Judas, uno de los doce, amigo íntimo del Señor, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo y conocerlo dejó de creer y de esperar y, sobre todo, de amar que es el corazón del cristianismo.
Jesús le dijo a Judas lo que haría y ni aún así logró ablandar su corazón, duro por el pecado. Ya sabemos el resto. Lo que no sabemos es si dentro de nosotros hay algún Judas.
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