Rewind; Juan Tallón
Rewind indaga en la posibilidad o imposibilidad de rebobinar, en los fantasmas personales, en los golpes de azar, en la persona que al final no somos, en los secretos que deben o no deben contarse y en la capacidad de las personas para rehacerse cuando se rompen. La novela es una maniobra de espionaje de los mecanismos de la propia vida, que cambia sin avisar, gira, salta por los aires y te destruye sin que estés preparado: y de manera igual de incomprensible o más, si eso no acaba contigo, permite que te rehagas y que sigas adelante.
Rewind
El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado ERNEST HEMINGWAY, El viejo y el mar.
En mitad de un día perfecto
Hacer las cosas cuando nos daba la gana, y no a su debido tiempo o cuando había que hacerlas, nos reconciliaba con el presente.
En mitad de un día perfecto
La vida cambió de alcance y significado en unos pocos segundos. Pasó de ser algo que se rendía a un acto de entusiasmo, o de inteligencia, aunque se recorriese en solitario, a ser un recipiente en el que te hundías por tu propio peso, como los bebés que se ahogan en una piscina infantil cuando sus padres se distraen hablando por teléfono o yendo a buscar un cigarrillo.
En mitad de un día perfecto
En un vulgar instante, todo lo que era normal desapareció.
En mitad de un día perfecto
Y de repente la vida se derramó.
En mitad de un día perfecto
Sin solución, como el agua que no se puede devolver al vaso tras volcar. Todos los sueños y esperanzas quedaron enterrados, incluso lo que pensaba que podría no gustarme, pero que estaba dispuesto a afrontar. Los problemas y las dificultades puntuales formaban parte del encanto de la vida, aunque uno careciese de humor para aceptar esta idea sin rebelarse.
En mitad de un día perfecto
En lo que algo que parecía tan mentira era sin embargo tan verdadero.
En mitad de un día perfecto
En un segundo, el dolor quedó mezclado con el miedo, formando una extraña salsa.
En mitad de un día perfecto
Tiendo a creer que, en último término, el ser humano añora solo la belleza. Las personas a quienes quiere, los sitios en los que fue feliz, los amigos que le hicieron la vida más fácil, los objetos que lo consuelan, las redes de seguridad, la fuerza invisible de las expectativas son belleza, y su ausencia prolongada se vuelve insoportable para los sentimientos.
En mitad de un día perfecto
Todo se había reducido a nada, lo entero se convirtió en roto, lo grande en minúsculo, lo pequeño en inexistente, lo importante en pérdida, los recuerdos en polvo, el futuro en pasado. Quizá porque era una metáfora, y las metáforas no se destruyen sino con otra metáfora.
En mitad de un día perfecto
Ahora soy otro. Nadie se recupera de algo así de tal modo que la vida vuelva a su sitio despacio. Simplemente no hay un sitio al que regresar. La vida sigue rodando, pero encuentra nuevos caminos.
En mitad de un día perfecto
Solo tenía veinte años, pero ya había dejado atrás mis mejores días.
Los periódicos no se leen por encima
A veces en la vida todo ocurre o deja de hacerlo por muy poco, ese poco puede ser un minuto, unos metros, un cambio de idea repentino. Y una insignificancia semejante te salva o te mata.
Los periódicos no se leen por encima
Yo no puedo dormir si antes no leo media hora. Son quince páginas, dependiendo del cuerpo de letra, que actúan como somnífero. Las leo y entonces disfruto de un sueño plácido y de un tirón. Necesito que sea así, porque me levanto a las cinco de la mañana.
Todos cometen el gran error de su vida
Nosotros ya vivíamos instalados en un rewind privado, yendo de delante atrás continuamente.
Todos cometen el gran error de su vida
Y empezaba a acostumbrarme al gran error de mi vida.
Todos cometen el gran error de su vida
Parecía que otra vez íbamos a engendrar ilusiones por las cosas simples, que, en realidad, son las ilusiones más difíciles de poner en práctica.
Historias de amor con zapatos
Hélène sostenía que una mujer alcanza el estado ideal cuando logra que casi todo le importe un pimiento y sonríe por ello.
Historias de amor con zapatos
La tragedia puso a prueba la profundidad de la noche, capaz de alargarse años. Aquel sufrimiento no era para humanos. Algunos días sueño que aún no se acabó, y cuando me despierto, aliviada, descubro que en realidad no estaba soñando, y que, a su manera, tres años después la noche sigue ahí, en presente, llena de polvo. Si esta es mi pesadilla particular, que sufro cuando estoy despierta, no consigo imaginar en qué hora de aquella noche se encuentra atrapada Hélène.
Historias de amor con zapatos
Las frases hechas que servían para otros casos eran frases muertas en éste.
