Confiada e inocente expectativa
No
había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que
llegaban.
Era una mujer construida apenas en
cartílagos blancos sobre una espina dorsal arqueada e inflexible.
Tengo los huesos húmedos
Nosotros somos huérfanos de nuestro hijo
—dijo la mujer.
Quince
años de espera habían agudizado su
intuición. El gallo había agudizado su ansiedad.
El coronel se dirigió a la sastrería a
llevar la carta clandestina a los compañeros de Agustín. Era su único refugio
desde cuando sus copartidarios fueron muertos o expulsados del pueblo, y él quedó convertido en un hombre solo sin otra
ocupación que esperar el correo todos los viernes.
Ella parecía' haber descubierto la clave
para sostener la economía doméstica en el vacío.
El que espera lo mucho espera lo poco.
La
ilusión no se come —dijo ella. —No se come, pero alimenta
Sintió
que algo había envejecido también en el amor.
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