Decididamente, aquella vidente le horrorizaba: interrumpía la aventura de Sérieuse, predecía que él mataría a un invitado en la garden party, volvía a llamar para advertir a Alexandra de que su hija se había fugado. ¿Por qué no se metía en sus asuntos? Nadie le había pedido nada.
«¿Por qué inventar el infierno cuando existe el insomnio?»,
se preguntaba el conde.
No se cambia leyendo. Hay que vivir.
La exquisita sensación de descanso que fluía por su sangre
Una armonía difícil de atribuir al azar.
Sus palabras tenían la ligereza y la gracia de los poemas en
prosa.
Y pensar que estoy a punto de destruir para siempre este
mundo perfecto
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