Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 20.
Toda vida se convierte en una gigantesca y apasionante aventura cuando Dios toma posesión de un alma.
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 22.
Este dejarse invadir por Dios es lo que da a la vida su sentido y lo que la convierte en algo que merece la pena vivir, lo que elimina de raíz toda rutina, lo que da interés y relieve a los mil pequeños sucesos de la cotidiana existencia.
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 22.
Dios permite que el hombre use mal su libertad antes que arrebatarle esa libertad que le ha dado.
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 26.
Dios no mantiene nada inútil sobre la tierra.
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 28.
Sólo aquel que quiere hacer la voluntad de Dios conoce si el mensaje que recibe es de Dios o no. Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 50.
Todos estamos para algo, todo cuanto existe tiene una función. La creación no es una mera agregación, una yuxtaposición de seres, sino una grandiosa estructura que tiene unidad, razón de ser y objeto, ordenada en distintos planos, que van desde las piedras inertes a los ángeles que sirven en el trono de Dios (Pieper).
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 79.
Dios no manda inútiles sobre la tierra, y mientras hay, para el hombre, tiempo, hay también la certeza de que todavía tiene un algo que hacer que, precisamente, justifica su existencia, y un quehacer que dice relación con Dios.
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 79.
El descubrimiento de la vocación personal es el momento más importante de toda existencia. Hace que todo cambie sin cambiar nada, de modo semejante a como un paisaje, siendo el mismo, es distinto después de salir el sol que antes, cuando lo bañaba la luna con su luz o le envolvían las tinieblas de la noche.
Federico Suárez; La Virgen Nuestra Señora; 25ª edición (1956) ediciones Rialp, Madrid 2002, p. 80.
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