Pero resultaba difícil de soportar por la manera sonora y ostentosa que tenía de ser permanentemente feliz.
Jamás, antes de conocer a Limpley, habíamos visto nosotros, gente mayor, que virtudes tan justas como la bondad, la cordialidad, la franqueza y la afectuosidad, por culpa de un estridente exceso, pudieran llevarle a uno a la desesperación.
Es una desfachatez ser feliz de una manera tan ostentosa y andar por ahí ventilando con tanto descaro sus sentimientos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario