Para
Elisa, Jaime y Darío, mis pequeños dulces.
Bajo sus
ojos las cosas se ordenaban, calladamente, ocupando ellas solas su lugar.
V. Vida callada
Y pronto
descubrieron que desde el día en que Babette se hiciera cargo de la casa, los
gastos se habían reducido milagrosamente, y los cubos de sopa y los cestos de
pan adquirieron un nuevo y misterioso poder para estimular y fortalecer a sus
pobres y enfermos.
V. Vida callada
Se daban
cuenta de que Babette era profunda; y en los sondeos que hacían de su ser
notaban pasiones, y que había recuerdos y anhelos de los que no sabían nada en
absoluto.
V. Vida callada
Babette
dio un paso adelante. Hubo algo formidable en ese movimiento, como el
crecimiento de una ola.
VI. La
suerte de Babette
Señoras!
¿Les había pedido ella, durante doce años, algún favor? ¡No! ¿Y por qué?
Señoras, ¿ustedes, que rezan sus oraciones todos los días, pueden imaginar lo
que significa para un corazón humano no tener ninguna petición que hacer?
VI. La suerte de Babette
Su
consentimiento, al final, transfiguró completamente a Babette. Vieron que de
joven había sido hermosa. Y se preguntaron si en este momento, por primerísima
vez, no se habían convertido ellas en la «buena gente» de la carta de Achille
Papin.
VI. La suerte de Babette
Entonces,
ahora será pobre toda su vida, Babette. —¿Pobre? —dijo Babette. Sonrió como
para sí—. No, nunca seré pobre. Ya les he dicho que soy una gran artista. Una
gran artista, Mesdames, jamás es pobre. Tenemos algo, Mesdames, sobre lo que
los demás no saben nada.
XII. La gran artista
Yo podía
hacerles felices. Cuando ponía todo mi empeño, les hacía perfectamente felices.
XII. La gran artista
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