Mirar no con los ojos de mi baja estima personal, sino con los ojos del amor de Dios.
Henri J. M. Nouwen; El Regreso del Hijo Pródigo, Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, primera edición 1994, PPC Editorial, 30ª edición, Madrid, 2004, p.113.
La cuestión no es: ¿Cómo puedo encontrar a Dios? Sino ¿Cómo puedo dejar que Dios me encuentre? La cuestión no es ¿Cómo puedo conocer a Dios? Sino: ¿Cómo puedo dejar a Dios que me conozca? Y finalmente, la cuestión no es: ¿Cómo voy a amar a Dios? Sino ¿Cómo voy a dejarme amar por Dios?
Henri J. M. Nouwen; El Regreso del Hijo Pródigo, Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, primera edición 1994, PPC Editorial, 30ª edición, Madrid, 2004, p.115
¿Puedo aceptar que merece la pena que se me busque? ¿Creo que Dios desea estar conmigo? Aquí está el núcleo de mi lucha espiritual: la lucha contra el autorechazo, el desprecio de mí mismo y la autocondena. Es una batalla muy difícil de librar porque el mundo y sus demonios conspiran para hacerme pensar en mí mismo como alguien que no merece la pena, que no sirve, alguien despreciable. Muchas economías se mantienen a flote manipulando la baja autoestima de sus consumidores y creando expectativas espirituales por medios materiales.
Henri J. M. Nouwen; El Regreso del Hijo Pródigo, Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, primera edición 1994, PPC Editorial, 30ª edición, Madrid, 2004, p.116.
Tengo que aprender a “robar” toda la alegría que haya disponible y hacérsela ver a los demás. Sí, ya sé que todo el mundo no se ha convertido aún, que todavía no ha llegado la paz a todas partes, que no se ha acabado con la tristeza, pero veo gente que regresa y vuelve a regresar a casa; oigo voces que rezan; observo momentos de perdón y soy testigo de muchos signos de esperanza. No tengo que esperar a que todo vaya bien, sino que puedo celebrar cada pequeño indicio que me dice que el Reino está muy cerca.
Esto exige una disciplina. Exige elegir la luz cuando haya mucha oscuridad que me dé miedo, elegir la vida aún cuando las fuerzas de la muerte estén tan a la vista, y elegir la verdad aún cuando esté rodeado de mentiras. Tiendo tanto a impresionarme por la tristeza innata a la condición humana que ya no reclamo la alegría que se manifiesta en formas, muy pequeñas, pero auténticas. La recompensa por elegir la alegría es la propia alegría.
Henri J. M. Nouwen; El Regreso del Hijo Pródigo, Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, primera edición 1994, PPC Editorial, 30ª edición, Madrid, 2004, p.124.
Desde la perspectiva de Dios, un acto oculto de arrepentimiento, un pequeño gesto de generosidad, un momento de verdadero perdón es todo lo que se requiere para que se levante de su trono, corra hacia su hijo y llene el cielo de sonidos de alegría.
Henri J. M. Nouwen; El Regreso del Hijo Pródigo, Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, primera edición 1994, PPC Editorial, 30ª edición, Madrid, 2004, p.124.
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