— de esta protección diaria que nunca nos falta, cuántas preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos. San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 116.
Acostúmbrate, ya desde ahora, a afrontar con alegría las pequeñas limitaciones, las incomodidades, el frío, el calor, la privación de algo que consideras imprescindible, el no poder descansar como y cuando quisieras, el hambre, la soledad, la ingratitud, la incomprensión, la deshonra...
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 119.
Si tú deseas alcanzar ese espíritu, te aconsejo que contigo seas parco, y muy generoso con los demás; evita los gastos superfluos por lujo, por veleidad, por vanidad, por comodidad...; no te crees necesidades.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 123.
Mientras estamos enfermos, podemos ser cargantes: no me atienden bien, nadie se preocupa de mí, no me cuidan como merezco, ninguno me comprende... El diablo, que anda siempre al acecho, ataca por cualquier flanco; y en la enfermedad, su táctica consiste en fomentar una especie de psicosis, que aparte de Dios, que amargue el ambiente, o que destruya ese tesoro de méritos que, para bien de todas las almas, se alcanza cuando se lleva con optimismo sobrenatural —¡cuando se ama!— el dolor. Por lo tanto, si es voluntad de Dios que nos alcance el zarpazo de la aflicción, tomadlo como señal de que nos considera maduros para asociarnos más estrechamente a su Cruz redentora.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimiento, 123.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 110.
Acordaos de que hay un sumando —Dios— del que nadie puede prescindir. San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 113.
Convenceos de que si de veras deseamos seguir de cerca al Señor y prestar un servicio auténtico a Dios y a la humanidad entera, hemos de estar seriamente desprendidos de nosotros mismos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de la honra, de las ambiciones nobles, de los triunfos, de los éxitos.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 114.
Corazones generosos, con desprendimiento verdadero, pide el Señor. Lo conseguiremos, si soltamos con entereza las amarras o los hilos sutiles que nos atan a nuestro yo. No os oculto que esta determinación exige una lucha constante, un saltar por encima del propio entendimiento y de la propia voluntad, una renuncia —en pocas palabras— más ardua que el abandono de los bienes materiales más codiciados.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 115.
Si viviéramos más confiados en la Providencia divina, seguros —¡con fe recia!— de esta protección diaria que nunca nos falta, cuántas preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos. San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 116.
Acostúmbrate, ya desde ahora, a afrontar con alegría las pequeñas limitaciones, las incomodidades, el frío, el calor, la privación de algo que consideras imprescindible, el no poder descansar como y cuando quisieras, el hambre, la soledad, la ingratitud, la incomprensión, la deshonra...
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 119.
Si tú deseas alcanzar ese espíritu, te aconsejo que contigo seas parco, y muy generoso con los demás; evita los gastos superfluos por lujo, por veleidad, por vanidad, por comodidad...; no te crees necesidades.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimeinto, 123.
Mientras estamos enfermos, podemos ser cargantes: no me atienden bien, nadie se preocupa de mí, no me cuidan como merezco, ninguno me comprende... El diablo, que anda siempre al acecho, ataca por cualquier flanco; y en la enfermedad, su táctica consiste en fomentar una especie de psicosis, que aparte de Dios, que amargue el ambiente, o que destruya ese tesoro de méritos que, para bien de todas las almas, se alcanza cuando se lleva con optimismo sobrenatural —¡cuando se ama!— el dolor. Por lo tanto, si es voluntad de Dios que nos alcance el zarpazo de la aflicción, tomadlo como señal de que nos considera maduros para asociarnos más estrechamente a su Cruz redentora.
San Josemaría Escrivá de Balaguer; Amigos de Dios, Desprendimiento, 123.
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