No ha hecho nada reseñable en toda su vida
El concepto de hombre superfluo, como hombre inteligente, sensible e idealista pero nihilista e indeciso, se hizo popular gracias a la publicación de esta obra de Iván Turguénev en 1850.
Un hombre decente no habla de sus enfermedades; componer una novela corta, no, no es para mí; para deliberar sobre asuntos elevados no me alcanzan las fuerzas; describir la cotidianidad que me rodea ni siquiera me entretiene; pero me aburre no hacer nada, y me da pereza leer. ¡Oh! Voy a contarme mi propia vida. ¡Una idea magnífica! Justo antes de morir se considera correcto y no va a molestar a nadie. Empiezo.
Desprenderse al fin de la conciencia abrumadora de la vida, del sentimiento obsesivo e inquieto de la existencia!
Mientras el hombre vive, no percibe su propia vida; esta, como un sonido, se vuelve clara varios años después.
Las efusiones sentimentales son como el regaliz: al principio lo chupas y parece que no está mal, pero después se queda un sabor desagradable en la boca. Empezaré a contar mi vida con sencillez y tranquilidad.
Mi vida no se diferencia en nada de la vida de otra mucha gente. La casa paterna, la universidad, el servicio en los grados bajos del escalafón, el cese, un pequeño círculo de conocidos, pobreza sencilla, placeres modestos, ocupaciones humildes, deseos moderados, tengan la bondad de decirme si hay alguien que no conozca nada de esto. Y por eso no voy a contar mi vida, tanto más porque escribo para deleite mío; y dado que hasta yo creo que mi pasado no tiene nada demasiado alegre, y ni siquiera demasiado triste, debe de ser que no hay nada digno de atención.
He de confesar una cosa: en este mundo he sido un hombre completamente superfluo o, quizá, un pájaro completamente superfluo.
Es evidente que la Naturaleza no contaba con mi aparición y, en consecuencia, se comportó conmigo igual que con un huésped no esperado ni invitado.
En realidad soy bastante inteligente, incluso a veces se me ocurren ideas bastante divertidas, nada corrientes, pero puesto que soy un hombre superfluo y con un candado en mi interior, pues me cuesta horrores
Expresar mi idea, tanto más porque sé de antemano que la contaré mal. Incluso a veces me parece raro cómo habla la gente, con tanta sencillez y facilidad…
Esas tres semanas fueron la época más feliz de mi vida.
Cuando un hombre se siente muy bien, es sabido que su cerebro no trabaja mucho. Un sentimiento tranquilo y alegre, el sentimiento de estar satisfecho, se infiltra en todo su ser, lo absorbe; la conciencia de ser un individuo desaparece, se siente completamente feliz, como esa tontería que dicen los poetas educados. Pero cuando al fin pasa el encantamiento, el hombre a veces siente y lamenta haber cuidado tan poco de sí mismo en medio de esa felicidad, no haber duplicado sus reflexiones, sus recuerdos, no haber proseguido con su disfrute…, como si el hombre completamente feliz tuviera cuándo hacer esas cosas, ¡si ni se para a meditar sus sentimientos! Un hombre feliz es como una mosca al sol.
En ese estado de adoración apasionada y atenta en que con toda el alma se sigue inocente e involuntariamente cada movimiento del ser amado, en que no es capaz de hartarse de su presencia, de cansarse de oír su voz, en que sonríe y mira como un niño recuperado de una enfermedad, y una persona algo experimentada sabría a cien pasos y a primera vista qué es lo que ocurre
Sí, por fuerza tendrás que decir, como el filósofo ruso: «¿Cómo saber lo que no sabes?». Hasta mañana.
Aún teniendo ojos e incluso abriéndolos muchísimo, no llegan a ver nada o ven todo bajo una luz equivocada, como a través de unas lentes tintadas. Sus propias ideas y observaciones les obstaculizan cada paso.
La mentira es igual de vivaz que la verdad, si no más.
No es capaz de entender lo que ocurre en su interior, tampoco lo es de lo que ocurre delante de él.
Ya no tenía duda alguna sobre mi desgracia y estaba completamente desesperado,
La muerte es algo sagrado a pesar de todo, eleva a cualquier criatura.
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