Historias de amor con zapatos
Muchas cosas cambiaron a partir de esa noche. Qué si no. Era un golpe de vida, y los golpes de vida mueven las cosas seguras, que siempre han sido de determinada manera, de su sitio original. La fortaleza de una persona se demuestra en su capacidad para, con paciencia, redimirse, devolver todo lo que se ha movido, y que es importante, a su lugar.
Historias de amor con zapatos
Yo pensaba que Hélène podía caer, pero no ser vencida por la adversidad, o no sin plantear una lucha titánica, en la que en soledad una se vuelve una mujer heroica.
Historias de amor con zapatos
Le hacía frente a la vida cada vez que esta le lanzaba un desafío. Y la vida siempre está lanzando desafíos. Cuando superas uno, te plantea otro. Mi amiga desplegaba un gesto amable y tierno, que funcionaba como un cebo, detrás del cual se ocultaba el gesto auténtico de la mujer sentimental pero inflexible que era. Yo la veía de lejos y me gustaba, pero no tanto como al tenerla cerca; todavía me gustaba más cuando volvíamos a alejarnos. Pertenecía a esa extraña raza de personas que absorben los conflictos, que reducen los problemas a una cuestión de punto de vista, y que mantienen una relación civilizada con el dolor.
Historias de amor con zapatos
La muerte de Didier no reparó los problemas del matrimonio que había advertido antes de aquel día; simplemente, dadas las circunstancias, el divorcio ofrecía problemas todavía mayores que los que ya padecía. Ella siguió aburriéndose a su lado, pero en la nueva situación concluyó que el aburrimiento era lo que más le convenía. Y mencionaba otra vez los trámites, y la importancia de pasar por todos ellos, sin atajos. No tenía ganas de sentirse feliz, ni de cumplir sueños, que por otra parte se habían apagado temporalmente. Con Dominique Hinault a su lado no se sentía tan desamparada; hastiada sí, pero menos vulnerable. Funcionaba como un techo contra la intemperie.
Historias de amor con zapatos
Escribía, digamos, como una persona de treinta y ocho que empieza a tener algo que contar y encuentra al fin un camino para hacerlo.
Historias de amor con zapatos
Ciertas pérdidas, aun las económicas, dan dignidad si una sabe encajarlas.
Ford Torino rojo del 71
No llevo una vida normal. Tampoco sé si algún día acabaré llevándola. Las cosas normales son lo primero que desaparece en una catástrofe. En su lugar se queda a vivir, como en una invasión, lo desconocido, a lo que por necesidad acabas acercándote.
Ford Torino rojo del 71
Es la propia vida la que te descabalga de las ideas que crees inamovibles.
Ford Torino rojo del 71
De subirnos a un tren o descolgar un teléfono. Las personas cambiamos. Cambiamos sin saberlo, a veces también cambiamos sin querer, cambiamos tras asegurar que no lo haremos, cambiamos poco a poco y cambiamos de repente, cambiamos porque nos empujan o porque nos equivocamos. Cambiamos para sobrevivir, cambiamos por egoísmo, siempre cambiamos, y yo tuve tanto miedo a no ver nunca más a Violette que le pedí que recordase aquella noche por mí. También en eso cambié.
Ford Torino rojo del 71
Pero la vida, que te empuja a los abismos, te tiende después la mano para salir de ellos.
Ford Torino rojo del 71
Hacer las cosas por primera vez es uno de esos asombros fascinantes que en ocasiones depara la vida. Nada es igual al esplendor de los comienzos. La memoria fija cada uno de sus instantes, como si la vida pura y dura también se organizase en fotogramas, y cuando transcurre el tiempo hace que aún sientas la admiración y la extrañeza de todo lo que viviste tal o cual día. Nadie recuerda la segunda vez, la tercera, la quinta, la enésima, cuando a la belleza original la reemplaza la mera repetición. Hicimos el amor varias veces aquella noche, con tal suavidad y dulzura que se podía pensar que no había pasado nada después de pasar todo. Quizá nos corrimos tres veces, a lo mejor fueron dos, o cuatro. Imposible saberlo a ciencia cierta. Todas contaron como un solo momento, y después de eso no hubo ninguno más. Fue como un interludio en nuestras vidas. Hay destinos que se cruzan en un preciso punto y solo ahí, que resplandece, y después se separan para siempre, a semejanza de líneas que forman una intersección.
Ford Torino rojo del 71
Me agradaba pensar, con cierto romanticismo, que llevarse un secreto con uno definía a un héroe en el que a su vez nadie, quizás ni él, vería jamás a un héroe. Pero después de todo también estábamos tan obligados, si nos enamorábamos, a no hacer nada por evitarlo que aceptamos que las cosas no morían porque uno dijese que tenían que morir.
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