Paul Kalanithi; Recuerda que vas a morir. Vive
Tú, que buscas qué vida hay en la muerte, ahora descubres que es aire antes respirado. Nuevos nombres desconocidos, viejos nombres olvidados: hasta que el tiempo ponga fin a los cuerpos, no a las almas. ¡Lector!, mientras sigues siendo, transforma el tiempo en pasos hacia tu eternidad. FULKE GREVILLE, primer barón Brooke, «Caelica 83»
«Tenemos dentro las maravillas que buscamos fuera. África entera y todos sus prodigios se hallan en nuestro interior. Somos una parte de la naturaleza tan extraordinaria y fascinante que quien la estudia aprende en un sabio compendio lo que otros se afanan en descifrar en el volumen disperso e interminable del mundo».
Vean lo valiente que es mostrarse uno a sí mismo por completo.
No quiero enterarme de tus inquietudes por pura casualidad. Cuando te digo que me siento aislada, no parece que tú lo consideres un problema. Necesito hacer algo diferente.
Y de esta manera, el futuro que había imaginado, el que estaba a punto de hacerse real, la culminación de décadas de esfuerzo, se evaporó sin más.
La literatura no sólo iluminaba la experiencia ajena, sino que proporcionaba, a mi modo de ver, el material más rico para la reflexión moral.
Yo había llegado a concebir el lenguaje como una fuerza casi sobrenatural que existía entre las personas y hacía que nuestros cerebros, encerrados en cráneos de un centímetro de espesor, entraran en comunión. Una palabra sólo significaba algo entre personas, y el sentido de la vida, su valor, dependía de alguna manera de la profundidad de las relaciones que forjábamos.
Al tomar la cruz de otro es inevitable que uno resulte a veces aplastado por su peso.
Si yo me dedicara a componer libros, haría un registro comentado de muertes diversas: quien enseñara a los hombres a morir les enseñaría al mismo tiempo a vivir. MICHEL DE MONTAIGNE, «Que filosofar es aprender a morir»
Eso era una victoria o una derrota?
Preguntar: «¿Por qué yo?». (Respuesta: ¿Por qué no yo?)
Volviendo a la literatura para hallar respuestas,
Decidimos tener un hijo. Seguiríamos adelante viviendo, y no muriendo.
Cuyas vidas seguían una trayectoria que ya no era la mía
Ahora sentía, sin embargo, que para entender mis propias experiencias debería traducirlas de nuevo en palabras. Hemingway describió su trabajo de forma similar: primero adquirir ricas experiencias y luego retirarse a pensar y escribir sobre ellas. Me hacían falta palabras para avanzar.
Fue la literatura la que me devolvió a la vida durante esa época. La monolítica incertidumbre de mi futuro resultaba paralizante; el cáncer había modificado todos los cálculos.
Las cinco etapas del duelo y la aflicción —la tópica secuencia «negación → ira → negociación → depresión → aceptación»—,
Durante los últimos meses había procurado con todas mis fuerzas volver a situarme en mi trayectoria anterior al cáncer y había tratado de negarle a la enfermedad el menor impacto en mi vida. Pero por muy desesperadamente que ahora quisiera sentirme victorioso, no dejaba de sentir las pinzas del cangrejo sujetándome y frenándome. El curso del cáncer creaba una existencia tensa y extraña y me planteaba un doble desafío
Periodo de ateísmo blindado,
Las palabras poseen una longevidad de la que yo carezco.
Cuando se te presente a lo largo de la vida una de esas numerosas ocasiones en las que debas contar tu historia, ofrecer un balance de lo que has sido, has hecho y has significado para el mundo, no dejes de consignar, por favor, que llenaste de una alegría plena los días de un hombre moribundo, una alegría que yo no había conocido en todos los años de mi vida, una alegría que no ansía más y más, sino que descansa, satisfecha. En este momento, ahora, eso es algo enorme.
«El vidente siempre es dicente —escribió Emerson—. De algún modo comunica su sueño; de algún modo llega a hacerlo público, con solemnidad y alegría.» Escribir este libro fue una oportunidad para que ese valeroso vidente se convirtiera en dicente: para que nos enseñara a afrontar la muerte con integridad.
Que cada uno de nosotros formara parte del significado más profundo de la vida del otro es una de las grandes bendiciones que me ha sido concedida.
Aunque estos últimos años habían sido desgarradores y difíciles —a veces, casi imposibles—, también habían sido los más hermosos y profundos de mi vida, pues me habían obligado diariamente a sostener la vida y la muerte, la alegría y el dolor en equilibrio, y me habían permitido explorar otras dimensiones más profundas de la gratitud y el amor.
Frágil, pero nunca débil.
Paul se ha ido, y yo lo echo tremendamente de menos casi a cada momento, creamos juntos. «El duelo no es el final del amor conyugal —escribió C. S. Lewis—, sino una de sus fases: como la luna de miel. Lo que queremos es vivir nuestro matrimonio también con intensidad y fidelidad a lo largo de esa fase.» Cuidar de nuestra hija, cultivar los lazos con la familia, publicar este libro, empeñarse en hacer un trabajo valioso, visitar la tumba de Paul, llorarlo y honrarlo, persistir…, mi amor perdura —sigue vivo— de un modo que jamás habría imaginado.
Ésta fue la vida que se le concedió y esto es lo que él hizo con ella.
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