miércoles, 29 de agosto de 2018

El Coronel no tiene quién le escriba

Confiada e inocente expectativa

No había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban.

Era una mujer construida apenas en cartílagos blancos sobre una espina dorsal arqueada e inflexible.

Tengo los huesos húmedos

Nosotros somos huérfanos de nuestro hijo —dijo la mujer.

Quince años de espera habían agudizado su intuición. El gallo había agudizado su ansiedad.

El coronel se dirigió a la sastrería a llevar la carta clandestina a los compañeros de Agustín. Era su único refugio desde cuando sus copartidarios fueron muertos o expulsados del pueblo, y él quedó convertido en un hombre solo sin otra ocupación que esperar el correo todos los viernes.

Ella parecía' haber descubierto la clave para sostener la economía doméstica en el vacío.

El que espera lo mucho espera lo poco.

La ilusión no se come —dijo ella. —No se come, pero alimenta


Sintió que algo había envejecido también en el amor.


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