Cualquier decisión de cierta importancia en la vida comporta un riesgo y entraña unas dudas. Los que contraen matrimonio no saben si serán fieles, si tendrán hijos o no, si serán afortunados o si las desgracias azotarán su hogar. Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 249.
Tanto el creyente como el no creyente comparten, cada uno a su manera, la duda y la fe; y eso puede aplicarse también a la vocación: el que decide entregarse a Dios puede hacerlo con algunas dudas, pero el que decide no entregarse puede albergar igualmente esas dudas.
Ratzinger (1963) en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 250.
Si creen que vivo, creen que camino, y soy un canalla si no sigo.
Saint-Exupéry, Tierra de Hombres, en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 253.
La santidad de una persona casada pasa por la persona de su cónyuge.
Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 262.
El miedo al fracaso a veces puede frenar incluso los sueños más hermosos.
Benedicto VXI, Cracovia 2006, en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 265.
El ejemplo noble hace fáciles los hechos más difíciles.
Goethe en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 317.
El gozo de los padres que han sido generosos con la vocación de sus hijos no acabará aquí en la tierra, pues será aún mayor en la otra vida, cuando contemplen, con toda grandeza, el influjo espiritual de la vida de sus hijos en miles y miles de almas.
Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 355.
Los santos han sido personas que no han buscado obstinadamente la propia felicidad, sino que han querido simplemente entregarse, porque han sido alcanzados por la luz de cristo. De este modo ellos nos indican el camino para ser felices y nos muestran cómo se consigue ser personas verdaderamente humanas. El gozo de los padres que han sido generosos con la vocación de sus hijos no acabará aquí en la tierra, pues será aún mayor en la otra vida, cuando contemplen, con toda grandeza, el influjo espiritual de la vida de sus hijos en miles y miles de almas.
Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 376.
Tanto el creyente como el no creyente comparten, cada uno a su manera, la duda y la fe; y eso puede aplicarse también a la vocación: el que decide entregarse a Dios puede hacerlo con algunas dudas, pero el que decide no entregarse puede albergar igualmente esas dudas.
Ratzinger (1963) en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 250.
Si creen que vivo, creen que camino, y soy un canalla si no sigo.
Saint-Exupéry, Tierra de Hombres, en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 253.
La santidad de una persona casada pasa por la persona de su cónyuge.
Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 262.
El miedo al fracaso a veces puede frenar incluso los sueños más hermosos.
Benedicto VXI, Cracovia 2006, en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 265.
El ejemplo noble hace fáciles los hechos más difíciles.
Goethe en Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 317.
El gozo de los padres que han sido generosos con la vocación de sus hijos no acabará aquí en la tierra, pues será aún mayor en la otra vida, cuando contemplen, con toda grandeza, el influjo espiritual de la vida de sus hijos en miles y miles de almas.
Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 355.
Los santos han sido personas que no han buscado obstinadamente la propia felicidad, sino que han querido simplemente entregarse, porque han sido alcanzados por la luz de cristo. De este modo ellos nos indican el camino para ser felices y nos muestran cómo se consigue ser personas verdaderamente humanas. El gozo de los padres que han sido generosos con la vocación de sus hijos no acabará aquí en la tierra, pues será aún mayor en la otra vida, cuando contemplen, con toda grandeza, el influjo espiritual de la vida de sus hijos en miles y miles de almas.
Alfonso Aguiló; la llamada de Dios, Palabra, 2008, Madrid, p. 376.
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